Introducción:

Los cambios no siempre son radicales, hay algunos que se fraguan poco a poco, sin hacer ningún ruido y por ello llegan por sorpresa. En la historia de la humanidad existen ciclos, en los que se gesta una transformación, se llega a la cúspide y viene la decadencia y al acabarse se vienen nuevos planteamientos con los que se busca recobrar el orden perdido. Usando este lente podremos ver más claros los cambios que sucedieron en Guatemala durante el siglo XIX.

Entre las décadas de 1770 y 1820 surge a ambas orillas del Atlántico un ciclo revolucionario que en su conjunto es ahora conocido como las “Revoluciones Atlánticas”, este proceso tiene como trasfondo ideológico el surgimiento del liberalismo, tanto económico como político. Esta nueva corriente de pensamiento rompía con todos los principios del Antiguo Régimen; en el aspecto político el liberalismo trajo los sistemas de gobierno representativos, mientras que en el ámbito comercial surge la economía de mercado.

Los territorios que hoy conforman Guatemala formaron parte de la Corona de Castilla, la cual tras la Guerra de Sucesión Española quedó en manos de los Borbones. La nueva casa reinante trajo cambios profundos en la organización de la administración pública, estas reformas buscaron la centralización del poder para hacer más eficiente el funcionamiento del Estado. Sin embargo, en América surgió una burguesía mercantil que había logrado controlar las principales instituciones. En la Capitanía General de Guatemala el principal negocio de la burguesía era la producción y exportación del añil, y es a través de aquel negocio que surgen algunas de las familias que dominaron el panorama político durante el siglo XIX.

El crecimiento de la burguesía criolla favoreció la entrada de las nuevas ideas liberales que se confrontaban con el proteccionismo económico y el centralismo político que Madrid intentaba imponer en sus territorios. Las ansias de poder disponer de mayor libertad para comerciar fueron el principal motor de la Independencia, a esto hay que sumar un ambiente en todo Occidente que era favorable a la construcción de los Estados Nacionales.

Tras la consecución de la independencia la configuración de la nueva estructura política en la antigua Capitanía General de Guatemala fue sumamente compleja. Mientras se daba la anexión al Imperio Mexicano y la creación de la Federación Centroamericana, en Quetzaltenango se fraguaba la creación de un nuevo Estado, el Sexto Estado de los Altos. Este movimiento independentista generó grandes confrontaciones con el gobierno guatemalteco. La pujanza económica de la región occidental de Guatemala hacía viable pensar en un estado independiente.

La presencia de importantes familias, como los Aparicio, favorecía el crecimiento del sector agrario y, derivado de ello, Quetzaltenango se convirtió en un polo de poder político y económico que causaba cierto nerviosismo en la capital y los líderes políticos buscaron poner bajo su control la región altense. Es en aquellos años finales del siglo XIX que Quetzaltenango forjó gran parte de la historia de la que hoy nos enorgullecemos. Con la caída de los precios del café, los desastres naturales y la muerte de dos de los principales líderes políticos y sociales de Quetzaltenango el desarrollo de la ciudad y la región cayó en un hiato.

Ilustración 19: Escudo del Estado de Los Altos.

Incidencia de España en nuestra Nacionalidad

En el acto de la declaración de Independencia de Guatemala, signada el 15 de septiembre de 1821, se acordó que la misma se legitimaría en la primera asamblea del Congreso por conformarse, asunto que se pospuso por razón de la anexión a México; y no fue sino hasta el 24 de junio de 1823 cuando Filísola, ya como gobernante de Guatemala la inauguró. Días después, el 1 de julio de 1823 se decretó la “absoluta independencia” de las Provincias Unidas de Centroamérica, declarándose en esa fecha: “las expresadas provincias representadas en esta Asamblea son libres e independientes de la antigua España, de México y de cualquier otra potencia, así del antiguo como del nuevo mundo; y que no son ni deben ser patrimonio de persona ni familia alguna”.

En la Asamblea Constituyente de la Federación Centroamericana, reunida el 27 de abril de 1824, don José de Suasnavar, Jefe político de Quetzaltenango entregó al gobierno un “Informe sobre la erección de un Estado compuesto con los pueblos de los Altos” (129 pueblos con una población total de 210,000 personas), que incluía lo que hoy conocemos como los Departamentos de Quetzaltenango, Totonicapán, San Marcos, Sololá, El Quiche, Huehuetenango, Retalhuleu, Suchitepequez y Soconusco Chiapas hoy de México, asunto que estaba previsto en la Constitución Federal Centro Americana. La solicitud de crear un Estado nuevo fue desechada en esa oportunidad, cuando el Presidente de la Federación era Manuel José Arce, y el Jefe y sub-jefe del Estado de Guatemala eran Juan Barrundia y Cirilo Flores, éste último quetzalteco, ambos liberales al igual que el Presidente Arce, aunque éste se vio obligado por las circunstancias a pasarse al lado conservador. La oposición a la creación del Estado de los Altos fue de los Diputados del Estado guatemalteco, que hacían mayoría en el Congreso. No fue sino hasta catorce años después, en 1838, cuando la creación del Estado de los Altos fue aprobada, y como dato interesante hay que mencionar que ésta nunca fue revertida. El Decreto constitutivo reza así: “Los departamentos de Sololá, Totonicapán y Quetzaltenango, con todos los pueblos y reducciones comprendidos bajo sus actuales límites, formarán un nuevo Estado de la República federal de Centro-América. En consecuencia, el de Guatemala, al que aquellos han pertenecido queda reducido a los de Chiquimula, Verapaz, Sacatepéquez y el de la Capital. Pase al Senado. Dado en San Salvador 5 de junio de 1838”. Firma el Presidente de la Federación, Francisco Morazán.

Son tres las causas que se aducen para la creación del nuevo Estado: una explica que ésta respondía a la lucha que entre liberales y conservadores se libraba en Guatemala, siendo Quetzaltenango baluarte y sede de liberales. Una segunda, el temor existente entre los quetzaltecos “ladinos” por una posible sublevación indígena, más inclinada y apoyada por los conservadores; y una tercera la situación caótica que en lo económico y político vivía el Estado guatemalteco en esos momentos, cuando se desconocía al gobierno de Mariano Gálvez (entonces Jefe de Estado de Guatemala) en las Provincias de Centroamérica.

El primer gobierno “provisional” del Estado de los Altos se integró con don Marcelo Molina, don José Gálvez y don José Aguilar; fungiendo como comandante del ejército, y luego vice-presidente don Agustín de Guzmán. Pero muy pronto, el 30 de enero de 1840 el Brigadier Rafael Carrera, quien aun cuando no era el Presidente gobernaba Guatemala, pues el puesto lo ocupaba Mariano Rivera Paz, invadió Quetzaltenango tomando presos al Licenciado Marcelo Molina y Agustín de Guzmán, Presidente y Vicepresidente del Estado de los Altos. A los pocos meses se supo que el General Francisco Morazán había derrotado a Rafael Carrera, por lo que la corporación Municipal de Quetzaltenango declaró restaurado el Estado de los Altos el día 18 de marzo de 1840. Pero para su infortunio, Carrera recuperó el poder dos días después, y el último día de marzo personalmente dirigió a su ejército a atacar Quetzaltenango, dominándolo después de breve enfrentamiento, y fusilando en el Parque a Centroamérica el día 2 de abril de 1840 al Concejo Municipal completo, integrado en su momento por el Alcalde Primero Roberto Molina y Mata, Alcalde Segundo Félix López Monzón, Regidor Pedro Meoño, Secretario Manuel Pivaral, y los concejales Felipe Hernández, Mariano y Marcelino Pacheco. Como reza plaqueta situada en la 4a calle y 12 Avenida zona 1 de Quetzaltenango, en el edificio que hoy ocupa el Banco Industrial: “El Brigadier Rafael Carrera y Turcios apagó la llama de la Federación Centroamericana, símbolo y orgullo de Quetzaltenango”.

Ilustración 20: Cirilo Flores.

El Doctor Cirilo Flores (1779-1826)

El Doctor Cirilo Flores colaboró, como médico que era del Ayuntamiento de Quetzaltenango, a resolver una epidemia que afectaba a niños del pueblo de Cantel según se consigna en acta de julio de 1813. En acta posterior le agradecen también haber aceptado la plaza de preceptor de gramática para la juventud. En esos años el Doctor Flores fue el promotor de la introducción de agua potable a Quetzaltenango. Estas fueron algunas de sus actuaciones “cívicas”. Su actividad en la política la inició con su participación en la “Conspiración de Belén” del año 1813.

En acta del Ayuntamiento de Quetzaltenango del 4 de agosto de 1820 se informa que el Doctor Flores es nombrado Síndico municipal, jurándose en dicha sesión por la Constitución Política de la Monarquía Española. En enero de 1821 es electo Alcalde primero, pero no pudo asumir por haber sido Regidor el año anterior, prohibición que preceptuaba la Constitución vigente; en su defecto fue elegido como Alcalde don Mariano Gálvez, homónimo de otro personaje de extraordinaria relevancia en la historia nacional, quien fue Jefe de Estado de Guatemala.

El Doctor Cirilo Flores fue promotor del Estado de los Altos, y para ello procuró que Quetzaltenango se adhiriera el Imperio Mexicano para “liberarse” del control que sobre la economía y la política ejercía la Ciudad de Guatemala. Para ello se acuerda la anexión de Quetzaltenango al Imperio Mexicano el 15 de noviembre de 1821 y la Ciudad de Guatemala lo hace hasta el 29 de diciembre del mismo año. Declarada la anexión, con fecha 29 de enero de 1822 el Doctor Cirilo Flores firma en nombre del Ayuntamiento de Quetzaltenango el desconocimiento al gobierno central de Guatemala en los siguientes términos: “....que de ninguna manera, ni en ningún caso quiere reconocer Quetzaltenango el Gobierno de Guatemala, y que revoca cualquier expresión que bajo algún sentido pudiera entenderse que le reconocería, siendo su única voluntad, ahora y siempre, reconocer al Supremo Gobierno del Imperio Mexicano....”. Cuando cae el Imperio mexicano y se conforma por fin la anhelada Federación Centroamericana de las Provincias Unidas de Centroamérica, le corresponde al Doctor Cirilo Flores presidir la Asamblea Constituyente de 1824.

Es poco conocido el hecho que el Doctor Cirilo Flores fue el primer quetzalteco en ostentar la jefatura del Estado de Guatemala. El acontecimiento tuvo lugar cuando estaba vigente la Federación Centroamericana y su Presidente era el salvadoreño Manuel José Arce, y el Jefe del Estado de Guatemala Juan Barrundía y el sub-jefe el Doctor Cirilo Flores, quienes iniciaron su periodo el 30 de septiembre de 1824.

El 6 de septiembre de 1826 el Jefe del Estado, Juan Barrundía, fue depuesto por Arce como consecuencia del apoyo que Barrundia daba al militar francés Coronel Nicolás Raoul, quien trataba de controlar al ejército federal quitándole al Presidente Arce la potestad de Jefe supremo de las fuerzas armadas. Hay que recordar que Arce pertenecía al lado conservador, mientras que Barrundia y Flores al liberal, bandos opuestos y enemigos políticamente. Los liberales habian elegido presidente a Arce, pero le retiraron su apoyo cuando nombró a su primo hermano José Matías Delgado como Obispo de San Salvador. Como consecuencia de ello el sub-jefe Cirilo Flores asumió la jefatura del Estado de Guatemala, trasladando el gobierno a Quetzaltenango, su ciudad natal, en base a lo acordado por la Asamblea. Establecida la jefatura del Estado en Quetzaltenango surgió el requerimiento de bestias para el ejercito que dirigía el también liberal José Pierzon para contrarrestar al ejercito de Arce, para lo que decomisaron varios patachos de mulas pertenecientes a los religiosos Franciscanos, lo cual enojó al pueblo que enardecido por líderes conservadores persiguió al jefe de Estado acorralándolo en la Iglesia de San Francisco, (hoy Catedral Metropolitana del Espíritu Santo), en donde se refugió el Doctor Cirilo Flores protegido por el párroco, pero la turba lo sacó al parque en donde lo linchó el 13 de Octubre de 1826.

La Ciudad de Flores, en el Petén, lleva su nombre en homenaje al Doctor Cirilo Flores; y en el pueblo de Almolonga hay un monumento en su honor frente a los Baños que llevan el nombre de Cirilo Flores. En Quetzaltenango se le recuerda con un busto en la parte sur del Parque a Centroamérica, y una calle en la Zona 5.

El Doctor Flores es un personaje importante de nuestra historia aunque para muchos su actuación es desconocida.

Ilustración 21: Rafael Carrera. The Illustrated London News, 26/2/1853.

El Estado de los Altos

A las causas que corrientemente se aducen para explicar la creación del efímero Estado de los Altos (1838-1840), esto es: la lucha entre liberales y conservadores; el temor existente entre los quetzaltecos “ladinos” por una posible sublevación indígena; y la situación caótica que en lo económico y político vivía el Estado guatemalteco, se debe agregar una más: la relativa al descontento que existía en la región occidental de Guatemala, al igual que en el resto de provincias de Centroamérica contra la Capitanía General, por cuanto esta privilegiaba instituciones coloniales, especialmente el Consulado de Comercio, entidad que gozaba de ser la única con el derecho de importar y exportar productos a la metrópoli (España); ésta hegemonía explica también el porqué, inmediatamente después de declarada la Independencia de España, algunas provincias del Reino de Guatemala se unieron al también efímero Imperio mexicano de Iturbide, buscando con ello restar la hegemonía que ostentaba la Capital guatemalteca. La Federación de Estados Centroamericanos concluyó en 1840, cuando Morazán intentó por las armas invadir el territorio guatemalteco con el afán de mantener la unión, siendo vencido por Rafael Carrera.

La creación del Estado de los Altos se discutió por primera vez en las Cortes de Cádiz de 1812, pero no fue sino hasta en la Asamblea Constituyente de la Federación Centroamericana el 27 de abril de 1824 cuando don José de Suasnavar, Jefe político de Quetzaltenango, entregó al gobierno el ”Informe que sobre la erección de un Estado compuesto con los pueblos de los Altos”, como se indica en articulo “Auge y caída del Estado de los Altos”.

El primer gobierno “provisional” del Estado de los Altos se integró por don Marcelo Molina, don José Gálvez y don José Aguilar; fungiendo como comandante del ejército, y luego vice-presidente don Agustín de Guzmán, quien derrotó a Rafael Carrera en Semetabaj, Sololá, cuando éste intentaba invadir Los Altos en 1838, perdonándole Guzmán la vida a Carrera. Más tarde Carrera tomó por la fuerza el gobierno de Guatemala, derrocando al presidente Carlos Salazar (17 de abril de 1839), y abolió el pacto Federal. A causa de ello, los liberales se refugiaron en Quetzaltenango. Coincidiendo en el tiempo, el Gobierno del Estado de los Altos se opuso rotundamente a la toma de las Islas de Roatán en Honduras por los ingleses, postura que provocó el enojo del cónsul inglés, Chatfield, quien procuró que los 1,000 fusiles que venían para el Estado de los Altos le fueran entregados a Carrera, dejando al ejercito de los Altos sin capacidad bélica. Ante esta realidad, el gobierno de los Altos fortaleció la conscripción de impuestos, lo que provocó, el 1 de octubre de 1839 un motín indígena en Santa Catarina Ixtahuacán, sofocado por el ejército de los Altos, con un saldo de 40 indígenas muertos, razón que usó Carrera como justificación para “liberar a los indígenas del yugo de los ladinos quetzaltecos”, intentando forzar al gobierno de los Altos a la firma de una paz forzosa, a lo que Marcelo Molina se opuso, dando pie a que Carrera ordenara a su Mayor General y lugarteniente Doroteo Monterroso invadir Quetzaltenango, lo que sucedió el 28 de enero de 1840.

Un segundo intento de creación del Estado de los Altos se dio el 2 de Abril de 1840, cuando Carrera se vio conminado a dejar el gobierno de manera temporal; pero a su retorno atacó Quetzaltenango, fusilando al alcalde don Roberto Molina (hermano de don Marcelo), y a los miembros de su Consejo Municipal.

La historia del Estado de los Altos es eso, una historia pasada, y como tal un hito para recordar.

Ilustración 22: Marcelo Molina (1800-1879), Jefe del Estado de Los Altos (1838-1840). Roberto Molina, Alcalde Primero de Quezaltenango, fusilado por orden de Rafael Carrera, en 1840. Pintura anónima.

Los hermanos Marcelo y Roberto Molina Mata, el primero Abogado y el segundo Médico, nacieron en Quetzaltenango el 22 de febrero de 1800 y el 26 de marzo de 1803 respectivamente. Ambos participaron activamente en la política.

