Pedro de San José Betancur, el Santo de Guatemala y Canarias.
Publicado 23-04-23
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
En la aldea de Vilaflor, en las altas montañas de la Isla de Tenerife en el Archipiélago de las Canarias, nació el 19 de marzo de 1623 Pedro Betancur, en una familia muy pobre pero unida y muy piadosa. La familia solía bajar de la montaña durante el invierno, acampando en unas cuevas donde guardaban las cabras por las noches y ellos mismos pernoctaban en ese lugar que hoy es centro y lugar de peregrinaje en “el Médano”, a la orilla del mar. El lugar estuvo en abandono por muchos años hasta que con motivo de una visita al lugar, Miguel Ángel Asturias convenció al gobierno de Tenerife su adecuación como el centro de peregrinaje que es hoy.
A sus 23 años Pedro Betancur decidió emigrar a América, embarcándose hacia Cuba y cubriendo el costo del pasaje con trabajos que hacía en el buque. Una vez en la Habana trabajó durante cuatro años para nuevamente embarcarse hacia Centroamérica, sin saber con claridad ni la razón de su decisión ni conocer el destino al que iría. Así, después de breve estancia en Honduras llegó a Santiago de Guatemala el 18 de febrero de 1651 sin un centavo, por lo que hubo de pedir asilo en el Hospital Real de San Juan de Dios, lugar en que conoció de las dificultades que vivían los enfermos, experiencia que mas tarde le serviría para organizar un pequeño hospital. Al poco tiempo de residir en Santiago Pedro consiguió trabajo como tejedor en la factoría de Pedro Armengol, un cristiano honrado y caritativo con cuyo hijo hizo amistad y quien le facilitó ingresar al Colegio de los Jesuitas con la intención de prepararse para el Sacerdocio. Sin embargo tuvo que reconocer que no tenía las dotes intelectuales para ello, por lo que se retiró a los dos años. En esa época conoció al Padre Espino, quien le preparó como catequista mientras vivía en gran pobreza como ermitaño penitente, hasta que le dieron cabida y refugio en la Iglesia de los Padres Dominicos.
Todo ese periplo le hizo ver con claridad que su vocación era atender a los enfermos, desvalidos y abandonados. Visitaba a una pobre ancianita, María Esquivel en su choza de paja, a quien llevaba el bálsamo de su palabra iluminada y ayuda material para sobrevivir. Al morir la viejita logró con ayuda de bienhechores y sus ahorros comprar la pequeña vivienda trasladándose a vivir en ella. Y fue en ese lugar en que recibía con amor a los enfermos recién salidos del hospital, iniciando con ello lo que hoy conocemos como convalecencia, siendo por tanto Pedro Betancur el pionero en el tema.
Por su amor al prójimo y piedad el 24 de enero de 1655 vistió el hábito de la Tercera Orden de San Francisco de Asís, continuando con una vida de humildad, pobreza y penitencia. Siguió viviendo en la misma casita, la que fue adecuando para recibir en ella a pobres, enfermos y abandonados, casa a la que denominó “Casa de Nuestra Señora de Belén” y que años después diera origen a la Congregación por el fundada de la “Orden hospitalaria de los Betlemitas”. Interesante saber que la rama femenina de la congregación fue restaurada en 1861 por la quetzalteca Beata Sor Encarnación Rosal, dedicadas a la educación y formación de niñas y señoritas.
En aquella casa abrió Pedro una escuela para niños pobres preparándoles en la doctrina católica y en las primeras letras. Se le reconoce ser el primer “centro de enseñanza” mixto, pues impartía las clases a niños y niñas en el mismo espacio. Llama la atención que siendo él quien tuvo problemas para aprender fuera quien inició una escuela que llegó a ser reconocida en Santiago por su buen nivel educativo y formativo. Con la decisión de organizar un hospital para pobres visitó al Obispo Fray Payo Enríquez de Rivera quien aun a sabiendas de que no contaba con los recursos monetarios para emprender tan complejo proyecto, le animó hasta lograrlo.
Un día llegó a Santiago el Gobernador de Costa Rica, don Rodrigo Arias Maldonado, Marqués de Torlamaca, valeroso capitán pariente de los Duques de Alba, frívolo y admirado por las mujeres por elegante y famoso, quien una noche se encontró en la calle con Pedro Betancur quien iba cantando su famoso estribillo: “Acordaos hermanos…”. Ello llamó la atención del Marqués, quien se interesó por Pedro, visitándole al dia siguiente en su pequeña “Casa de Belén”. Allí cayó el arrogante Marqués rendido ante la humildad y santidad de Pedro, despojándose de sus bienes y títulos para ser después de duras pruebas y constancia aceptado como discípulo de la recién creada “Orden Betlemita”. Rodrigo llegó, a la muerte de Pedro Betancur, a ser el Hermano Mayor de la Congregación por su virtud, celo y devoción, conocido como Fray Rodrigo de la Cruz.
Pedro Betancur murió el 25 de abril, siendo canonizado como “Santo hermano pedro de San José de Betancur” por el SS Papa Juan Pablo II el 30 de julio de 2002 en la Ciudad de Guatemala.
En la plaza principal de Vilaflor hay una bella imagen del Santo Hermano Pedro Betancur donada por un grupo de guatemaltecos en el año 1993, (Comité Huellas del Hermano Pedro) entre quienes destacan el Doctor Angel Marroquín Castañeda y Fray Guillermo Bonilla. En la placa se lee un poema escrito por Angelina Acuña al Hermano Pedro.