Un mito imaginado, un pasado que no fue: “la construcción del nacionalismo catalán”
A partir del año 2014 se conmemora en Cataluña la DIADA, rememorando la caída de la ciudad de Barcelona en 1714 ante el ejército borbónico.
Fecha de publicación: 07-10-21
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
A la muerte —sin descendencia— de Carlos II de España, último monarca español de la dinastía de los Habsburgo, acaecida el día 1 de noviembre de 1700, le sucedió por proximidad de parentesco y acorde a lo que indicaban las leyes monárquicas existentes don Felipe de Anjou, nieto del rey Luis XIV de Francia y de la dinastía de los Borbones. Ya como rey, bajo el título de Felipe V, entró en Barcelona en septiembre de 1701 respetando los fueros, juramentando la Constitución de Cataluña y las Cortes Catalanas, por lo que fue aclamado por el pueblo.
En ese año habían concluido varias guerras europeas, en las que prominentes familias catalanas (los Regás y los Cortada, entre otras) se habían enriquecido vendiendo armas y suministros a los ejércitos en pugna, negocio que veían disminuirse con la lograda paz.
Pero sucedió que dos miembros prominentes de esas familias acaudaladas de Barcelona: Josef Erm y Martí Vela, se pelearon en un partido de pelota, con lo que la autoridad les persiguió, y ellos se declararon en rebeldía, y días después buscaron refugio apoyando al archiduque Carlos de Austria en su pretensión por convertirse en rey de España, pues, aunque más lejano en línea sucesoria, también tenía aspiraciones monárquicas. Como sabemos, hasta el rey Carlos II los Habsburgo habían reinado por dos siglos, y “perder” lo que consideraban un derecho dinástico no era de su conveniencia.
Con el apoyo de la reina Ana Estuardo de Inglaterra (Inglaterra mantuvo siempre encono contra España), y con la “iniciativa” de los jóvenes rebeldes y el respaldo familiar, el archiduque Carlos de Austria organizó una “alianza” integrada por Inglaterra, Holanda, Prusia y Austria, conformando el Partido Austracista en Barcelona para apoyar al archiduque Carlos de Austria en una “guerra de sucesión”.
Pero al no conseguir el apoyo popular de los catalanes, ni de los Ayuntamientos de los pueblos, ni de la Generalitat, logran que Inglaterra ponga las armas y en 1705 los ejércitos de la alianza desembarcan en Barcelona, presionando a los alcaldes de los pueblos a que apoyen la aspiración de los austracistas.
Fue entonces que el último virrey de Carlos II en Barcelona, Enrique de Hess, usó de su influencia, y como no había en ese entonces un ejército regular, los alcaldes no tuvieron respaldo para oponerse a la presión de la “alianza” organizada por los austracistas, los que tomaron Barcelona por la fuerza, rindiéndose las autoridades borbónicas.
Mientras tanto la guerra continuó generando ingresos de los contratistas con los aliados hasta que el 11 de abril de 1713 se firmó el tratado de Utrecht, que ponía fin a la guerra de sucesión española. Los austracistas no respetaron el tratado, continuando en una guerra de “baja intensidad” hasta darle fin en Cardona el 14 de septiembre de 1714. Ese final se dio cuando el archiduque Carlos de Austria decide abandonar la lucha para tomar el puesto de Emperador del Sacro Imperio, por la muerte de José I.
Los nacionalistas catalanes de hoy dicen que murieron 700 defendiendo la causa “catalana”, es decir de defensa de la alianza de los austracistas. Incluso construyeron un monumento al que llaman “la masacre del Rosé”; pero los estudios científicos indican que solo fueron identificados cuatro cadáveres; los restantes cadáveres no se correspondían con el tiempo en que se llevaron a cabo los enfrentamientos bélicos derivados de la aspiración de los austracistas. Así, según demuestran miembros de la Asociación de Historiadores catalanes, los políticos se inventaron un panteón de los mártires de 1714 que hoy asumen como símbolo de la resistencia.
Esta historia es un claro ejemplo de cómo los políticos crean un mito que les justifique, y que no se basa en hechos reales. Han creado un relato inventado para justificar el nacionalismo, una estratagema política que en este caso han seguido líderes de la Generalitat (gobierno de Cataluña) para sostenerse en el poder. Han creado, artificialmente, un sentimiento de nacionalismo en el “alma” del pueblo.