Don Marcelo Molina Mata, como Abogado y Notario participó en varios puestos públicos siendo reconocido por sus capacidades y liderazgo. Por ello fue nombrado a integrar el Triunvirato que en 1838 elaboró el Estatuto de lo que sería el Estado de los Altos. Pocos meses después fue nombrado Presidente del Estado, siendo el único Jefe de dicho Estado, cargo que detentó durante cerca de dos años, hasta el momento en que tropas del Brigadier Rafael Carrera y Turcios invadieron la Ciudad de Quetzaltenango el 28 de Enero de 1840. El Presidente del Estado de los Altos mantuvo temporalmente con hidalguía su posición, pero finalmente tuvo que dejar el cargo. Meses después se trasladó a México en donde ejerció su profesión como abogado. El año siguiente de su defenestración, en 1841, publicó un documento en el que denunció los atropellos sufridos por el Estado de los Altos en la invasión que dirigió Rafael Carrera, al que tituló: “Exposición a la convención de los Estados Centro-americanos, protestando contra la usurpación del de los Altos”. Efectivamente fue una usurpación, pues el Estado de los Altos formaba parte de la Federación de Estados Centroamericanos, derecho que había defendido desde que se integró la primer Asamblea Constituyente de dicha Federación en 1824. Don Marcelo Molina Mata murió en su natal Quetzaltenango el 20 de Mayo de 1879.

Don José Roberto Molina Mata, hermano menor de don Marcelo y médico de profesión, fue también político y participó en puestos públicos. Durante la existencia del Estado de los Altos formó parte de la Corte Suprema de Justicia de dicho Estado. Luego fue nombrado Alcalde de la Ciudad en 1840, de manera que cuando la caída del mismo le correspondió continuar con el cargo edilicio. Meses más tarde cuando Francisco Morazán había ocupado el 18 de marzo de 1840 la ciudad de Guatemala, los quetzaltecos decidieron reorganizarse como Estado de los Altos, con la mala fortuna que el día siguiente Morazán fue derrotado y obligado a huir por Rafael Carrera, quien con saña, salvajismo y ultrajes de toda índole invadió nuevamente Quetzaltenango, ordenando el fusilamiento del Alcalde, Doctor José Roberto Molina Mata y de todo su Concejo Municipal, hecho acaecido el 2 de Abril de 1840. Ello a pesar que la esposa de don José Roberto Molina Mata había pagado un alto rescate monetario para liberarlo. Aun así, fue apresado, ultrajado y fusilado.

El explorador y Diplomático inglés John Lloyd Stephens dejó constancia de las atrocidades de Rafael Carrera en su libro: “Incidentes de viaje en Centro América, Chiapas y Yucatán”, escrito en 1841. Dice textualmente: “...sin menor forma de juicio, ni aun de corte marcial, diez y ocho miembros de la Municipalidad fueron sacados a la plaza y pasados por las armas... lo llevaron (a Don José Roberto Molina Mata) cerca de la esquina de la casa, lo sentaron en una piedra y lo fusilaron al instante. A los otros se les sentó en el mismo lugar uno a uno. La piedra y el muro de la casa todavía estaban ensangrentados. Hasta el día, en todas la revoluciones, siempre se había mostrado cierto respeto hacia los tribunales de justicia, y no se podía concebir cuán grande era el horror de los habitantes por este inicuo asesinato de los mejores hombres de Quetzaltenango... Yo (sigue diciendo en su texto Stephens), he procurado evitar el expresarme con dureza de Carrera siempre que he podido. Me considero personalmente obligado hacia él, pues sin su protección nunca habría podido viajar por el país; pero es imposible reprimir el sentimiento de indignación que se levanta contra el gobierno que consciente de la atrocidad de su conducta... En su libro Stephens habla bien de la Ciudad de Quetzaltenango, que le impresionó por su orden y limpieza. En cambio sobre el Presidente Rafael Carrera describe que le costó mucho anotar su firma en la carta de permiso de viaje por el país, y la satisfacción que vio en su cara cuando logró completar su firma...

A los hermanos Marcelo Molina Mata y José Roberto Molina Mata se les recuerda en Quetzaltenango como héroes y mártires.

Ilustración 23: Frederick Chatfield (1801-1872), Cónsul británico en Centro América (1833-1852).

El enojo del Cónsul inglés

Una de las acciones políticas del gobierno del Estado de los Altos fue la firma, el 10 de Agosto del año 1839, de un “Tratado de amistad y alianza” signado por el representante de El Salvador ante el gobierno del Estado de los Altos, el señor Doroteo Vasconcelos y el secretario general del gobierno altense, el señor José Antonio Aguilar, acuerdo en el que a solicitud de los altenses se incluyó la propuesta de unificar con el resto de las provincias de Centroamérica un reclamo ante el gobierno inglés, acorde a lo definido en la primera Asamblea Constituyente del Estado de los Altos, la que estipuló: “Excitar al Ejecutivo, y a los otros Estados, para que acuerden, como lo exige el honor patrio, que mientras el gobierno de Su Majestad Británica no restituya a Centro América la isla de Roatán, ninguna producción inglesa sea admitida en la República...” exigiéndole así, mediante el boicoteo de la producción, retirarse de la isla de Roatán, Honduras, que había sido invadida por piratas apoyados por la “pérfida Albión”.

Durante la época colonial, en varias ocasiones los ingleses habían tomado posesión de esta estratégica isla, pero en esta oportunidad, aprovechándose de la debilidad en que se encontraba España luego de la invasión francesa, y de que aún no se consolidaban los gobiernos de las nuevas naciones centroamericanas, la isla fue nuevamente invadida por los ingleses. Cuando el cónsul británico asignado a la República Federal de Centroamérica, el señor Frederick Chatfield, (1801-1872), se enteró de la propuesta planteada por los altenses, mostró su disgusto escribiendo una abusiva misiva al gobierno del Estado de los Altos, en la que no solamente exigía una manifestación pública retractándose de tal propuesta, sino que incluso se permitió sugerir el texto que la misma debía contener. El gobierno altense por su parte desatendió el desaguisado del Cónsul Chatfield, aumentando con ello su malestar.

Sucedió que por la misma época el gobierno del Estado de los Altos había comprado y pagado por anticipado en Belice, pero de fabricación inglesa, 1,000 fusiles para equipar su incipiente ejército, armamento que se hacía indispensable para protegerse del asedio y oposición del gobierno de Guatemala a la “secesión” autonómica, armamento que nunca llegó a manos de los altenses debido a que el cónsul ingles intervino para que el mismo fuera desviado a favor del gobierno de Guatemala, quien lo utilizó contra el Estado de los Altos, en la invasión dirigida por el Brigadier Rafael Carrera y Turcios quien una vez dominado al desarmado ejercito de los Altos, fusiló el 2 de abril de 1840 en el parque Central al gobierno completo, incluyendo a su Presidente don Roberto Molina y Mata y demás miembros.

El enojo del Cónsul inglés le llevó a vengarse del Estado de los Altos, con una acción realmente malévola y alevosa. Y no solo actuó contra al Estado de los Altos, sino también contra Guatemala, pues fue el mismo Frederick Chatfield quien propuso al secretario del Foreign Office, Lord Palmerston, que Gran Bretaña mantuviera la ocupación de Belice como “colonia” británica.

Ilustración 24: Atanasio Tzul (1973). Escultura hecha por Rodolfo Galeotti Torres, que se encuentra en el Parque Central de San Miguel Totonicapán.

Los impuestos como causa de la caída del Gobierno

Después de una gestión iniciada en 1824, cuando por medio de don Joseph de Suasnavar los quetzaltecos presentaron ante la Asamblea Constituyente de las Provincias de Centroamérica las justificaciones para crear un Sexto Estado en la Federación Centroamericana, el gobierno dirigido por don Marcelo Molina y Mata inició la construcción de un país, para lo cual necesitaban de recursos financieros que permitieran prestar los servicios a los “nuevos ciudadanos”; entre esos servicios, los de salud, educación, carreteras, justicia, defensa y seguridad.

Todo ello requería de establecer impuestos, lo que molestó a los residentes en el territorio ya constituido como un Estado, y que abarcaba los actuales Departamentos de Huehuetenango, El Quiché, San Marcos, Quetzaltenango, Totonicapán, Sololá, Suchitepéquez y Retalhuleu, y buena parte de Chiapas y el Soconusco. La molestia causada por la “urgencia” de imponer tributos, especialmente entre los indígenas -que eran la gran mayoría- fue la verdadera razón de la caída del gobierno del Estado de los Altos, puesto que sus pobladores no concebían la lógica de esa nueva entidad: el Estado. No conocían de la racionalidad que los ladinos aducían para su creación, que realmente era por asuntos de carácter económico; en esos tiempos afectaba a los productores de la región la imposibilidad de exportar libremente, pues todo producto de comercio internacional debía pasar, pagando tributos, por el Consulado de Comercio, detentado por un pequeño grupo de aristócratas de la ciudad de Guatemala (y antes de Santiago de los Caballeros); ello fue generando un malestar de los productores occidentales contra el “poder central”, el de la Capitanía General, y más tarde de la “Nueva Guatemala de la Asunción”, una vez trasladada ésta al valle de la Ermita a partir del terremoto de Santa Marta en 1773, y constituida como la “nueva capital” en 1776.

Los campesinos indígenas, que eran cerca del 90% de los residentes del recién creado Estado de los Altos no conocían de esa problemática, pues su economía era la de subsistencia, con intercambios comerciales reducidos a pocos productos y espacios físicos limitados.

El Estado de los Altos cayó finalmente en 1840 ante la arremetida del Brigadier Rafael Carrera y Turcios, quien fuera advertido por el Cónsul inglés Chatfield de la inminente llegada de armamento que los “occidentales” habían adquirido en Inglaterra para equipar un recién organizado ejército que pudiera defender el territorio del acecho que desde su creación en 1838 sufría el Estado de los Altos de su vecina “Provincia de Guatemala”. Hoy queda, de aquella historia, únicamente una placa conmemorando el lugar (4a Calle y 12 Avenida de la Zona 1), en que fueran fusilados los integrantes del Concejo de la Municipalidad de Quetzaltenango, encabezados por don Roberto Molina (hermano de don Marcelo) y sus colaboradores, quienes habían asumido el gobierno del Estado de los Altos inmediatamente después de que su anterior Presidente, don Marcelona Molina, abandonara el puesto.

La oposición radical al tributo ha sido causal de movilizaciones en la historia de la Región; lo constata el alzamiento contra la corona española en 1820, cuando Atanasio Tzul, más tarde declarado Rey de Totonicapán, (reinado de 29 días), se opone a la re-instauración de tributos por el Rey de España Fernando VII, después que éstos fueran suprimidos en 1811 por las Cortes de Cádiz.

Vemos pues que la oposición a la imposición de tributos se repite, especialmente cuando los impuestos pierden su racionalidad (oportunidad, justificación, temporalidad y utilización); y cuando la falta de transparencia en su utilización genera razonables sospechas de corrupción y, por tanto, son considerados como inaceptables.

Ilustración 25: Primera fundación formal del Cementerio de Quetzaltenango, año 1840.

De pestes y Cementerios

“La memoria de los vivos hace la vida de los muertos”, reza una inscripción que desde 1894 recibe a los visitantes al cementerio de Quetzaltenango.

Los cementerios más antiguos de la historia son las catacumbas, en las que se enterraba a los primeros cristianos. En Mesoamérica, antes de la llegada de los conquistadores españoles, la tradición indígena era enterrar a sus difuntos en fosas cavadas cercanas a sus hogares, cubiertas con un pequeño promontorio de tierra; excepto, claro está, los enterramientos que hacían de la nobleza y principales, que recibían sepultura en necrópolis piramidales, algunas de ellas conservadas hasta la fecha.

Con la llegada de los conquistadores, el número de muertes se incrementó sensiblemente, en un primer momento por las guerras de conquista; y luego, por las enfermedades que diezmaron a la población indígena que evidentemente no poseía los anticuerpos a las enfermedades que en Europa eran comunes y a las que los europeos ya eran inmunes. Las principales enfermedades y pestes que afectaron a los indígenas a partir de la conquista fueron la viruela, el tifus, la tos ferina y el sarampión; pestes todas ellas feraces que solo pudo contrarrestar el tenaz crecimiento poblacional.

La primera referencia de “salud pública” que se hace en Quetzaltenango aparece en acta municipal de 1815 en la que se menciona un brote de viruela. Para entonces ya se contaba con la vacuna contra la viruela desarrollada en 1803, elaborada a partir de “pus de vaca” (cowpox), de donde viene el término de “vacuna”.

Cuando el doctor Cirilo Flores estaba a cargo del control de la peste de cólera (otra enfermedad contagiosa), organizó un lazareto para poner en cuarentena a los enfermos; sin embargo, un grupo de indígenas opuesto a la medicación que seguía el doctor Flores, atacaron el lazareto y liberaron a los enfermos del hospital, con lo que la peste se extendió aún más. En 1826, y siendo Cirilo Flores jefe del Estado de Guatemala, el cólera repitió, esta vez con carácter de epidemia, por lo que el doctor Flores se encargó personalmente de la campaña de vacunación, prohibiendo los entierros que se hacían en la Catedral y sus alrededores, y ordenando la construcción de un nuevo cementerio público alejado del centro de la ciudad; además planificó un nuevo sistema de suministro de agua. Todo ello requería financiación, por lo que instruyó la recolección de arbitrios, lo que causó el desagrado de los quetzaltecos, lo que, sumado a molestias de tipo político, acabaron con su vida asesinándolo bajo la consigna de muera el tirano, muera el hereje, muera el ladrón.

La peste del cólera ingresó nuevamente a Guatemala en 1837 proveniente de Belice, causando miles de muertes; fue, según la historia, también la causante de la caída del gobierno del doctor Mariano Gálvez, acusado de “envenenar” las aguas de los ríos.

En Quetzaltenango hubo hasta cinco cementerios ubicados en lugares céntricos, hasta que finalmente en 1840 se inauguró el actual cementerio en terrenos donados por el Rey de España a “la Virgen de la Soledad”, espacios vecinos al templo del Calvario ya existente a la fecha.En Quetzaltenango hubo hasta cinco cementerios ubicados en lugares céntricos, hasta que finalmente en 1840 se inauguró el actual cementerio en terrenos donados por el Rey de España a “la Virgen de la Soledad”, espacios vecinos al templo del Calvario ya existente a la fecha.

Como dato anecdótico, en el cementerio de Quetzaltenango hubo un solo fusilamiento, el del “brujo” que asesinó a un grupo de niños alemanes que en la cúspide del volcán Santa María habían “profanado” el lugar en que el brujo hacia “sus trabajos”.

El cementerio de Quetzaltenango tiene mausoleos verdaderamente bellos, con esculturas alegóricas variadas realizadas en mármol; desafortunadamente las autoridades municipales lo han descuidado y han sufrido amputaciones. En el cementerio de Quetzaltenango se han enterrado personalidades famosas; vale mencionar a expresidentes como Lisandro Barillas y Manuel Estrada Cabrera; a artistas como Carlos Wyld Ospina, Carlos Villagrán Amaya, Domingo Betancourt y Wotzbelí Aguilar. A personajes como Francisco Sánchez o Alberto Fuentes Mohr; y deportistas como Mario Camposeco.

Ilustración 26: Manuel Martínez Aparicio.

Don Manuel Martínez Aparicio (1792-1850)

Se recoge e interpreta la vida de don Manuel Aparicio a partir de un breve folleto editado en el año 1949 por sus herederos don Edgar Juan Aparicio y don José Manuel Montufar Aparicio.

Don Manuel Martínez Aparicio fue un hombre extraordinario, no solo por su estatura (medía 1 metro con 93 centímetros), sino especialmente por sus actuaciones en la vida económica, política y social de Quetzaltenango.

Nació don Manuel en la Ciudad Capital, pero siendo muy joven sus padres se trasladaron a Quetzaltenango, en donde en 1820 casó con doña María Candelaria Limón y Gutiérrez Marroquín, miembro de aristocrática familia, con quien procreó varios hijos, siendo el más conspicuo de ellos don Juan Aparicio y Limón quien con el tiempo llegó a ser suegro del Presidente Justo Rufino Barrios por matrimonio con Francisca, hija de don Juan y doña Francisca Mérida.

Poco antes de su boda ya don Manuel Martínez Aparicio había incursionado en la vida política de la Ciudad de Quetzaltenango, siendo una de sus actuaciones el respaldo a la Independencia de España, lo que le provocó disgusto con su padre y la razón por la que don Manuel retiró su apellido paterno a su nombre. Por ello a partir de entonces sus descendientes son conocidos con el apellido Aparicio.

Don Manuel ejerció la Alcaldía de Quetzaltenango en reiteradas ocasiones (1821, 1823, 1827, 1833 y 1843). En la primera ocasión como Alcalde “depositario”, fue informado con fecha 12 de septiembre de 1821 que el Ayuntamiento de Ciudad Real (hoy San Cristóbal Las Casas) había decretado la separación de la metrópoli española, con lo que don Manuel convocó de inmediato a Cabildo extraordinario para deliberar, siendo la resolución tomada elevar la consulta a las autoridades superiores de la Ciudad de Guatemala. La respuesta llegó el día 21 indicando que el día 15 se había declarado la “feliz independencia del gobierno español”, lo cual dio motivo a organizar una fiesta popular en la plaza central el día domingo 23 de septiembre. Esta decisión de don Manuel le causo enemistad con el Corregidor, Juan José de Echeverría, defensor del régimen colonial, quien debió renunciar ante el clamor popular que así se lo exigió. Inmediatamente asumió el cargo de Corregidor don Manuel, quien obtuvo de la población el juramento de fidelidad a la nueva nación guatemalteca.

