La polarización en la sociedad guatemalteca; causas y promotores
Los populistas usan el discurso agresivo y falseado (las ‘fake news’) para generar confrontación ideológica.
Fecha de publicación: 13-08-20
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
De un tiempo para acá la sociedad guatemalteca se ha ido polarizando en una especie de “bandos”, argumentando cada uno en su favor mensajes discursivos en los medios, especialmente en las redes “sociales”; incluso utilizando para ello instituciones del Estado. Esa disputa por el control de la mente ciudadana y de los espacios públicos se ha vuelto permanente, casi diaria; disputa en la que seudo-líderes de ideologías e intereses confrontados utilizan los medios de comunicación para acrecentar las diferencias, con lo que intentan profundiza la división de la ya bastante fragmentada sociedad guatemalteca.
La división puramente ideológica ha existido desde hace siglos y en todas las sociedades; profundizándose más desde que aparecieron los dos bandos antagónicos conocidos como izquierdas y derechas. Los primeros cercanos al pensamiento socialista y hasta comunista; y los de derecha cercanos a la ideología liberal-capitalista, la que en las últimas décadas se ha decantado por el neo-liberalismo. El problema se profundiza cuando los radicales de ambas ideologías se asumen, cada uno desde su trinchera, como estandartes de la verdad; y se auto-reconocen como portadores de la insignia del bien común y de la representatividad de los intereses de las mayorías. O de “minorías”, pero fortalecidas por su radicalidad. Esta división es utilizada por los populistas -que los hay de las dos ideologías antes expuestas- como instrumento avieso para cooptar instituciones del Estado cuyo sano fin se perturba y prostituye.
Lo que más preocupa es que desde hace unos años, y especialmente como consecuencia y rescoldos del enfrentamiento armado que nos enlutó y destruyó vidas y bienes por cerca de cuatro décadas, esa polarización trascendió lo puramente ideológico -que se asumía como el origen y causa de aquel cruento enfrentamiento-, para trasladarse a otra polarización: la de los que buscan protección en sus afanes de lucrar del Estado, de amañar las normas regulatorias del bien común, de utilizar las instituciones más nobles de lo político. Así, han surgido y se han fortalecido lo que en los medios se conoce como “pactos de corruptos”, que han cooptado instituciones fundamentales para su avieso propósito.
Para intentar contrarrestar ese mal, en el pasado inmediato se contó con un ente supranacional cuya función fue coadyuvar a la salida de esta intrincada y malévola práctica de mafias que operan en contra del bien común: la “comisión internacional contra la impunidad en Guatemala”, conocida por sus siglas como CICIG, entidad creada desde la ONU (Organización de Naciones Unidas), a solicitud del Estado guatemalteco en el año 2006, y disuelta en 2019. Dicha entidad tuvo aciertos y errores, siendo éstos últimos los que causaron la decisión del gobierno para decretar su cancelación y obligada salida del país. Entre los aciertos se puede contabilizar la defenestración del gobierno Pérez Molina-Baldetti, que aun cuando no se concluye el juicio, hay evidencia del descarado robo al erario público y de bienes del Estado. Otros aciertos se podrían referir; pero también los desaciertos, como el exceso de exhibicionismo al hacer cuasi-condenas cuando se anunciaba públicamente un caso en investigación. Esto último debido –asumimos- a la vanidosa y, en mi opinión, poco prudente personalidad de quien dirigió la institución en los últimos años.
Para algunos el autorizar a una institución supranacional actuar en el país es motivo de oprobio o deshonra nacional; pero nada más alejado de la realidad, pues todos los Estados del mundo han aceptado esa modalidad como necesaria para suplir debilidades de gobiernos transitorios. Por ello se cuenta con la Organización de Naciones Unidas y todos sus instrumentos; y a nivel del istmo centroamericano se han creado y se cuenta con entidades que, aunque no son decisionales, algunas de sus recomendaciones son atendibles en el interés integracionista.
Volviendo a la polarización y sus estrategias, hay que estar claros que lo que buscan sus líderes es que los ciudadanos caigan en su provocación, que se adhieran a sus propuestas para causar tensión. Por ello, los populistas usan el discurso agresivo y falseado (las ‘fake news’) para generar confrontación ideológica.
Lo recomendable en una sociedad sana que intenta construir un Estado viable es no seguirles en su juego, no replicar sus “llamados”, no creerles en sus mesiánicos manifiestos.
Felizmente y como consecuencia del tiempo “obligado” de reflexión en que nos encontramos con motivo de la pandemia, han surgido grupos que tratan de construir, de co-crear nuevas narrativas alejadas de los extremistas y que se han propuesto identificar liderazgos nuevos, bien intencionados, que fundamentan su discurso en valores compartidos, de los que hay suficientes para superar la confrontación y la polarización a la que nos han llevado en los últimos años los malévolos.