En el año 1826 durante el breve gobierno de Cirilo Flores (quien asumió por renuncia de Juan Barrundia), don Manuel fue nombrado Tesorero de gobierno (cargo equivalente al actual Ministro de Finanzas Publicas). Más tarde, en 1838 con ocasión de la declaración del Estado de los Altos (1838-1840) ocupó el cargo de Ministro de Hacienda de dicho Estado. Y en el ínterin de esos episodios, como expli- cado antes, ocupó la Alcaldía de Quetzaltenango, puesto que desempeñó por última ocasión el año de 1843.

Don Manuel fue un hombre acaudalado, propietario de varias fincas en la boca costa y costa sur del país. Pero hay evidencia de su magnanimidad, la cual quedó manifiesta en su máxima expresión en el apoyo que dio para la construcción del Hospital San Juan de Dios en la Ciudad de Quetzaltenango, del cual don Manuel fue nombrado como “hermano mayor y protector” por su permanente participación como directivo y proveedor de sus necesidades.

En su calidad de miembro de la Sociedad de Amigos del País - y su representante en Quetzaltenango- promovió la enseñanza de artes y artesanías, así como la enseñanza de la lectura y aritmética entre la niñez. Como Alcalde promovió la introducción de agua potable a la Ciudad. Destaca también el haber sido promotor de la carretera que de Quetzaltenango y pasando por Zunil y Almolonga conduce a la Costa Sur, siendo éste el mismo trazo que actualmente ocupa la muy transitada vía de comunicación entre el Altiplano Occidental y la Costa Sur.

Con motivo de su fallecimiento (acaecido como consecuencia de haber recibido una patada de mula en el estómago), la Gazeta de Guatemala del día 27 de diciembre de 1850 manifiesta: “Ha fallecido D. Manuel Martínez Aparicio, un rico propietario y una de las personas más notables de aquel Departamento. Don Manuel era generalmente estimado por su honradez, su hospitalidad y demás apreciables circunstancias; en él ha perdido Quetzaltenango uno de sus más respetables vecinos...”

Ilustración 27: Frontispicio del Hospital San Juan de Dios. A la derecha, columnas de la Iglesia San Juan de Dios.

Xela, el San Juan de Dios y la salud del pobre

Hace 175 años, cuando la ciudad de Quetzaltenango contaba con sólo 12,000 habitantes, la Alcaldía convocó a personas altruistas y honorables de la comunidad, para manifestarles la preocupación por los enfermos menesterosos que necesitaban curarse. El Acta Municipal del 23 de mayo de 1843 dice, en su punto sexto:

“A moción del Alcalde Primero que hizo presentes la multitud de víctimas que diariamente perecen en manos de la necesidad por falta de auxilios para sostenerse y medicinarse, la Municipalidad con el loable fin de procurar el establecimiento de un Hospital en esta Ciudad, y considerando que la actual escasez de sus fondos no le permiten se haga el gasto que aquel exige, y que el único arbitrio a que debe recurrirse es el de crearle rentas, y como éste es un trabajo que exige meditación, luces y patriotismo, por votos conformes ACORDO: Primero: nombrar una Comisión con el expresado objeto, compuesta del Secretario de la Corporación y Regidor, Señores Escobar y Pelaez: y de fuera, de los Señores: Parroco Don Fernando Antonio Dávila, Juan Lavagnino, Joaquín Ligorria y Gabriel Saenz, en la confianza de que no se reusarán prestar a la humanidad este importante servicio”.

Un año después, en 1844, se fundó el Hospital San Juan de Dios, en un solar que en aquel tiempo quedaba en las afueras de la ciudad, lugar que ocupa a la fecha, en donde se construyó una casa para atender a los primeros enfermos. La compra del terreno y la construcción se realizó con donativos dados por particulares. A los 20 años de fundado, allá por 1867, y siendo presidente de la Comisión el Lic. Francisco Aparicio, llegaron las hermanas de la caridad, entre ellas sor Gabriela Thouluc, una francesa a la que Quetzaltenango debe muchísimo de lo que es el hospital. En 1902, cuando el terremoto del 18 de abril (día de San Perfecto), el hospital se destruyó casi por completo, y fue nuevamente levantado, en el mismo sitio, y con más entusiasmo, habiéndose completado con una casa para huérfanas, en una construcción hecha ex profeso y que se ubica en el solar que actualmente ocupa el INSO (Instituto Normal de Señoritas de Occidente).

Lo importante de destacar es el hecho de que el Hospital San Juan de Dios se construyó y sostuvo con las donaciones de particulares, y con los ingresos provenientes de la venta de productos de las fincas y labores que poseía, y no fue sino hasta finales de siglo, cuando, en 1893, el gobierno central, presidido por José María Reina Barrios, le concede una subvención de 6,000 pesos mensuales. Luego, en 1896, se le autoriza el cobro del dos por ciento sobre venta y permutas en bienes raíces en los departamentos de Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango, Totonicapán, Sololá y Quiché. Años después, el licenciado Manuel Cabrera dispuso el establecimiento de un impuesto de 25 centavos por cada quintal de harina, y un peso por cada aparato telefónico en servicio.

El hospital contaba con varios bienes raíces de valor, labores y grandes extensiones de terreno dentro y fuera de la ciudad, que le fueron donados por personas altruistas, y que garantizaban la producción de verduras, cereales y otros productos para la alimentación de los internos, y que producían excedentes que eran vendidos, y con cuyos fondos se financiaba la operación del hospital. Entre ellas, era famosa la labor San Cayetano, ubicado en la actual zona 3 de la ciudad de Quetzaltenango, con más de 15 manzanas, y que ahora es una colonia construida por el antiguo Banco Nacional de la Vivienda, el BANVI. Otra propiedad fue la “labor” San Isidro de una gran extensión, en donde se construyó el nuevo Hospital Regional de Occidente. Una parte de esa tierra fue otorgada a trabajadores del sector salud que apoyaron en su candidatura presidencial al Licenciado Marco Vinicio Cerezo Arévalo.

Todas las propiedades del hospital, donadas por particulares, fueron trasladadas al Estado, por un Decreto del general Miguel Ydígoras Fuentes, quedándose la institución sin la fuente de recursos que garantizaba su funcionamiento.

Durante el gobierno del presidente Romeo Lucas García (1978 - 1981) se inició la construcción del actual Hospital Regional de Occidente, situado en la antigua Labor San Isidro, construcción que tomó 20 años y una inversión de cerca de 80 millones de quetzales. Este nuevo hospital cuenta con una capacidad de 415 camas.

Ilustración 28: Edificio de la Logía Masónica de Quetzaltenango

La Sociedad el Adelanto

Como consecuencia de la Revolución Industrial, cuyo origen se dio en Inglaterra en el siglo XVIII, los artesanos europeos se organizaron en asociaciones mutuales para defender sus derechos así como para mejorar su actividad productiva y competir contra la incipiente industria, especialmente la textil. Esa experiencia de organización se trasladó a América promovida por la Masonería, institución ésta que en Guatemala adquirió un inusitado auge a partir de la Revolución Liberal dirigida en 1871 por Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios.

El liberalismo guatemalteco tuvo su base ideológica y operativa en el Occidente de la República, especialmente en Quetzaltenango, desde donde promovieron con su principal aliada, la Masonería, una asociación con los Principales k ́iche ́ para la “regeneración de la raza y el progreso material de la Ciudad”, según reza el enunciado de los estatutos de la Sociedad El Adelanto, entidad centenaria que se propuso ese cometido. En el emblema de la institución aparece el compás, símbolo de la masonería.

La Sociedad El Adelanto tuvo el apoyo de algunos ladinos de la ciudad de Quetzaltenango, que veían en ello una estrategia de asimilación, lo cual no sucedería, pues la sociedad adquirió su propia dinámica enfocada en la educación y formación cívica de sus asociados, especialmente de los jóvenes, para más tarde incursionar en aspectos culturales y políticos, siendo esto último la razón fundamental que actualmente gestiona, después de más de cien años de haber sido fundada.

Las asociaciones mutuales, como El Adelanto, persiguen fines de tipo social, fomentando la solidaridad de sus miembros quienes cotizan con un propósito previsional y de educación para la niñez y juventud. Lo interesante del caso quetzalteco es la perseverancia de sus asociados que han sabido conservar la entidad por más de un siglo, proceso interrumpido durante el gobierno ubiquista, no siendo ésta la única que hubo de clausurarse por órdenes del gobierno. Seguramente esa persistencia obedece a que desde siglos atrás se propusieron los líderes Mayas k ́iche ́ conservar sus tradiciones, encontrando en la Sociedad el medio idóneo para los tiempos que vivían.

Los iniciadores de la Sociedad El Adelanto, fundada el 3 de abril de 1894 fueron Principales K’iche’, algunos de los cuales habían sido miembros de la Alcaldía Indígena, misma que fue cancelada el mismo año de inicio de la Sociedad El Adelanto. Su primer Presidente fue don Santiago Coyoy, quien había sido el último Alcalde Indígena.

La Sociedad El Adelanto contó en sus inicios con el asesoramiento y apoyo del Licenciado Sinforoso Aguilar, un masón ladino que se identificaba con la población Maya por razones de afinidad pues fue casado con una señora de ascendencia indígena, y también por conveniencia política; llegó a ser Alcalde de Quetzaltenango en 1897, asumiendo el cargo pocos meses antes de su fusilamiento por instrucciones del Presidente General José María Reina Barrios, quien lo sindicó de participar en el alzamiento militar en su contra.

La Sociedad El Adelanto se revitalizó a partir del año 1992, cuando se conmemoró el “Encuentro de dos mundos” como se denominó al acontecimiento de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a América. En el año 1994, cuando celebró 100 años de fundada, la Sociedad El Adelanto recibió la Orden del Quetzal de manos del Presidente Ramiro de León Carpio.

Hoy la Sociedad El Adelanto procura la formación política de los jóvenes, fomentando la incidencia y reivindicación políticas, y aunque en su seno se promueve el activismo, en la sociedad quetzalteca se reconoce la realidad de una convivencia intercultural.

Ilustración 29: Bairisches Bier, Medalla en Feria Centroamericana de 1897. Colegio Alemán de Quetzaltenango (1932).

Los alemanes en Quetzaltenango

La emigración de europeos a América, especialmente de irlandeses y alemanes, se incrementó durante el siglo XIX cuando, en tan solo 70 años, de 1820 a 1890, más de 20 millones abandonaron su tierra natal para buscar oportunidades en el “nuevo mundo”, especialmente en los Estados Unidos de América y en Argentina; y algunos, los menos, en Guatemala. Las razones para emigrar de Europa fueron varias: una importante fue la Revolución industrial que generó una acelerada urbanización y desplazamiento del campo de artesanos y campesinos; estos últimos debido a los largos periodos de baja producción agrícola. A ello se agregó las intermitentes guerras en Europa, especialmente a mediados del siglo. Todo ello empobreció a ingentes grupos humanos que entraron en crisis.

Coincidió lo anterior con la promoción que hizo nuestro país y otros de Latinoamérica por atraer europeos que vinieran a “promover” el desarrollo. En 1824 la Asamblea Constituyente decretó una ley que facilitaba esa inmigración otorgando tierras y naturalizando a los extranjeros. Una empresa dedicada a la exportación de europeos fue la “Eastern Coast of Central America Commercial and Agricultural Company” de Londres la que en 1840 facilito a inmigrantes ingleses, franceses y alemanes la construcción de un pueblo en los alrededores del Polochic, pueblo al que llamaron Abbosttsville. Este pueblo, al igual que otro instalado en las orillas de Río Dulce, promovida por la “Compañía de Colonización Belga” fracasaron por lo inhóspito del clima que les causó severas enfermedades y la muerte de la mayoría de personas. Con el tiempo ambos asentamientos desaparecieron.

Algunos alemanes se instalaron en fincas cafetaleras del occidente de la Republica guatemalteca, teniendo como centro de negocios y residencia a Quetzaltenango, cuya importancia se evidencia en que para 1879 contaba con un vice-consulado alemán a cargo de Gustav Boy y Herman Laeisz, representante éste de la casa hamburguesa F. Laeisz. Más tarde, el vice-cónsul fue Frederich Koch, siguiéndole en el tiempo George Gerhardt, Gustav Kaehler, Joseph Prochazka y en 1914 Carlos Sauerbre. Luego con motivo de la Primera Guerra Mundial se cierra el vice-consulado.

La prosperidad del negocio del café hizo que Quetzaltenango se volviera una Ciudad importante comercialmente, por lo que se instalaron en ella varios almacenes como el de Hosckmeyer y Cía. (1882), Hermann Topke (1888), Claudio Bornholt y Koper (1909); la Casa Laeisz y Cía. Sucs., La Ferretería la Guatemalteca de Johannsen y Bohnenberger y Co., Eduardo Ascoli (judío-alemán), entre otros. Fue éste último el que invitó a su pariente Hugo Fleischman (quien fuera Cónsul inglés en Quetzaltenango) a venir a hacerse cargo de un almacén de granos de su propiedad. Algunas empresas de alemanes se dedicaron en Quetzaltenango a financiar a los productores de café, entre ellos la sociedad Grotewold, Koch y Cía. Y para finales del siglo, la casa Nottebohm y Co.

Karl Christian Haussler fue invitado por Justo Rufino Barrios para instalarse en Quetzaltenango, en donde construyó una industria cervecera con el nombre de Cervecería Alemana produciendo la cerveza Pilsener. Haussler trajo de Alemania como técnico cervecero a Gustav Kiene, quien más tarde fundó su propia fábrica, la Cervecería Nacional, fabricante de la cerveza Utz Pin Pin. Unos años después la familia Castillo adquirió la cervecería de Haussler Hnos., y en 1930 la Cervecería Nacional de Kiene Hnos.

Una gran obra de la ingeniera alemana fue la construcción del Ferrocarril de los Altos y la Hidroeléctrica Santa María, realizados por la empresa AEG (Allgemeine Elektriztats Gesellschaft), inaugurada en 1930 con un costo de $ 8,478,379 en oro americano. Este ferrocarril se construyó en un tiempo record de 8 años.

Los alemanes en Quetzaltenango contaban con una “Asociación Alemana” y un Club fundado en 1876. En 1927 por iniciativa de Otto Bohnenberge y Kurt Franke se fundó el Colegio Alemán de Quetzaltenango.

Una trágica historia se vivió en 1917 cuando los jóvenes Claudio Bornholt y Otto Kress fueron asesinados en el Volcán Santa María por unos brujos en un oscuro incidente en el que otros jóvenes habían destruido los arreglos que tenían prepara- dos para un ritual.

Al igual que en el resto del país, con motivo de la Segunda Guerra Mundial y la declaratoria de guerra que hizo el Presidente Jorge Ubico a Alemania, los alemanes fueron expulsados del país y todos sus bienes confiscados. Una injusticia a la que se vio forzado el Presidente de Guatemala por el gobierno de los Estados Unidos de América.

Ilustración 30: Sor María Encarnación Rosal.

Una Flor de Xelajú, Sor Encarnacion Rosal

Vicenta Rosal Vásquez, nacida en Quetzaltenango el 26 octubre de 1820, y conocida como “Sor Encarnación Rosal” fue una mujer extraordinaria que sacrificó su vida de manera ejemplar por amor a los demás.

La historia de Sor Encarnación Rosal es, de alguna manera, continuación de la del Santo Hermano Pedro de San José Betancourt, aunque más ignorada que la de éste. La vinculación se da por cuanto fue ella la continuadora de la obra iniciada por el Hermano Pedro en 1672, obra que coincidentemente fue suprimida en Guatemala en la fecha en que nacía la niña Vicenta Rosal Vásquez, en el año 1820 como queda dicho.

La Orden Betlemita iniciada por el Santo Hermano Pedro fue cancelada en Guatemala a causa de la sanción decretada en Cádiz en octubre de 1820 cuando se restablece la Constitución Gaditana. Finalmente la decisión no se llegó a cumplir pues el presidente Gaínza se había plegado a los ofrecimiento de los Aycinena.

Volviendo a la vida de Vicenta, cuando joven era reconocida en la sociedad quetzalteca como una persona alegre, jovial y muy comunicativa, por lo que sorprendió a su familia y amigos cuando con 18 años de edad, en 1838, decidió ingresar al Convento Betlemita de la Capital, a la sazón atendido por dos sacerdotes ancianos, y con muy pocas monjas y ninguna novicia para atender a los niños y familias pobres a las que dedicaban su esfuerzo. En aquella época las normas de vida del convento en la Capital se habían relajado, por lo que ya como superiora Sor Encarnación Rosal se dio a la tarea de reformar la vida monástica, logrando que muchas jovencitas ingresaran al convento atraídas por su fama de santidad.

En 1861, después de reformar la Orden Betlemita y fortalecerla en la Capital, volvió a Quetzaltenango, en donde fundó un colegio y un Convento para novicias. Cuando la Revolución Liberal de 1871, el general Justo Rufino Barrios ordenó que el Convento abriera sus puertas, y que las monjas dejaran de usar el hábito característico, pero Sor Encarnación Rosal se opuso al general Barrios, siendo apoyada por la ciudadanía quezalteca, de manera que el general Barrios, temiendo una insurrección generalizada, dio marcha atrás en su instrucción. Pero al final las monjas fueron expulsadas del país, como la mayoría de religiosos, por lo que Sor Encarnación se dirigió a Costa Rica con sus compañeras, en donde inició varios proyectos de servicio, como escuelas, hospitales y centros de atención para los pobres, siendo por lo tanto muy querida en aquel país. Para su infortunio la ideología liberal llegó también a Costa Rica y en 1885 el Presidente Próspero Fernández ordenó su expulsión, y tuvieron que abandonar Costa Rica y trasladarse, en condiciones muy difíciles, a Colombia, en donde Sor Encarnación Rosal fundó varias escuelas y noviciados, para luego trasladarse a Ecuador, su destino final, en donde murió el 25 de agosto de 1886 en Tulcán como consecuencia de los golpes sufridos al haberse caído de un caballo. El cuerpo incorrupto de Sor Encarnación Rosal se encuentra en una urna de cristal en la Capilla del Sagrado Corazón en la Ciudad de San Juan de Pasto, en el Departamento de Nariño, Colombia, lugar cercano a la frontera con Ecuador, en donde es venerada por la feligresía de aquella Ciudad. Fue beatificada en 1997, y se le tiene mucha devoción en Costa Rica, en Italia, en Ecuador y Colombia. La causa para su santificación está en proceso ante la Santa Sede; y en Quetzaltenango se espera con ilusión una resolución favorable al respecto.

Una verdadera “Flor de Xelajú”, cuyo ejemplo de esfuerzo, santidad y entrega es digno de ser reconocido por todos los guatemaltecos.

Ilustración 31: Edificio en el que funcionó la Universidad de Occidente.

La antigua Universidad de Occidente

(Se hace la aclaración que con esta denominación funciona actualmente una universidad con sede central en Quetzaltenango, pero que no tiene ninguna relación con la “antigua” Universidad de Occidente cuya historia se relata a continuación)

El contar con una Universidad autónoma en Quetzaltenango fue un sueño acariciado por décadas, y no fue sino hasta el 20 de Noviembre de1876 que el ideal cristalizó al ser fundada la Universidad de Occidente como una Institución de estudios superiores, asunto que promovió el Presidente General Justo Rufino Barrios. La Universidad de Occidente fue una entidad autónoma de la Universidad Nacional, y ambas eran coordinadas por la Secretaria de Instrucción, con lo que se lograba un continuo entre la educación básica (bachilleratos) y la escuela superior. Esta modalidad se sigue en algunos países, como Francia, en donde la educación básica y universitaria son coordinadas desde el Ministerio de Educación, con lo que logran una “ruta crítica” conducente desde la primaria hasta la universidad. Hoy el sistema educativo guatemalteco carece de esa lógica de continuidad, y aun cuando el Curriculum Nacional Base prepara a los jóvenes para la Universidad, únicamente entre un 4 o 5% de ellos llega a las aulas universitarias.

Volviendo al tema de la Universidad de Occidente, ésta funcionó temporalmente en las instalaciones del Instituto Normal para Varones de Occidente, INVO, y más tarde en instalaciones propias situadas en la Sexta calle (calle de San Sebastián) y décima Avenida, atrás de la Iglesia Catedral. Temporalmente funcionó en la 1a calle entre 13 y 14 Avenidas de la Zona 1 (hoy sede del Bufete Popular de la USAC). El primer Decano de la Facultad de Derecho fue el Doctor D. Manuel Aparicio.

Para su sostenimiento el Gobierno de la República ordenó que lo recaudado por Alcabala en los ocho Departamentos de los Altos lo percibiera la Universidad de Occidente; los Departamentos eran: Sololá, Quiché, Totonicapán, Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango, Retalhuleu y Suchitepéquez. Las escuelas facultativas que funcionaron eran la de Derecho y Notariado, la Facultad de Medicina y Farmacia e Ingeniería.

Uno de sus alumnos más conspicuos fue don Manuel Estrada Cabrera, quien se graduó de Abogado y Notario, y quien irónicamente fue quien prohibió su reconstrucción cuando con motivo del terremoto del 18 de Abril de 1902 quedó parcialmente destruida. Y aun cuando pudo haber funcionado en otro lugar, el Presidente Estrada Cabrera prohibió en definitiva su reapertura. La razón de esta negativa se dice fue porque en la Universidad de Occidente había un grupo de docentes y estudiantes contestatarios y críticos a una Presidencia que ya daba signos claros de dictadura.

A continuación se transcriben algunos considerandos del Decreto 167 mediante el cual el Presidente de la República de Guatemala, General Justo Rufino Barrios, autorizó el funcionamiento de la nueva Universidad. Racionalidades éstas que aun hoy se pueden considerar válidas:

- “Que no puede existir verdadera libertad donde falta la ilustración...”

- “Que para realizar tan importante objeto, es conveniente que la enseñanza superior no quede vinculada de una manera exclusiva a la Universidad de ésta Capital...”

- “Que el Gobierno está en la obligación y tiene el deseo de hacer que todos los Departamentos de la República lleguen cuanto antes a disfrutar del grado de prosperidad a que están llamados por sus especiales circunstancias, y tomando en cuenta las que concurren en los de los Altos...”.

Lástima grande que las autoridades de la Universidad de San Carlos (USAC), universidad estatal, no se inspiren por aquellos fundamentos y permitan la creación de universidades autónomas regionales. El excesivo centralismo de la USAC no permite que las regiones del país cuenten con universidades (financiadas igualmente por el Estado) que respondan mejor a los intereses y potencialidades de los diversos territorios de la Nación.

Ilustración 32: Comisión de Ingenieros para la demarcación de límites entre Guatemala y México. Estuvo integrada por el Jefe de la Comisión Claudio Urrutia (al centro), los ingenieros Manuel Amézquita, Fabián Ortiz y Ricardo Walker; y los ayudantes Rafael Aldana, Abraham Flores, Víctor Mejía y Francisco Reyes.

De cómo Guatemala perdió 50 mil Kilómetros cuadrados.

En el año 1882 el Presidente de la República de Guatemala, General Justo Rufino Barrios Auyón, viajó a la ciudad de Washington, Estados Unidos de América, acompañado de su joven y culta esposa doña Francisca Aparicio Mérida, a quien el Presidente hacía acompañarle por ser ella una persona educada, de refinado trato y bilingüe (hablaba perfectamente el inglés).

El viaje a Washington tuvo el propósito de solicitarle al Presidente de los Estados Unidos de América, Señor Chester Alan Arthur, su “anuencia” y apoyo para lograr el gran anhelo de Barrios: la unión de Centroamérica en una República Federal. Se dice que al Presidente Arthur la idea le pareció bien, condicionándola únicamente a tener el visto bueno de los Presidentes de las demás provincias del que fuera el Reino de Guatemala.

La cita con el Presidente Arthur fue gestionada por el Doctor Lorenzo Montúfar, quien era Ministro Plenipotenciario de Guatemala ante aquel país. Dicha cita tuvo que posponerse (de las 3 de la tarde a las 9 de la noche) a solicitud del Presidente Barrios quien había llegado a puerto ese mediodía con su esposa indispuesta por un embarazo avanzado, a lo que el Presidente Arthur accedió por graciosa atención al Presidente del pequeño país centroamericano (Ver nota de prensa en pagina 196).

Durante la reunión de presidentes, y previo a tratar el tema que a Barrios interesaba, el Presidente Arthur solicitó a Barrios una solución definitiva al conflicto permanente de la posesión territorial del Soconusco, parte de las Verapaces y norte del Petén, ocupados militarmente por México en 1842 durante la presidencia de Antonio López de Santa Anna; región que por más de 60 años, desde la Independencia en 1821, estaba aislada y abandonada por Guatemala, país al que en derecho pertenecía dicho territorio desde la época colonial. Este territorio era reconocido como “Provincia de Chiapa”, dependencia de la Provincia de Guatemala del Virreinato de Nueva España.

Arthur planteó que siendo éste un permanente riesgo para la seguridad de los países, incluidos los Estados Unidos de América, convenía solventarlo. El Presidente Justo Rufino Barrios, en una decisión personal, cedió el Soconusco y buena parte de las Verapaces (hoy el Estado de Chiapas), y norte de Petén (Campeche) a México, sin más beneficio que el apoyo - condicionado por cierto - de Arthur a la pretensión de Barrios de unir Centroamérica por la fuerza. Para ello más tarde Barrios compró fusiles que fueron utilizados en la frustrada invasión a El Salvador que le causó la muerte el 2 de Abril de 1885 en Chalchuapa.

Volviendo al año 1882, el día 27 de Septiembre de aquel año, el Ministro Lorenzo Montúfar se vio forzado por el Presidente Barrios a negociar con México el Tratado de límites entre ambos países, mediante el cual Guatemala renunció en forma definitiva a sus posesiones en Chiapas y Soconusco, territorios con un área de 50,000 Kilómetros cuadrados. A continuación transcribo, textualmente, los dos artículos del Tratado de límites:

Artículo 1. La Republica de Guatemala renuncia para siempre los derechos que juzga tener al territorio del Estado de Chiapas y su Distrito de Soconusco, y en consecuencia, considera dicho territorio como parte integrante de los Estados Unidos Mexicanos.

Artículo 2. “La República Mexicana aprecia debidamente la conducta de Guatemala y reconoce que son tan dignos como honrosos los fines que le han inspirado la anterior renuncia, declarando que, en igualdad de circunstancias, México hubiera pactado igual desistimiento. Guatemala, por su parte, satisfecha con ese reconocimiento y esta declaración solemne, no exigirá indemnización de ningún género con motivo de la estipulación precedente”.

Como consecuencia de lo anterior, antes que el Tratado fuera firmado, el Doctor Lorenzo Montúfar presentó su renuncia al Presidente el día 2 de Agosto de 1882.

Ilustración 33: Desfile de la Feria de la Independencia.

La Feria de Independencia en Xela

Quetzaltenango celebraba desde la época colonial su “fiesta patronal” el 7 de octubre de cada año en honor a la Virgen del Rosario. Pero a partir de la Revolución de 1871, cuando los liberales se hicieron con el poder político en Guatemala y como parte de su estrategia de secularización del Estado, además de expropiar propiedades a la Iglesia católica y expulsar sacerdotes y monjas, cambiaron las fechas de celebración popular instituyendo la fiesta como una “Feria de Independencia” a conmemorarse durante los días cercanos al 15 de septiembre de cada año. Fue así como el 17 de junio de 1884 el presidente de Guatemala, general Justo Rufino Barrios, aduciendo solicitud que le llegó de la Jefatura política del departamento, y específicamente de las municipalidades de Quetzaltenango y Salcajá, y, según reza el acuerdo gubernativo: “...teniendo en consideración que las festividades de tal naturaleza son de positivo beneficio para los pueblos ya que contribuyen al desarrollo de su comercio, agricultura e industrias; y de conformidad con lo pedido por el Ministerio Fiscal acuerda: 1) Crear dos ferias anuales que tendrán lugar, una en la ciudad de Quetzaltenango durante los días 14, 15 y 16 de septiembre, y la otra en el pueblo de Salcajá en los días 18, 19 y 20 de julio....”. Siendo Alcalde 1ro. de Quetzaltenango el licenciado Juan Pablo Maldonado, el 29 de julio de 1884 en sesión municipal conformó la Comisión de Feria, nombrando al efecto al regidor Vicente Mazariegos, a don Jacobo Paganini y don Florencio Juárez para hacerse cargo de “la distribución de lugares para los trabajos concernientes a los preparativos de la feria, encomendándoles los adornos de la plaza, calle de Morazán y calzada de La Ciénaga (se esperaba la llegada del señor general Presidente), autorizándose el gasto que cause, hasta la suma de 500 pesos”. Fungía como Comandante don Gabriel Pinillos, heredero del que fuera el Primer Alcalde de la Ciudad de Quetzaltenango en 1806.

Hoy, pasados cerca de 130 años después de la primera Feria de Independencia, la misma se sigue celebrando anualmente. Entre las actividades cabe destacar como parte importante la celebración de los Juegos Florales Centroamericanos, la elección de Reina de belleza nacional, los desfiles escolares alegóricos a la Independencia, y una fiesta popular multitudinaria realizada en el Centro de Ferias y Mercadeo de Quetzaltenango (Cefemerq), espacio dedicado al evento y que fue construido exprofeso en 1984 para celebrar el primer centenario de la Feria de Independencia.

Las primeras Ferias de Independencia se realizaron en las faldas del Cerro “El Baúl”, lugar en que hoy se ubica la colonia Roberto Molina. En ese sitio don Juan Aparicio construyó un hipódromo en que se realizaban carreras de caballos; además se construyeron salones para los bailes sociales y la exhibición de productos.

Más tarde, en 1936 la feria se trasladó al barrio La Ciénaga, en la Zona 2, cercano a donde hoy se encuentra el Monumento a la Marimba, obra del artista quetzalteco Rodolfo Galeotti Torres; y luego se instaló en los campos de la feria cercanos al Templo a Minerva (construido durante el gobierno del también quetzalteco licenciado Manuel Estrada Cabrera).

El intento liberal de cambiar la fecha de celebración para borrar la festividad religiosa no fue “total”, pues en Quetzaltenango se sigue celebrando con gran pompa y devoción a la Virgen del Rosario el día 7 de octubre, actividad que se extiende durante todo el mes con mucha participación popular.

Ilustración 34: Municipalidad Indígena de Quetzaltenango. Foto de Piggot y Lesher que apareció en La Ilustración Guatemalteca (1897).

La última Alcaldía indígena de Quetzaltenango

Durante la Colonia, y acorde a normativas que ordenaba la Corona española, en aquellos territorios con importante cantidad de población indígena debía haber un Gobernador indígena, quien era escogido entre los Principales y que ocupaba el puesto por largos periodos, tiempo que algunos de ellos, según consta en documentos históricos, aprovecharon para enriquecerse, utilizando para ello sus buenas relaciones con los españoles. El Gobernador indígena dependía del Corregidor y del Cura Doctrinero, quienes eran las más altas autoridades. Quetzaltenango fue uno de esos Corregimientos gobernados por un gobernador indígena.

Funcionaba también en la época colonial la Alcaldía indígena. Recorde mos que Quetzaltenango fue hasta 1806 lo que se denominaba un “Pueblo de Indios”. Funcionaba también un Cabildo de Quetzaltenango, hasta que en 1806 que se declara a Quetzaltenango como Ciudad, se conforma un Ayuntamiento y se nombra un Alcalde, siendo el primero en ocupar el puesto Francisco de Gregorio y Pinillos.

Esta forma de gobierno continuó aun después de la independencia de España, especialmente durante los gobiernos conservadores del siglo XIX. Fue hasta la llegada de los liberales cuando los principales k’iche’ solicitaron al gobierno central se suprimiera el cargo de gobernador, hastiados sin duda de los abusos de sus propios gobernadores, siendo los dos últimos José María de Paz y Antonio Cajas.

Más tarde, ya en 1879 la Municipalidad ladina propuso que se integrara un solo gobierno para el Municipio, eliminando el sistema dual de Ayuntamiento y Alcaldía Indígena (Cabildo), siendo ésta abolida en 1894. Inmediatamente los principales k’iche’ solicitaron que hubiese un tercer alcalde indígena, y seis concejales k’iche’, lo cual fue aceptado y funcional durante mucho tiempo. Vale la pena revisar la solicitud que por escrito elevaron al gobierno de José María Reina Barrios en 1894, suscrita por el Alcalde indígena Santiago Coyoy: “[...] Vosotros deseáis el adelanto político de nuestra raza, porque estáis convencidos de que, contribuimos con agrado a la realización del progreso de la patria, cultivaremos la inteligencia de nuestros hijos cuando tengamos elementos para ello y contribuiremos a la revolución social y política del país el día en que el ambiente moral de la república nos permita el desarrollo benéfico y armónico de nuestras facultades naturales [...] anhelamos la regeneración de lo indio para obtener en lo posible la igualdad civil y política, que es la base de las democracias [...] en resumen pedimos que se establezca que el Alcalde tercero, el Síndico segundo y seis Regidores de la Municipalidad sean precisamente indígenas”.

Durante varios periodos municipales se siguió con la propuesta; hasta que con la llegada del gobierno del Presidente Ubico se suspendió la elección de los gobiernos locales, optándose por el nombramiento de intendentes. Y a partir de la caída de Ubico se restableció la elección, pero sin la obligatoriedad de la “cuota” sugerida por los principales K ́ichés a finales del siglo XIX. En prácticamente todos los Concejos municipales de Quetzaltenango hubo varios concejales indígenas, pero no es sino hasta 1996 cuando la casi totalidad de las autoridades municipales son indígenas, con el triunfo de Rigoberto Quemé apoyado por el Comité Cívico Xel Jú. La gestión del Licenciado Rigoberto Quemé fue eficiente, pues logró en su periodo una planificación profesional que redundó en la donación de recursos del gobierno japonés para un sistema de agua potable; de la misma manera logró la planificación de un sistema de drenajes (que aún no se implementa); la organización de una oficina de información con datos socio demográficos de la Ciudad PROINFO (especialmente importante para la planificación), y la vinculación con diversos sectores de la sociedad.

En las subsiguientes corporaciones, incluida la actual, hay representación indígena que en términos generales responden a los partidos políticos proponentes más que a lógicas étnicas.

Ilustración 35: Fachada Actual del INVO.

De Seminario Tridentino a Instituto Nacional para Varones de Occidente (INVO).

La “Compañía de Jesús”, orden religiosa conocida como “los jesuitas”, fue fundada por San Ignacio de Loyola en 1534 para hacer frente a la reforma protestante y como apoyo al Papa, buscando mediante la educación y acción misionera, reconquistar la fe católica. Pronto adquirieron gran prestigio en Europa y otras partes del mundo.

En 1606 fundaron en Santiago de los Caballeros (hoy Antigua Guatemala) el colegio “San Lucas”, y más tarde, en 1690, el de San Francisco de Borja en la misma Ciudad. En 1767 fueron expulsados por un piquete de “Dragones” ordenados por el Fiscal Felipe Romana y Herrera, atendiendo instrucciones del Rey Carlos III, monarca Borbón temeroso de que la educación que ofrecían los Jesuitas en sus colegios y seminarios fuera adversa al sistema absolutista que la Corona imponía, acusándoles también, aunque falsamente como instigadores del Motin de Esquilache. Entre los Jesuitas expulsados estaba el poeta Rafael Landívar, autor de la Rusticatio Mexicana, magnífica obra escrita en latín.

Años más tarde, en 1844, asume el poder el Brigadier Rafael Carrera y Turcios, quien firma una alianza con el Vaticano - un Concordato - con lo que la educación recuperó su fuero religioso de tipo neo-escolástico y con ello los jesuitas vuelven a Guatemala en 1851, estableciéndose en la Ciudad Capital y en Quetzaltenango. Como sabemos, pocos años antes el Jefe de Estado Doctor Mariano Gálvez (quien gobernó de 1831 a 1838), había impuesto el sistema Lancasteriano en la educación.

Los jesuitas fueron nuevamente expulsados del país por orden del General Justo Rufino Barrios, para volver el año 1938 en forma definitiva y hacerse cargo de la Iglesia de la Merced. Fundan la Universidad Rafael Landívar en 1961, y colegios como el Liceo Javier y el Colegio Loyola. Poco antes de su expulsión ordenada por Barrios, los Jesuitas fundaron en Quetzaltenango el Colegio Seminario de San José de Calasanz y construyeron la Iglesia de San Nicolás en el lugar que hoy ocupa el Parque dedicado a la Madre, contiguo a lo que fuera el Colegio de San José, hoy Instituto Normal para Varones de Occidente, INVO. La Iglesia quedó destruida a causa del terremoto de 1902 y tuvo que ser derribada.

Su expulsión de Quetzaltenango se debió a que por influencia del gobierno liberal fueron acusados por el Cabildo de Quetzaltenango de incidir en la conciencia de sus alumnos, y de incitar a la rebelión; bajo este argumento fueron expulsados y enviados a la Capital, de donde se les ordena su salida del país, trasladándose a Costa Rica. Inmediatamente Justo Rufino Barrios “atendió” la solicitud del Cabildo quetzalteco ordenando la instalación del Instituto Nacional en las propiedades que pertenecieran a los Jesuitas y en donde había funcionado el Colegio y Seminario de San José.

En julio de 1872, Justo Rufino Barrios ordenó la nacionalización de los bienes de los Jesuitas, con lo que el antiguo edificio del Colegio de San José de Calasanz pasó a ser en definitiva el Instituto Nacional, y más tarde Instituto Nacional para Varones de Occidente, INVO, financiado con el producto de la finca “El Patrocinio”, también confiscada a los Jesuitas.

El actual edificio en que funciona el INVO fue construido entre 1907 y 1914 bajo la dirección de los arquitectos Mariano Guerrero y Carmen Rímola. Trabajó como Maestro de obra don Agatón Boj Velasco. Al mismo tiempo se fundaba el Instituto como entidad educativa, según lo dispuesto en Acta Municipal del 11 de Agosto de 1871 que, entre otros puntos, expresó como justificantes: “impedir que se gaste infructuosamente los siete años más preciosos de los jóvenes estudiantes en el estudio estéril del latín”, así como: “Proponer al Gobierno provisorio la secularización de la educación conforma a las exigencias del siglo”.

El primer director del Instituto fue el cubano Anselmo Valdés quien al igual que José Martí llegaron al país invitados por el gobernante Miguel García Granados. El INVO en sus más de cien años de historia ha graduado a distinguidos ciudadanos; entre ellos a ex-presidentes de la República de origen quetzalteco: Manuel Estrada Cabrera y Jacobo Arbenz Guzmán. Estudió allí el también liberal y quien más tarde sería presidente de la Republica: José María Reina Barrios.

Ilustración 36: Fotografía actual Parque Central de Quetzaltenango.

La Plaza Mayor de la Ciudad de Quetzaltenango

La Plaza Mayor o Parque Central de Quetzaltenango (denominado actualmente como Parque a Centroamérica), encierra un profundo contenido histórico el que, para propósitos de rápida comprensión, podemos dividir en dos periodos: el de la época colonial, cuando a su alrededor se contaba con construcciones de adobe y techumbres de teja; y el periodo de su actual configuración, con edificios en piedra de estilo Neoclásico o como también se le conoce: Clasisista; construidos desde mediados del Siglo XIX y principios del Siglo XX, época de auge en la producción y exportación de café de la región sur-occidental del país.

El prefijo “Neo” (de Neoclásico) hace referencia a su relación con un periodo artístico del pasado, en este caso al conocido como Clásico de Grecia y Roma, con construcciones muy simétricas y columnas dóricas, jónicas o corintias. Es importante destacar que la expresión que vemos en el arte (la arquitectura en este caso), refleja la vida social de su época

Sobre el pasado Colonial se sabe que circundaban la Plaza Mayor varios edificios: el del Corregimiento provincial y la diputación consular; la administración de la pólvora, el salitre y el naipe; la receptoría de alcabalas; la estafeta de correos y la delegación de tierras, edificaciones éstas que denotan la importancia que desde entonces tenía la Ciudad que, como lo refiere Pedro Cortés y Larraz en su “Descripción geográfica de la Diócesis de Goathemala”, (1768) era “un pueblo crecido y hermoso, con calles bien formadas y casas de teja, con mucho comercio y en donde se proveen de todo lo necesario esta provincia como las de Totonicapán y Sololá”.

Los edificios alrededor de la Plaza Mayor se encontraban de la siguiente manera: al norte el portal de Sánchez o de las panaderías (actualmente sitio que ocupa el edificio de Banco Industrial, diseño original de Carmen Rímola); al oriente el portal de Anguiano o de las mantequeras (hoy sitio del Edificio Rivera, diseñada por Francesco D ́Amíco); la Casa Consistorial (hoy lugar del Edificio de la Municipalidad, diseño de Domingo Goicolea); y la Iglesia del Espíritu Santo y Convento de los Franciscanos (hoy sitio de la Catedral de Quetzaltenango y sede del Arzobispado de los Altos). Al sur se localizaba el Cementerio, en terreno que pertenecía a la Iglesia (en este sitio se construyó por órdenes del General Justo Rufino Barrios el Edificio de la Penitenciaria, hoy Casa de la Cultura). Al poniente el Convento de Belén (lugar que ocupa la Casa Noj, y que fuera propiedad del Licenciado Manuel Estrada Cabrera y más tarde el edificio de Gobernación). Y en donde hoy se encuentra el edificio conocido como Pasaje Enríquez (diseño de Alberto Porta) se encontraba el Cuartel General, edificio de dos plantas que fuera la “Casa Real” y sede del Corregimiento. Le sigue al nor-poniente el edificio que hoy ocupa el hotel Villa Real.

Al centro de la Plaza Mayor se localizaba el portal de las Banderillas, que dividía la plaza en dos espacios, uno, el del norte, dedicado al comercio (mercado), con una fuente central que abastecía de agua a la población; y del lado sur de la plaza el espacio dedicado a usos religiosos, en medio del cual se encontraba una gran cruz de madera.

Del diseño de la Plaza Mayor, construida en forma de damero según la tradición española, tenemos evidencia en grabados que realizo el escocés Frederick Catherwood en el año 1840, y fotografías del fotógrafo inglés Eadward Muybridge realizadas en 1875.

En la mitad de la Plaza Mayor, como mencionado, se encontraba el portal de las Banderillas, y en 1861 se construyó una torre con un reloj en su parte superior, torre que se conocía como la Torre del Rolex, la cual fue demolida en 1902 transformándola en la Torre de Centroamérica, la cual a su vez fue “dinamitada” por órdenes del General Jorge Ubico el año 1935, quien también ordenó el traslado del Quiosco que adornaba la plaza al Parque a Minerva (cercano al actual Zoológico), construyéndose un redondel con sillares en piedra, columnas y remate superior en forma de anillo. En el sitio que ocupaba la torre se construyó el monumento a Justo Rufino Barrios (obra del escultor Rafael Yela Günther). Previo a ello, ya en 1899 se demolió el Portal de las Banderillas, diseñándose de nuevo la Plaza por los ingenieros Camey y Aguilar Peláez (1901), conformándose como los Jardines de la Unión y los Jardines de la Juventud.

Los edificios que rodean el Parque a Centroamérica de Quetzaltenango son de estilo Neoclásico (Clasisista); y el conjunto que hacen con el Parque constituyen una unidad monumental de gran belleza, único en Latinoamérica.Los edificios que rodean el Parque a Centroamérica de Quetzaltenango son de estilo Neoclásico (Clasisista); y el conjunto que hacen con el Parque constituyen una unidad monumental de gran belleza, único en Latinoamérica.

Ilustración 37: Pasaje Enriquez.

El “Pasaje” que no llegó a conocer don Mariano

Sin duda uno de los edificios más icónicos de la Ciudad de Quetzaltenango es el Pasaje Enríquez, inaugurado el año 1900 y construido por el Arquitecto Alberto Porta y decorado por el artista Luis Liutti; ambos italianos.

El propietario original de este inmueble fue don Mariano Enríquez Mérida, nacido el 2 de Agosto de 1821 en la Ciudad de San Marcos; hijo de Diego Francisco Enríquez y Eusebia Mérida, quienes, siendo aún niño Mariano, se trasladaron a la Ciudad de Quetzaltenango. Ya mayor Mariano casó con doña Pascuala Meoño, miembro de acaudalada familia quetzalteca.

Siendo Regidor cuarto de la Municipalidad le correspondió a don Mariano firmar el acta de adhesión al movimiento revolucionario de 1871; por ello, y su amistad con el General Justo Rufino Barrios, fue nombrado el 15 de Julio de 1872 como Jefe Político de la Ciudad de Quezaltenango. Sus relaciones políticas continuaron con el gobierno del General Manuel Lisandro Barillas, quien le otorgó los despachos de Coronel el año de 1885.

Don Mariano fue reconocido por su empeño en apoyar la educación, habiendo derogado en Quetzaltenango la Ley de Educación Primaria, más conocida como Ley Pavón, misma que fuera aprobada durante el régimen del Presidente Rafael Carrera, y que establecía que la educación sería conforme a la doctrina católica. Durante su función como Jefe Político donó su salario completo para la construcción del edificio en donde funcionó el “Colegio de Occidente”, y colaboró con los salarios de los maestros de las Escuelas Públicas de la Ciudad. A él se debió la puesta en práctica de los métodos de lectura que en su momento fueron más avanzados y racionales, mismos que se usaban en la República de Argentina realizados por el insigne Domingo Faustino Sarmiento, quien fuera además de político (fue Presidente de la Argentina de 1868 a 1874), docente, periodista y escritor.

Don Mariano Enríquez murió 5 de junio del año 1890, a los 69 años de edad en su finca “Los Desamparados” situada en San Felipe Retalhuleu, y enterrado en el Cementerio General de Quetzaltenango. No vio concluido el edificio que mandó construir en el solar que adquirió para ese propósito de la familia Valladares, y que antes fuera sede del Cuartel General en un edificio de dos plantas que sirvió además como Casa Real y sede del Corregimiento.

El Pasaje Enríquez fue diseñado para una función habitacional y comercial en dos alas con un pasaje en el medio que se cubre con un techado de estructura metálica y placas de cristal. Ocupa una manzana de terreno y está situado entre la 12 y 13 Avenidas y 4 y 5a calles de la Zona 1 de la Ciudad, con su entrada principal sobre la 12 avenida, frente al Parque a Centroamérica. En el otro extremo el acceso puede hacerse del lado de la 13 avenida. En ambos accesos se instalaron grandes puertas de hierro forjado con diseños también elaborados por el artista Liutti.

Actualmente se llevan a cabo variadas actividades en el Pasaje Enríquez que siguen dándole vida a éste. Es muy visitado por turistas y propios del lugar, pues en su interior se encuentran algunos restaurants y bares tradicionales, como el famoso y muy visitado “Bar Tecún”, lugar en el que el poeta Rudy Solares Gálvez escribió, en una noche de bohemia, su famoso poema La Marimba, que reza: “cimbra marimba tu canto [...] tu arpegio de oro es un poema canoro.... que se quiebra en madrigal de dulce melancolía [...]”

El estilo arquitectónico del edificio es Neo-clásico, haciendo “juego” con el resto de edificios de la Plaza Mayor, hoy Parque a Centroamérica. Una auténtica joya arquitectónica; ¡pero don Mariano ya no la conoció!

Existen otros dos edificios en Guatemala Capital con similares propósitos: El Pasaje Aycinena y el Pasaje Rubio, ambos en la Zona 1 central.

Ilustración 38: Antigua fachada del Palacio Municipal.

El Palacio Municipal de Quetzaltenango

El Palacio Municipal de Quetzaltenango El primer Alcalde español que tuvo Quetzaltenango, nombrado por el “Real y Noble Ayuntamiento de Quetzaltenango de la Real Corona”, - cuando aún ésta no era declarada como “Ciudad”, nominación que obtiene hasta el año 1825-, fue don Francisco de Gregorio y Pinillos, quien se hace cargo del puesto el 2 de enero de 1806. Poco se conoce del señor Pinillos. Se sabe únicamente que era nacido en España, y que su apellido materno fue Urbina, familia ésta que poseyó una encomienda en parte del territorio de la actual Salcajá (los conocidos como Llanos de Urbina).

Durante su breve mandato el señor Pinillos ejerció el cargo desde su casa familiar, costumbre que siguieron varios Alcaldes posteriores; entre ellos cuenta don Juan Antonio López, quien lo ejerció los años 1810 y 1811. El año siguiente, 1812, el Alcalde, don Miguel Palomo dispone la compra de un terreno para la construcción de un edificio que albergara al Ayuntamiento, al que una vez construido denominaron como “Casa Consistorial”, lugar que actualmente ocupa el edificio de la Municipalidad de Quetzaltenango.

Debido al severo terremoto del año 1853 el edificio quedó dañado, por lo que hubo que reconstruirlo, ésta vez cediendo un espacio para la Escuela de Primeras Letras, regentada por la misma Municipalidad.

El edificio que hoy conocemos inició a construirse el año 1881, cuando el Ayuntamiento solicita al Aparejador don Domingo Goicolea y Urréjola la planificación y construcción de lo que sería la sede definitiva de la Municipalidad de Quetzaltenango. (Aparejador era un grado académico que otorgaba la Universidad española previo al de Arquitecto). El Aparejador Goicolea había recién concluido el edificio para la Cárcel, el cual hoy es ocupado por la Casa de la Cultura y la Biblioteca Municipal, cambio de uso éste llevado a cabo durante la alcaldía del Doctor Alberto Fuentes Castillo a principios de los años 60 del siglo recién pasado.

Para la construcción del edificio municipal se importó de San Francisco California las puertas, los techos de hierro, lámparas y alfombras. Los 38 balcones con que cuenta el edificio los realizó don Feliciano Rodríguez por un valor de 2,514 pesos; y las puertas de madera interiores las elaboró don Manuel Martínez, a un precio de 10 pesos cada una, utilizando madera importada y aportada por la Municipalidad. Las paredes de piedra trabajadas bajo la dirección del artesano-cantero don Agatón Boj, quien fue el más cercano colaborador de don Domingo Goicolea. El estilo de la edificación es del denominado Neo-clásico, guardando armonía con el otro edificio recién concluido como Cárcel de la Ciudad en el solar que antes fuera parte del Cementerio de la Ciudad.

Por motivo del terremoto del 18 de abril de 1902 el Palacio Municipal quedó severamente dañado, ordenando el Presidente Licenciado Manuel Estrada Cabrera, quien había sido Alcalde de la Ciudad, su inmediata reparación para lo cual dispuso la participación de más de mil obreros. Hoy nuevamente el edificio se encuentra agrietado en algunas partes, con un desplome de más de 6 centímetros en la fachada del mismo.

No es sino hasta el año 1957 en que bajo la dirección del Ingeniero Jorge Miralbés Rubio se concluye la escalinata que conduce del jardín interior a la parte oriental del edificio, área en la que se ubican las oficinas del Alcalde y del salón de sesiones del Concejo. En el jardín central se pueden observar bellas esculturas en mármol, así como un pequeño “altar de la Patria” con el fuego ceremonial significando la Llama de la libertad.

En la parte poniente del Palacio, en el lado de la fachada principal que se orienta hacia el Parque a Centroamérica, se ubica, (en el segundo piso) el Salón de Honor de la Municipalidad, un bello y ornamentado espacio en el que en su principal frontispicio pueden observarse los escudos de los Estados de la Unión Centroamericana, ocupando lugar preponderante el escudo del Estado de los Altos. En los laterales del Salón se encuentran las fotografías de los exalcaldes de la Ciudad y de otras personalidades importantes de la historia local y nacional.

Ilustración 39: Sinforoso Aguilar Pérez.

La fatalidad de don Sinforoso Aguilar

El Licenciado Sinforoso Aguilar Pérez debe ser considerado como un ilustre quetzalteco quien, a pesar de haber contribuido al bienestar de su país, tuvo un final fatal al haber sido fusilado junto con otro ilustre quetzalteco, don Juan Aparicio Mérida, por órdenes del entonces presidente de la República, General José María Reina Barrios.

Sinforoso Aguilar fue hijo de Alejandro Aguilar y Ana Josefa Pérez, habiendo nacido en Quetzaltenango el 1 de julio de 1865. Muy joven, en el año de 1883, se graduó de Bachiller en el Instituto Nacional para Varones de Occidente, INVO. Luego se trasladó a la ciudad Capital en donde se graduó de Abogado y Notario en el año de 1887. Ese mismo año fue electo Diputado a la Asamblea Constituyente. Concluida esa función es nombrado Sub-secretario de Fomento.

Pocos años después Sinforoso Aguilar se traslada a Quetzaltenango en donde se dedica por un tiempo a la docencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Occidente. Más tarde en el año 1897 es electo Alcalde Primero de Quetzaltenango, puesto en el que, a pesar de ocuparlo durante menos de un año, logró llevar adelante importantes proyectos; pero que a su vez representó su desgracia como veremos luego.

José María Reina Barrios tomó posesión de la Presidencia el 15 de marzo de 1892 para un periodo que concluiría seis años después. Al inicio de su gobierno realizó una extraordinaria obra física, especialmente en la Ciudad Capital; entre ellas el Boulevard 30 de Junio (hoy Avenida de la Reforma). Esa y otras construcciones, más la organización de una “Feria Internacional”, la cual fue considerada un total fracaso, llevaron al país a una severa crisis en las Finanzas del Estado, generándose malestar en la población. Pero lo que realmente provocó una auténtica revolución, fue la decisión del Presidente Reina Barrios de prolongar su periodo presidencial hasta 1902, para lo que disolvió la Asamblea Legislativa el 1 de junio de 1897 y convocó a una Asamblea Constituyente.

Siendo Alcalde don Sinforoso Aguilar se le recuerda por mantenerse firme en su decisión al recomendar a la Asamblea Constituyente el no permitir la reelección a Presidente, cuando el periodo de Reina Barrios llegaba a término. El 7 de septiembre de 1897 estalló en San Marcos la revolución, comandada por los coroneles Salvador Ochoa y Víctor López; de manera inmediata se conformó un triunvirato de dirección de la revolución. El día 8 de septiembre un batallón de 400 hombres tomó San Juan Ostuncalco y el Jefe Político de Quetzaltenango, don Roque Morales, avisó al Presidente y este ordenó que se tomaran presos como rehenes a los ciudadanos Sinforoso Aguilar y Juan Aparicio Mérida pese a que sabía que no estaban directamente implicados en el alzamiento.

Se sabe que don Sinforoso apoyaba la candidatura presidencial del Coronel Próspero Morales, pero no estaba comprometido en el alzamiento militar surgido en San Marcos. Reina Barrios pensó, ingenuamente que, mandando a encarcelar a aquellos dos personajes notables de Quetzaltenango, los líderes políticos que se habían alzado en armas contra la disposición dictatorial depondrían las armas y suspenderían su marcha sobre la ciudad altense, cosa que no sucedió.

El 13 de septiembre se produjo el ataque de las tropas del Presidente a la ciudad de Quetzaltenango, y sin juicio previo, los detenidos fueron fusilados en la plazuela de San Nicolás, enfrente del actual edificio del INVO. La lucha armada continuó dos días más hasta que se anunció la rendición. Tras finalizarse la revolución, en el acta municipal del 16 de septiembre de 1897 se lee lo siguiente: “(...) se comunicará al Licenciado J. Mariano Molina que ha sido nombrado Alcalde Primero en sustitución de don Sinforoso Aguilar quien fue fusilado el día lunes 13 de los corrientes”. El licenciado Molina renunció al cargo, habiendo sido electo don Enecón Mora, quien completó el periodo.

Este no ha sido el único caso de un Presidente intentando alterar la Constitución para perpetuarse en el poder; poco antes de Reina Barrios lo intentó el también General Manuel Lisandro Barillas y recientemente el Ingeniero Jorge Serrano Elías. Felizmente en todos los casos la ciudadanía se ha opuesto rotundamente, incluso arriesgando la vida, como en el caso comentado.

Ilustración 40: Batallón Voluntario durante la Revolución de 1897

La Revolución de 1897 o “Revolución de Occidente”

“El 7 de septiembre de 1897, el vecindario de San Marcos despertó con la noticia del alzamiento en armas contra el gobierno del General Reina Barrios, quien recién había clausurado la Asamblea Legislativa, declarándose dictador. Este hecho causó el alzamiento militar conocido como la Revolución del 97”

Ese día, 7 de septiembre de 1897, 400 hombres comandados por Salvador Ochoa, Víctor López y Timoteo Molina tomaron el Cuartel Militar de la Ciudad de San Marcos, liberando de la cárcel a los presos (algunos de ellos políticos), incorporándolos de inmediato al alzamiento militar. Mientras tanto, otro grupo mayor tomaba San Pedro, ciudad distante un par de kilómetros de San Marcos, éstos comandados por los jóvenes Francisco Martínez Barrios y Mariano Barrios Escobar. Dirigía estos dos alzamientos simultáneos un triunvirato integrado por el Coronel Próspero Morales, el General Daniel Fuentes Barrios, y el Licenciado Francisco Aguilar, ex Presidente de la Asamblea Legislativa disuelta por el Presidente de la República, General José María Reina Barrios, en su afán de postergar su mandato un periodo presidencial más. Una vez organizados los grupos revolucionarios, se dirigieron a San Juan Ostuncalco, distante unos 15 kilómetros de la Ciudad de Quetzaltenango, destino siguiente de los alzados en armas.

Don Juan Aparicio Mérida se encontraba con su familia esos días en la Planta hidroeléctrica de Zunil, de su propiedad, cuando fue conminado, con engaño, por el Jefe Político y Comandante de Armas de Quetzaltenango, a que se presentara de inmediato. Cuando don Juan se dirigía a la oficina del jefe Político, fue capturado por policías y conducido a un calabozo, del cual lo sacaron bajo el compromiso que debía hacer un “empréstito” urgente de 15,000 pesos para la “defensa de la Ciudad”. Le llevaron custodiado a las oficinas de Kock Hermanos y Co. a que le proporcionaran el dinero en efectivo que hubo de depositar en la Administración de Rentas que controlaba el Jefe Político y Comandante de Armas, Coronel Roque Morales.

En prisión, y ante la imposibilidad de hablar con el Jefe Político, don Juan Aparicio Mérida puso un telegrama al Presidente Reina Barrios, quien lo contestó de la siguiente manera:

“Casa Presidencial, septiembre 8 de 1897. A Juan Aparicio. Enterado de su telegrama; se le complica a Ud. de estar en conexión con el General Fuentes. No obstante de eso, daré orden para que se le ponga en libertad, prohibiéndole que se mueva de esa Cabecera. Reina Barrios”

Don Juan Aparicio Mérida fue amigo del General Daniel Fuentes Barrios, uno de los alzados en armas, y a quien había aportado dineros para su campaña política hacia la presidencia, campaña que se vio frustrada por la decisión de Reina Barrios al declararse dictador por un periodo más, lo que inhibía posibilidades a los otros aspirantes a la presidencia, entre ellos el Coronel Próspero Morales y José León Castillo en el Oriente del País.

Don Juan Aparicio permaneció recluido en el calabozo, al que poco después llevaron también al Alcalde de Quetzaltenango, Licenciado Sinforoso Aguilar, acusado de similares razones. Este calabozo se encontraba pared de por medio del Hospital de San Juan de Dios, proyecto que don Juan Aparicio y su familia habían apoyado de manera importante desde que se iniciara en el año 1848. Entonces, un grupo de quetzaltecos solicitaron a las monjas abrir un boquete para liberar a los presos, pero estas se opusieron por temor.

Durante todo este tiempo, la joven esposa de don Juan Aparicio, doña Dolores Rivera (tenía en esos aciagos momentos menos de 30 años y varios niños pequeños), luchó de manera extraordinaria y desesperada por salvar la vida de su marido, como veremos en siguientes paginas.

Ilustración 41: Monumento en honor a Sinforoso Aguilar y Juan Aparicio, frente al edificio de la escuela de enfermeras.

La Revolución del 97 y el fusilamiento de don Juan Aparicio Mérida

Para procurar la liberación de Don Juan Aparicio, su joven esposa Dolores Rivera intentó hablar con el Jefe Político y Comandante de Armas de Quetzaltenango, Coronel Roque Morales, quien la instó a buscar a los revolucionarios alzados en armas a que depusieran su movimiento como condición para perdonar la vida a don Juan. Ante ello, doña Dolores acompañada únicamente por su hermano, viajó de noche a San Marcos en busca de los líderes del alzamiento, no encontrando a ninguno pues se habían retirado a las montañas, por lo que no pudo dialogar con ellos. A su vuelta a Quetzaltenango intentó hablar con Roque Morales para solicitar “pasaporte” para viajar a Guatemala y hablar con el Presidente, pero le fue denegado y prohibido salir de la Ciudad. Mientras tanto el Jefe Político, Roque Morales, le exigía más dinero en efectivo a doña Dolores “para la lucha”, asunto que ella debíó cumplir con la esperanza de salvar la vida de su amado esposo.

El día 13 de septiembre de 1897, coincidiendo con que los revolucionarios se encontraban en San Juan Ostuncalco, a 15 kilómetros de la Ciudad de Quetzaltenango, se vio salir del Cuartel de Artillería, a las 12 en punto, una escolta al mando del oficial Pioquinto Alvarado, llevando en el centro a dos hombres, don Juan Aparicio y don Sinforoso Aguilar, que fueron fusilados en el Atrio de la Iglesia de San Nicolás, lugar que hoy ocupa el parque dedicado a la Madre, al lado del edificio del Instituto Nacional para Varones de Occidente (INVO).

Vale mencionar que, al día siguiente, 14 de septiembre, y cuando la lucha armada iniciaba fuertemente, el Coronel Roque Morales, Jefe Político y Comandante de Armas de la Ciudad, quien se había parapetado con un cañón y algunos soldados en la montaña conocida como La Pedrera, huyó cobardemente, robándose el dinero que había recibido de la familia Aparicio supuestamente para invertirlos en la defensa de la Ciudad.

La lucha de doña Dolores Rivera fue titánica, con un gran valor acusó al ex jefe político de ser el asesino de su marido y del Alcalde de la Ciudad, Licenciado don Sinforoso Aguilar. Pero para su infortunio, el Coronel Roque Morales, después de haber robado el dinero entregado por la familia Aparicio, haber facilitado su ejecución (con el beneplácito del Licenciado Manuel Estrada Cabrera), y de haber huido cobardemente cuando se iniciaba el enfrentamiento armado entre los revolucionarios y los militares que debían defender la plaza, huyó a la Capital, en donde por un tiempo se escondió protegido por el Ministro de Gobernación Manuel Estrada Cabrera.

Poco tiempo después, el 8 de febrero de 1898, el Presidente José María Reina Barrios fue asesinado por el británico Edgar Zollinger, antiguo empleado de la Casa Aparicio, magnicidio que cometió, se supone, como venganza por el crimen cometido en la humanidad de su jefe, don Juan Aparicio, al que estimaba sobremanera. Cuenta la historia que la noche del magnicidio el Presidente iba a visitar a una de sus amantes, la actriz Josefina Roca, y aunque iba de “incógnito”, Zollinger conocía sus movimientos, por lo que se parapetó detrás de un pórtico y al pasar el Presidente le saludo y le disparó en la cara, muriendo éste instantáneamente. Zollinger corrió, pero en la esquina le esperaban dos policías que le mataron a golpes. Luego llegó el jefe de seguridad del Presidente asestando cinco balazos al cuerpo inerte de Zollinger; desde entonces llamaron a don Emilio Ubico el “mata muertos”.

Ilustración 42: Actual parque a la Madre, antiguamente sitio que ocupó la Iglesia de San Nicolas, frente a la cual fueron fusilados Sinforoso Aguilar y Juan Aparicio

La Revolución del 97 y la lucha de Doña Dolores por su marido

“Escrito elevado por doña Dolores Rivera Viuda de Aparicio ante la Asamblea Legislativa en contra del Diputado Coronel Roque Morales. Año 1898”

Doña Dolores Rivera viuda de Aparicio inició un proceso contra el Diputado Coronel Roque Morales, acusándole de ser responsable del fusilamiento de su esposo Juan Aparicio Mérida, y del Licenciado Sinforoso Aguilar, proponiendo como testigos oculares a don José Joaquín Díaz, al subteniente Justo Villagrán y a don Alberto Mayorga. El alegato presentado por doña Dolores no tuvo ningún efecto, pues el gobernante-presidente, Licenciado Manuel Estrada Cabrera estaba implicado; él mismo había urdido la trama del crimen con su achichintle Coronel Roque Morales. ¡Estrada Cabrera premió a Roque Morales nombrándolo Diputado, a pesar de haber huido de la plaza de Quetzaltenango de la que se suponía defensor! En todo caso, se incluye en la presente parte del alegato que doña Lola presentó ante la Asamblea Legislativa, de la que ya formaba parte como Diputado el Coronel Roque Morales, acusado de ser el responsable directo de los fusilamientos. Dice así el escrito: “Dolores Rivera de Aparicio, mayor de edad, con protesta de mis respetos vengo a promover ante la Asamblea Legislativa antejuicio contra el Coronel Roque Morales, toda vez que, por sarcasmo del absolutismo, ese sujeto figura entre los representantes del pueblo. Acuso al ex jefe Político de Quetzaltenango por el asesinato cometido en la persona que mi esposo, Juan Aparicio Mérida, víctima propiciatoria sacrificada al furor de un gobierno absolutista (...) Acuso al Coronel Roque Morales como autor principal de ese hecho oprobioso porque la prueba completa e irrefutable que acompaño demuestra superabundantemente que el prófugo de Quetzaltenango obró de su propia cuenta (...) Acuso al Coronel Roque Morales de haber perpetrado un gravísimo crimen puesto que, de las constancias resulta que no se practicaron diligencias, que no se esclareció ningún hecho delictivo, ni se escuchó a mi marido sino que, después de explotarlo a nombre de la autoridad constituida en la suma de quince mil pesos, se le insultó fría y cobardemente, sin permitirle ningún socorro humano. (Continúa): “A trueque de recrudecer los nunca jamás mitigados dolores, paso a relacionar los sucesos que sirvieron de pretexto para el asesinato premeditado y seguro que se cometió en la persona de mi esposo, a quien la sociedad ha justificado de antemano con sus manifestaciones de verdadera simpatía y de generosos sentimientos”.

Recuerda en su escrito doña Dolores un memorable Decreto, vigente en su momento, del 2 de marzo de 1838 que decía en su parte medular: “Todo funcionario, empleado o agente del poder público, es responsable en todo el rigor de la Ley, de los actos que ejecute contra la Constitución o contra los derechos del ciudadano, y de todo delito común que llegue a la graduación de crimen, sin que le sirva de excusa orden superior alguna, ora sea civil o militar”. Y concluye finalmente pidiendo a la Asamblea: “(...) que por el delito de asesinato perpetrado en la persona de mi esposo don Juan Aparicio Mérida, declare que hay lugar a formación de causa contra el Diputado y Coronel Roque Morales”. Fechado el 6 de Abril de 1898 y firmado: Dolores R. de Aparicio.

La Comuna Quetzalteca elevó a la Asamblea Legislativa una protesta también contundente, firmada por el excelso Alcalde Don Enecón Mora; la que en su parte contundente expresa: “(...) la Corporación Municipal herida profundamente por aquel hecho en que perdió la vida el Presidente del Ayuntamiento Licenciado Sinforoso Aguilar y uno de los vecinos más honorables como lo era don Juan Aparicio Mérida, no pudo ver con indiferencia un acto a todas luces atentatorio a la vida humana y que pugna a la civilización y al progreso; por lo que en sesión celebrada el 25 del corriente, dispuso por unanimidad de votos, interpretando así los sentimientos manifiestos del vecindario, ADHERIRSE, a las solicitudes de las señoras de Aguilar y de Aparicio y de coadyuvar con ellas en el sentido de que el hecho que denunciaron, tan afrentoso a la Nación no quede impune y la vindicta pública sea satisfecha con el ejemplar castigo que debe imponerse.....” Firma: Enecón Mora, Quetzaltenango 26 de marzo de 1898.

¡Pero no pasó nada! la Asamblea Legislativa estaba al servicio del Presidente del Ejecutivo, y éste protegió a su factótum Coronel Roque Morales. Así la historia.

Ilustración 43: Composición fotográfica de Edgar August James Zollinger (1896) y José María Reina Barrios. Foto de Teodoro G. Millz (1898).

El magnicidio del General Reina Barrios

La principal razón por la cual se explica el auto-golpe de Estado que el 1ro de Junio de 1897 dio el entonces Presidente de la Republica, General José María Reina Barrios, mediante el cual disolvió la Asamblea y convocó a una nueva Constitución fue, sin duda, el malestar generalizado por la crisis económico-financiera en que cayó el país, derivado de los excesivos gastos incurridos en las suntuosas construcciones llevadas a cabo en la Ciudad Capital, así como en la onerosa e ineficaz Exposición Centroamericana y otros lujos y boatos a los que el General era aficionado. La pretensión del General Reina Barrios era que su periodo presidencial no concluyera en 1898, como correspondía, sino posponerlo por cuatro años más, asumiendo que el Estado de Guatemala obtendría un préstamo que estaba en gestión mediante el cual podría salvar la situación de crisis financiera. Pero para su infortunio, ya se había abierto el proceso eleccionario, y tres candidatos a la Presidencia habían iniciado el proselitismo por lo que no aceptaron la decisión presidencial, y no solo se pronunciaron públicamente en contra, sino que dos de ellos, el General Daniel Fuentes Barrios y el Coronel Próspero Morales se alzaron en armas e iniciaron una movilización militar que provocó que en un desesperado esfuerzo por frenar su avance, el Presidente ordenara el fusilamiento del empresario quetzalteco don Juan Aparicio, y del Alcalde de la Ciudad de Quetzaltenango Licenciado Sinforoso Aguilar.

Pasados unos meses, y cuando parecía que la vida citadina había vuelto a la normalidad, aconteció que se encontraba en la ciudad una compañía de teatro extranjera en la que actuaba como cantante Josefina Roca, con quien el Presidente sostenía una relación amorosa. La noche del lunes 7 de febrero de 1898 Reina Barrios fue a visitarle a su residencia, situada en la novena calle cerca de la Iglesia de Guadalupe, acompañado a cierta distancia para no llamar la atención, por dos miembros de su seguridad, el Coronel Julio Roldán y el Capitán Ernesto Aldana. Cuando cruzaba por la quinta avenida y novena calle, a los pocos pasos se le acercó una persona que le saludo en inglés (idioma que el Presidente dominaba), diciéndole “Good evening, Mister President”, saludo al que el Presidente iba a responder cuando recibió un balazo mortal que le penetró por la boca cayendo muerto instantáneamente. La seguridad del Presidente corrió al asesino dándole alcance una cuadra más abajo, lugar en que lo acribillaron a balazos.

Al día siguiente la prensa dio a conocer el magnicidio, y el nombre del asesino: Oscar Zollinger, de quien no se sabía más que había sido trabajador de la familia Aparicio, y que desde hacía dos meses se hospedaba en el Hotel Germania. Las pesquisas para averiguar sobre el motivo del crimen fueron prohibidas por quien asumiría la presidencia inmediatamente después, el Licenciado Manuel Estrada Cabrera.

Pasado los años, se sabe que el verdadero nombre del asesino fue Edgar August James Zollinger, originario de Inglaterra, y quien fue compañero de estudios de los hermanos Rafael y Eduardo Aparicio Mérida en Brighton College, en Sussex, cerca del Canal de la Mancha. El joven Zollinger vino a sus 19 años de edad a Guatemala a trabajar para la familia Aparicio, quienes le encomendaron administrar una de sus fincas: Palmira, en Chuvá, Colomba. Y la razón que se ha aducido por la cual cometió el magnicidio fue para vengar el crimen contra su patrón, don Juan Aparicio Mérida. Se dijo también que lo hizo porque se había enamorado de Julia, una hija de don Juan, pero no hay que soslayar que el joven Zollinger, que cuando el magnicidio tenía apenas 21 años, padecía de una enfermedad y había sido desahuciado por los médicos, por lo que no temía perder la vida en una aventura tan arriesgada.

Ilustración 44: Anverso y reverso de moneda de la Finca San Antonio Morazán, de Mariano López Pacheco, por valor de 1 Caja. Lápida de Mariano López Pacheco.

Un extraordinario Diputado quetzalteco

Cuando el Presidente de la República de Guatemala, militar de profesión y con grado de General “ordenó” a la Asamblea Nacional que aprobara un empréstito internacional para cubrir el gasto en que de manera irresponsable había hecho incurrir al Estado, se oyó en la Asamblea la voz preclara del Diputado por Quetzaltenango, de cuyo discurso se recogen las partes medulares: “Señores Representantes, ese contrato de empréstito que se trata es ruinoso, es onerosísimo para la Nación de Guatemala [...] Siempre he opinado, señores Representantes, porque en el seno de una Asamblea no deben haber militares en actual servicio, ni empleados serviles, porque ellos son los mentecatos que venden a la Nación por un mendrugo de pan, olvidándose de los cargos que la historia pudiera hacerles, y obrando contra su voluntad, contra sus intereses y tal vez en contra de los dictados de su conciencia. Señores Representantes, no había querido hacer uso de la palabra en las presentes sesiones porque siempre, debido a mi carácter independiente, a veces uso cierta severidad en mis palabras y les imprimo tinte de tal naturaleza, que eso podría llevarme a la Penitenciaria, a lo que no tengo temor, ni me aflige llegar al cadalso [...] Señores: yo quisiera que usáramos aquí de más independencia, que tuviéramos más carácter [...] No quiero ganar aplausos, ni valerme de oratoria para que se gane este asunto, voy a valerme de números para suplicar que cambien de parecer y que mañana no vendan este pueblo tan querido para mí , los hijos espurios de Guatemala [...] Por mi parte, señores Diputados, voto en contra y quiero que así se consigne en el acta de este día, el porvenir dirá si me engaña mi conciencia patriota”. (Termina la cita). En este discurso de abril del año 1897, el Diputado quezalteco Licenciado Mariano López Pacheco esclareció los verdaderos costos del préstamo que el Presidente solicitaba. El Estado estaba en situación financiera grave, debido a la megalomanía del Presidente de la Republica, General José María Reina Barrios, quien había sido muy dispendioso con los recursos del Estado, y como colofón había organizado una ostentosa “Feria Internacional” que resultó un total fracaso.

En represalia, unos días después (10 de junio de 1897), el Presidente Reina Barrios se declara dictador, enviando un Telegrama a las autoridades del momento, en que les indica que la Asamblea ha entrado en crisis, con lo que la mayoría de Diputados la han abandonado, quedando únicamente unos pocos que días después, el 18 de junio del mismo año, prorrogan el periodo presidencial que debía concluir a principios del año 1898, cuando Decretan: “[...]Artículo 6o. El periodo constitucional del señor General don José María Reina Barrios terminar el 15 DE MARZO DE MIL NOVECIENTOS DOS”. Esta decisión a todas luces inconstitucional fue la causa de la denominada Revolución del 97 o Revolución de Occidente, dirigida por el que fuera Presidente de la Asamblea Licenciado Feliciano Aguilar, por el Coronel Prospero Morales y el General Daniel Fuentes Barrios. Este General a última hora parece que traicionó la Revolución al haber dado contraórdenes que hicieron fracasar el alzamiento. Como consecuencia de la Revolución murieron cientos de ciudadanos. El final del General José María Reina Barrios es conocido: fue asesinado por un súbdito inglés, trabajador de la familia Aparicio, quien se supone lo hizo en venganza por el asesinato de su patrón, don Juan Aparicio Mérida.

Volvamos al valiente Diputado quetzalteco, Licenciado Mariano López Pacheco. Después de la anterior experiencia se unió a los revolucionarios del 97. Con los años regresó a Quetzaltenango en donde fue Alcalde Primero en tres diferentes ocasiones: en 1915, en 1923 y en 1933. Las tres veces que fue Alcalde realizó importantes obras en beneficio de la comunidad.

Ilustración 45: Ejemplo del estilo Neoclásico o Clasicista / Teatro Municipal

El arte Neoclásico y la Cultura quetzalteca

La cultura de un pueblo se va conformando de acuerdo a las vivencias y acontecimientos por los que transcurre; y esa cultura se refleja, y se ve reflejada, en el arte que expresa los sentimientos y pensamientos vividos; de manera que a través del arte podemos comprender la historia de ese pueblo. Arte que se manifiesta en la música, la literatura, la arquitectura, escultura y pintura, el teatro y la poesía.

Así, y como ejemplo, reconocemos un estilo “barroco” en mucho de la arquitectura, literatura y música guatemalteca, que responde a una manera de pensar y sentir que predominó en Guatemala durante buena parte de la época colonial (cerca de tres siglos), y cuya influencia se reflejó en la cultura y formas de vida del país, especialmente en su Capital y áreas aledañas, con sus formas rebuscadas, muy elaboradas y adornadas, y que socialmente aún se evidencian en ese trato amable, a veces exagerado y “prosopopéyico” del guatemalteco.

Un poco diferente es en Quetzaltenango, en donde la arquitectura predominante es de estilo neoclásico o clasicista, corriente artística que apareció como reacción al barroco en la Europa de mediados del siglo XVIII, cuyo arte se evidencia en el centro de la Ciudad, con un estilo más sobrio y discreto, lo que se refleja también en la “cultura” de sus ciudadanos. Esta cultura y su expresión artística, única en Guatemala, obedece a varias lógicas. Por una parte, la presencia durante casi un siglo de alemanes en la región, cuya psicología social es muy racional; también a la presencia de personajes “liberales” influidos por la filosofía positivista que enunciaba el progreso; y obviamente, por la cultura Maya autóctona.

También sucede que un grupo de la sociedad, o una familia, o incluso una persona pueden influir en la cultura de un pueblo, especialmente si ostentan algún poder, sea político, social o económico. Este es el caso de la familia de don Francisco Sánchez (1814-1876), cuya incidencia en Guatemala y especialmente en Quetzaltenango fue de primer orden durante buena parte del siglo XIX y principios del siglo XX. Sus herederos Delfino, Urbano y Francisco ocuparon importantes cargos políticos en el gobierno de Justo Rufino Barrios (Delfino fue Ministro de Desarrollo, y Urbano murió junto a Justo Rufino Barrios en 1885); y las empresas familiares fueron las más grandes del país en su momento (fábrica de Cantel; accionistas importantes del Banco de Occidente; fincas en diversos sitios, entre otras). Un miembro de la familia influyó de manera especial en el arte a través de la arquitectura, Domingo Goicolea Urréjola, casado con Dolores Sánchez, hija de don Francisco. El arquitecto-aparejador don Domingo Goicolea nació en Álava, Pais Vasco, en 1849, estudió en la Escuela de Bellas Artes, y llegó a Guatemala en 1874; más tarde fue el administrador de los bienes de su suegro.

El arquitecto Goicolea trajo su experiencia y formación en el estilo arquitectónico neoclásico de su región de origen, así como la habilidad de trabajar en piedra (en el País Vasco abundan las canteras), asuntos ambos que aplicó a su llegada a Quetzaltenango; su primera obra fue la antigua Penitenciaria (hoy Casa de la Cultura), ubicada frente al Parque a Centroamérica. Más tarde diseñó y construyó el Palacio Municipal, el antiguo edificio de correos y varias casas particulares en Quetzaltenango y Guatemala; fue el diseñador y constructor de la Iglesia de Nahualá, perteneciente a la Diócesis de El Quiché, a cargo en esa época de su tío, el cura Andrés Goicolea. El mausoleo de la familia Sánchez en el Cementerio de Quetzaltenango es una de sus obras más emblemáticas. El arquitecto Goicolea enseñó el trabajo de cantero a Agatón Boj, quien fue su más cercano colaborador en los trabajos en piedra (en las cercanías de Quetzaltenango también abundan las canteras); y su asistente en albañilería fue Nicolás Quixtán. Don Domingo Goicolea fue también un filántropo; consta su apoyo a muy variadas obras benéficas, entre ellas el “Grupo de fomento de Quetzaltenango”.

El caso comentado explicita cómo una tendencia artística puede incidir en la cultura de un pueblo. De la misma manera que un estilo de arte recoge elementos de la cultura y los deja expresados para la posteridad.

Ilustración 46: Edificio en que funcionó la antigua cárcel.

De cárcel a “Casa de la Cultura”

El edificio en que se encuentra hoy la Casa de la Cultura y la Biblioteca Municipal de Quetzaltenango fue construido en el solar que durante varios siglos (prácticamente durante toda la época Colonial), funcionó como Camposanto, siendo éste propiedad de la Iglesia Católica, formando parte del conjunto que se completaba con el Templo del Espíritu Santo (hoy Catedral de Quetzaltenango), y el antiguo Convento de los Franciscanos (hoy sede del Arzobispado de los Altos).

El gobierno liberal presidido en su momento (1872) por el Licenciado Miguel García Granados dispuso la expropiación de los bienes de la Iglesia ordenando, en octubre de ese año, la exhumación de todos los cadáveres de ese antiguo Camposanto a su sede actual en el Cementerio General de la Ciudad situado en el Barrio del Calvario.

Una vez retirados los cadáveres del lugar, el Gobierno liberal ordenó construir en el sitio una alhóndiga para la venta de harina y cereales, y la Cárcel de la Ciudad, obra ésta que dirigió el Aparejador español don Domingo Goicolea, quien utilizó la habilidad de los canteros locales para construir un bello edificio en piedra de estilo Neoclásico y que funcionó para el propósito indicado hasta los años 60 del siglo pasado, cuando el Alcalde de la Ciudad, Doctor Alberto Fuentes Castillo ordenó el traslado de la Cárcel a otro sitio, remodelando las instalaciones para adecuarlas a sus usos actuales, esto es, la Casa de la Cultura de Quetzaltenango que alberga un pequeño teatro, el Museo de Ciencias Naturales, el Museo de Historia y en un lateral del edificio la Biblioteca pública de la Ciudad.

La parte sur del edificio, que durante años funcionó como patio para que los reos salieran a “recibir el sol”, se habilitó para mercado, siendo actualmente utilizado como bodegas para los comerciantes que administran tiendas en el mercado municipal que se ubica en la parte oriente, calle de por medio del edificio de la Casa de la Cultura.

Fue así como de una cárcel este edificio pasó a ser utilizado con propósitos de mejor y mayor utilidad.

Ilustración 47: Edifico de Casa Aparicio antes del terremoto del 18 de Abril de 1902

La Casa Aparicio

La Casa Aparicio, situada en la 13 Avenida de la Zona 1 de Quetzaltenango (antes denominada como “Calle de los Bancos” o Avenida Dr. Juan José Ortega), es hoy el edificio que ocupa la Gobernación Departamental. Es un bello complejo arquitectónico de más de 1,100 metros cuadrados de estilo renacentista construido en dos cuerpos, en uno de los cuales se encuentra el edificio principal con un patio central alrededor del cual se sitúan los diferentes espacios y salones que describimos adelante.

En su parte frontal se encuentra la puerta de acceso con un montante superior de hierro forjado decorado con figuras vegetales en el centro de las cuales se ubica la inicial “A” (de Aparicio). En esta entrada, con una puerta de dos hojas con aplicaciones de bronce se encuentra al centro de las mismas en bajo relieve, los rostros de don Juan Aparicio y Limón (pater familiae); y de su esposa, doña Francisca Mérida Monzón, padres ellos que fueron de Francisca Aparicio Mérida, esposa del General Justo Rufino Barrios y de una extensa familia, uno de cuyos miembros, don Juan Aparicio Mérida, murió fusilado durante la Revolución de Occidente en el año 1897.

Continuando con la descripción del edificio, al ingresar a él se llega a un patio central de forma rectangular con pórticos en sus cuatro lados y 16 columnas octogonales de madera sobre pedestales de piedra. Este patio se encuentra rodeado de 15 habitaciones, y en el medio una bellísima y amplia escalinata de mármol, de estilo imperial que en su parte superior se bifurca hacia ambos lados para dar paso a los salones del segundo nivel. Hasta hace algunos años al pie de la escalinata se encontraban dos esculturas de mármol evocando la belleza femenina (ambas desaparecidas); al fondo de la escalinata, un espejo de grandes proporciones. El patio central se encontraba cubierto por un techo de vidrieras.

En el segundo nivel funcionó un pequeño teatro para la familia Aparicio; así como amplios salones, uno de los cuales (hoy ocupado por la oficina de quien ostenta el cargo de Gobernador Departamental), se utilizó como salón de música.

Al lado del edificio principal se encuentra otro de menores dimensiones y menos adornado, el cual sirvió para los empleados de la familia, así como para garaje de los carruajes y bodegas.

La Casa Aparicio fue construida en el año 1870 con recursos de don Juan Aparicio y Limón (varios años antes que el General Justo Rufino Barrios conociera a Francisca, una de sus hijas). Por tanto, los recursos para la construcción de la Casa Aparicio derivaron de los negocios de la familia, quienes en la época eran propietarios de varias fincas de café y caña de azúcar, siendo los más importantes exportadores de estos productos a Europa y los Estados Unidos de América.

Durante el terremoto del 18 de abril de 1902 la casa sufrió daños, perdiendo la ornamentación y cornisas exteriores, así como los cristales que cubrían el patio interior.

La familia Aparicio abandonó Quetzaltenango, vendiendo sus propiedades (incluida la Casa Aparicio) a la familia alemana Nottebohm, quienes habían sido financistas de los Aparicio en sus negocios de exportación de café.

Durante la Segunda Guerra Mundial el gobierno guatemalteco expropia a los alemanes sus bienes en el país, con lo que la familia Nottebhom perdió la Casa Aparicio pasando ésta a poder del Gobierno, el que en un primer momento (1944) la cede a los Sindicatos de Quetzaltenango. Luego fue ocupada por la Universidad de San Carlos, la que estableció allí las Facultades de Humanidades y Economía. Por los años 60 del siglo pasado pasó a ser sede de la Administración de Rentas y luego de la Policía, momento en que pintan de azul las columnas de piedra y utilizan algunos salones como carceleta, arruinando por ello buena parte del edificio.

En el año 1980 el edificio es declarado como Monumento Nacional, siendo revitalizado durante el gobierno del Presidente Álvaro Arzú. Hoy el edificio es ocupado por la Gobernación Departamental de Quetzaltenango.

Ilustración 48: Antiguo Hospicio de Occidente, hoy sede de Universidad Rafael Landivar.

El Hospicio de Occidente

Varias entidades de servicio a la comunidad quetzalteca fueron financiadas por ciudadanos magnánimos y comprometidos con su Ciudad. Entre ellas destacan el antiguo Hospital San Juan de Dios que por décadas se sostuvo con los productos de varias fincas donadas para el efecto. Otra entidad parcialmente financiada por los ciudadanos es el bello Teatro Municipal. Y una muy importante a la que se hace referencia en éste artículo es el Hospicio de Occidente.

Según acta fundacional de fecha 22 de Septiembre del año 1895, reunidos en el salón de recepciones del Hospital General de Occidente los señores María C. Juárez, Francisco Aparicio, Licenciado León Sáenz, Adolfo Meyer, Mariano Anguiano, Licenciado Narciso Escobar y Licenciado J. Mariano Molina deciden iniciar una fundación bajo la denominación de Sociedad Protectora de Niños Huérfanos, y del establecimiento del Hospicio de Occidente. En dicha reunión se nombró como Presidente de la fundación al Licenciado J. Mariano Molina y como Secretario al Licenciado don Juan Lara. Dos años antes del Acta referida, en Septiembre de 1893 se había iniciado la recolección de fondos para adquirir el solar, siendo el Licenciado Mariano Molina el mayor contribuyente siguiéndole en aportes monetarios don Francisco Aparicio, don Adolfo Meyer, don Mariano de J. Anguiano, don Narciso Escobar, la señorita María Juárez y la señorita Mercedes Sáenz; así como “La Sociedad de Caridad de Señoras”.

Con fecha 21 de Enero de 1896 el Gobierno de la Republica como Poder Ejecutivo autoriza el funcionamiento de la Sociedad Protectora de Niños Huérfanos “con residencia en Quetzaltenango”.

A principios del siglo XX el Hospicio de Occidente se encontraba en pleno funcionamiento, atendiendo niños y ancianos a quienes les proveía de alimentación, vestido, albergue y educación a los niños y atención a los ancianos. Así durante varias décadas hasta la llegada del gobierno del Doctor Juan José Arévalo quien por su ideología “estatizante” decidió retirarle al Hospicio de Occidente su autonomía para que el Gobierno se hiciera cargo de la atención del mismo. Esta política la siguió el siguiente gobierno bajo la presidencia del Coronel Jacobo Arbenz, con lo que el Hospicio de Occidente perdió la filosofía con la cual fue creado. Durante esos dos gobiernos los antiguos dirigentes del Hospicio, especialmente su fundador y “ultimo presidente de la Junta Directiva”, Licenciado Mariano Molina, lucharon por recuperarlo, pero fueron siempre desoídos por los gobernantes y sus esposas, encargadas ellas de los asuntos “sociales” de sus mandatos.

No fue sino hasta el año 1955 que la Asociación recuperó el bien inmueble, bastante deteriorado por cierto. A partir de entonces volvió a funcionar pero con menos capacidades hasta que a finales de la década fue en definitiva cerrado como Hospicio de Occidente y ancianato, trasladando a los beneficiarios del centro a una casa especializada administrada por las Hermanas de la Caridad, en donde a la fecha se sigue atendiendo a los necesitados.

Por su parte, la Asociación propietaria del bien inmueble sigue vigente. Al cerrar el Hospicio alquiló a valor simbolico las instalaciones a la Universidad Rafael Landívar, entidad que las adecuó y desde entonces es el lugar donde tiene su sede principal de Quetzaltenango.

La Asociación aportó fondos para construir dos casas en el proyecto Aldeas Infantiles SOS, y para construir instalaciones fuera de la Ciudad en donde se atiende a niños huérfanos.

Entidad ejemplar la Asociación Hospicio de Occidente.

Ilustración 49: Teatro Municipal.

El Teatro Municipal de Quetzaltenango

El primer teatro de la historia surgió en Grecia con motivo de la celebración de la vendimia, sustituyendo el carácter religioso que esta actividad tuvo en sus orígenes, y con ello cambiando los cantos que acompañaban la actividad por el diálogo, lo que dio origen a los diversos géneros teatrales, entre ellos la comedia y la sátira, el drama y las tragedias. Se debe a Esquilo el primer teatro (construido con madera), y a él las primeras obras teatrales, en las que representó actos de héroes, componiendo los diálogos y la música; fue también quien inventó las máquinas y adornos utilizados, que aún hoy son usados en la escena, tales como tramoyas, estatuas, pinturas y adornos. Por la misma época surgió Sófocles quien realizó obras ya más depuradas, algunas de las cuales aún hoy se representan. Otros grandes autores griegos fueron Eurípides y Aristófanes. De Grecia se difundió al resto del mundo; primero a Roma, en donde adquirió gran relevancia, especialmente la comedia con Plauto. Resurgiendo con fuerza durante la Edad Media, con lo que el pueblo se aleccionaba y recibía enseñanzas sobre temas abstractos de filosofía o moral.

Pero siendo que es condición para la representación teatral un edificio y artefactos adecuados al mismo, es por ello que se han construido teatros en prácticamente todo el mundo. En la Ciudad de Guatemala se construyó e inauguró el primero de ellos en 1859 -el bello Teatro Colón-, también conocido como Teatro Carrera o Teatro Nacional, el que con motivo de los terremotos de 1917- 1918 quedó muy afectado, siendo demolido en 1924 por órdenes del Presidente de la República, el General José María Orellana. Hoy la capital cuenta con el moderno y bien acondicionado Teatro Nacional en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, obra del insigne quetzalteco Efraín Recinos. Otros teatros capitalinos son el Teatro de Arte Universitario (TAU), el Teatro Lux y el Teatro Abril.

En Quetzaltenango la idea de construir un Teatro surgió en la Municipalidad en el año 1884, según consta en Acta del 14 de Octubre, que en su parte contundente enuncia: “Se acordó que esta obra quede bajo el patrocinio del ayuntamiento, nombrándose una Junta Directiva que se entienda en todo lo concerniente a ella; [...] que se dirija oficio al Señor Delfino Sánchez, Ministro de Hacienda y Crédito Público, suplicándole se sirva remitir el plano que se dignó hacer, para sujetar a él la construcción del indicado Teatro, nombrándose como Presidente de la Junta Directiva de la Obra al General Don Manuel Lisandro Barillas, y como vocales, a don Domingo Goicolea, Don Juan Aparicio hijo, como secretarios al Licenciado Don Francisco Fuentes y a Don Jesús Sáenz; y como Tesorero a Don Manuel Cárdenas”.

En el año 1889 se identifica el sitio adecuado y se adquiere por 25 mil pesos, iniciándose la construcción el 14 de Septiembre de 1891 cuando fungía como Alcal de Primero el Licenciado Manuel Estrada Cabrera.

Resulta muy interesante el que en 1894, ante las dificultades económicas para afrontar el costo de la edificación, se realizó un contrato con un “Comité de Vecinos”, quienes invirtieron Mil Pesos cada uno para completar la construcción y especialmente para el amueblado y decoración de los Palcos, con lo que se les concedió el “derecho” de uso de los mismos a los contribuyentes por un periodo de cerca de dos décadas.

La construcción del Teatro Municipal de Quetzaltenango estuvo a cargo del norteamericano Enrique H. Jones, al que se unieron los arquitectos y artistas Joaquín Rigalt, Eduardo Felice y Lorenzo Durini. La inauguración del mismo se dio el día 18 de Julio del año 1895, asistiendo al mismo el Presidente José María Reina Barrios (quien fue nombrado Padrino), acompañado de su Ministro de Gobernación, el Licenciado Manuel Estrada Cabrera. En esa ocasión se inauguró también la gran sala de recepciones en el segundo nivel - el foyer como en los grandes teatros para ópera - y las salas de descanso a ambos lados de la entrada principal.

Como consecuencia del terremoto del 18 de Abril de 1902, día de San Perfecto, el edificio del Teatro quedó severamente dañado, con lo que hubo que reconstruirlo. Y el día 20 de Noviembre de 1908 se re-inaugura, ahora con la fachada actual - de estilo clásico - que incluye el pórtico, diseñado por Tomas Stik Vonelli.

El Teatro Municipal de Quetzaltenango es una auténtica joya arquitectónica, de unas dimensiones muy equilibradas con gran elegancia interior de madera, y una acústica adecuada a cualquier expresión artística. Es un motivo de orgullo de los quetzaltecos.

Ilustración 50: Eusebio Ybarra (Don Chebo).

Don Chebo

Para los guatemaltecos es común utilizar en las conversaciones anécdotas jocosas o ingeniosas, chascarrillos, historietas o chistes; ello es prueba del ingenio y picardía natural en muchas personas. Entre estas formas idiomáticas una muy utilizada, al menos en tiempos pasados, era hacer mención a “don Chebo”, como sinónimo de ocurrente, de ingenuo, ignorante y hasta de “algo tonto”. Se decía: “no seas chebo”.

Estas gracejadas derivan de los dichos de un personaje quetzalteco que nació en 1837 y fue un acaudalado emprendedor, quien construyó el primer teatro de la Ciudad, proyecto que fracasó por lo que hubo de convertirlo en su casa de habitación y más tarde y temporalmente, con motivo del terremoto de 1902, en sede del Instituto Nacional para Varones de Occidente –INVO- hasta que se construyó el edificio definitivo en su sede actual.

El personaje se llamó Eusebio Ibarra, y su fama la adquirió por hacer broma de todo lo que le rodeaba, por lo que algunos pensaban que don Eusebio (don Chebo) era más bien ingenuo. Pero nada de eso, don Eusebio fue un hombre inteligente y emprendedor, que hacia gracejadas y convertía en optimistas las situaciones más diversas, por difíciles que fueran.

Don Eusebio murió en 1917, y se le reconoce una única hija: Cristina. Sin embargo se comentaba que tuvo tres hijos varones a los que heredó en vida, pero los ingratos le abandonaron quedándose con la fortuna del padre y abandonándole sin recursos para sobrevivir. Se dice que cuando le preguntaban porque había heredado en vida contestaba: ¡ por Chebo !.

Son varias las historias que se hacen de don Chebo. Una relata que fue invitado a una cena, pero esa noche llovía torrencialmente en la Ciudad, por lo que llegó a la casa del convite a excusarse con que no podría llegar “porque está lloviendo...” Otra historieta de don Chebo: “una vez don Chebo salió a vender su caballo, pero en el camino, creyendo que hacia un gran negocio, lo cambio por una vaca; más adelante cambio la vaca por una cabra vieja; después a la cabra por un coche flaco; luego a éste por un chompipe con piojillo; de ahí al chompipe por una gallina, y a la gallina por un cesto de manzanas podridas que le llevó a su mujer, quien se puso feliz, porque no tenía dientes y así podría comer manzanas muy suaves...” En otra ocasión don Chebo quiso vender un caballo, y el comprador lo convenció que le permitiera dar varias vueltas en él, pero ya no regresó. Entonces don Chebo dijo: “pero ya ven, aunque no regresó, me quedé con el gusto de no haberle rebajado ni un centavo...”

La casa de don Eusebio Ibarra pasó a manos del gobierno y es actualmente la Cárcel de Mujeres de Quetzaltenango.

EL ROMANCE DE DON CHEVO

Orondo señor don Chevo,

persona morrocotuda;

rico, ricote, ricacho,

ricazo de gran fortuna,

tan crecida, tan cuantiosa

que no la midieras nunca;

ricacho señor don Chevo,

el de la vida de chunga

vivida en Quetzaltenango,

vamos a constar algunas

historias de tu existencia,

que fuera chusca, ¡ tan chusca !

Sé que bajaste de un techo.

a muchos metros de altura,

cogido de un chorro de agua

como de cuerda segura;

y que bajo el aguacero

a festines y tertulias

llegabas a disculparte

de no asistir por la lluvia.

Después cortaste una rama

montado sobre su punta,

y al separarla del tronco

sufriste caída brusca.

Y a pesar de que el ingenio

le va haciendo añadiduras

pintorescas a tu vida,

sin mala intención ni culpa,

ya te quedaste en el alma

del pueblo que fue tu cuna.

Orondo tío don Chevo,

persona de gran fortuna:

con el perdón de tu alma,

que ya se fue a las alturas,

remato aquí este romance,

que es también leyenda tuya.

Autor: Víctor Villagrán Amaya Romances de las Tierras Altas. Quetzaltenango, 1937.

Ilustración 51: Fábrica de Cantel. Foto de Gottfried Hurter (1918).

Las “colonias industriales” del Siglo XIX y la Fábrica de Cantel.

A partir de la Revolución Industrial, desde mediados del siglo XIX se instaló un modelo de colonias industriales en varios países del Mundo, especialmente para industrias de textiles. Estas colonias-industriales buscaron lugares con clima adecuado para los tejidos, cercanos a ríos para generar su propia energía hidroeléctrica, y en sitios alejados de los conflictos sociales que se agudizaban en la época especialmente en las Ciudades como Londres, Barcelona y otras. Para ello se construyeron las casas de los obreros al lado de las fábricas, así como escuelas, Iglesias, restaurantes, hospitales, teatros, cooperativas y salones de usos sociales para los obreros. Una de estas colonias-industria es la instalada en Santa Coloma de Cervello, cercana a Barcelona, España, famosa por haber sido el genial arquitecto Antoni Gaudí quien construyó varios de sus edificios entre 1898 y 1914 por encargo del propietario de la fábrica, el empresario Eusebi Güell; es especialmente bella la iglesia. La fábrica cerró operaciones en 1973 en medio de una crisis generalizada del sector textil, y hoy es un gran atractivo turístico de Cataluña conocido como “la Colonia Güell”.

En Guatemala un ejemplo de aquel modelo fabril es la Fábrica de Hilados y Tejidos Cantel, fundada en 1874 en el Municipio del mismo nombre, cercano a la Ciudad de Quetzaltenango. El Pueblo de Cantel fue fundado por los conquistadores españoles en 1551 como “Nuestra Señora de la Asunción de Cantel”, en un territorio que pertenecía a una familia K ́iché proveniente de Totonicapán.

Esta industria se instaló en ese Municipio, a la sazón una pequeña aldea, aprovechando las características mencionadas: buen clima, rio caudaloso cercano (el Samalá), y con fácil acceso a la Ciudad más importante: Quetzaltenango.

La Fábrica de Cantel, como se le ha conocido siempre, fue fundada por don Francisco Sánchez, un acaudalado terrateniente amigo y compañero político del General Justo Rufino Barrios, de quien obtuvo el derecho exclusivo por 10 años para establecer la fábrica en el sitio en que se construyó la primera industria rural de Guatemala.

La Fábrica de Cantel, como se le ha conocido siempre, fue fundada por don Francisco Sánchez, un acaudalado terrateniente amigo y compañero político del General Justo Rufino Barrios, de quien obtuvo el derecho exclusivo por 10 años para establecer la fábrica en el sitio en que se construyó la primera industria rural de Guatemala.

La Fábrica de Cantel, como se le ha conocido siempre, fue fundada por don Francisco Sánchez, un acaudalado terrateniente amigo y compañero político del General Justo Rufino Barrios, de quien obtuvo el derecho exclusivo por 10 años para establecer la fábrica en el sitio en que se construyó la primera industria rural de Guatemala.

La fábrica fue financiada parcialmente por el Banco de Occidente, de reciente fundación; y cuando ésta tuvo problemas para honrar la deuda, el Gerente del Banco, don Rufino Ibargüen ofreció hacerse cargo de la misma, con lo que el Señor Sánchez trasladó la deuda a don Rufino Ibargüen quien la dirigió diligentemente por varios años, hasta que en un incidente laboral fue asesinado por uno de sus trabajadores. Entonces su viuda, una aguerrida colombiana con quien había procreado varios hijos, continuó en la dirección hasta que los hijos crecieron y se hicieron cargo de la misma.

El éxito de la fábrica de Cantel fue el que la empresa producía el algodón que consumía, para lo que contaban con varias fincas en la Costa Sur. Una ventaja adicional era la generación hidroeléctrica que le suministraba la energía a la maquinaria. La empresa producía el algodón, lo hilaba, hacia los textiles e incluso productos terminados que vendía en Guatemala y exportaba.

Por razones financieras la empresa propietaria se declaró en quiebra a finales del siglo recién pasado, y la industria fue adquirida por un grupo de empresarios guatemaltecos que han recuperado el prestigio de los productos de la Fábrica de Cantel que venden en sus propias tiendas y exportan a varios países.

A diferencia de la Colonia Güell, que dejó de ser un pueblo industrial para convertirse en un sitio “turístico”, la Fábrica de Cantel sigue siendo una industria importante en el Municipio del mismo nombre.

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