Fray Bartolomé de las Casas, el defensor de los indígenas

Publicado 24-02-22

Bartolomé presumía de sus capacidades de persuasión y dotes dialécticas.

Por: Roberto Gutiérrez Martínez

Bartolomé de las Casas nació el año 1484 en Sevilla, España. Su padre, Pedro de las Casas, acompañó a Cristóbal Colón en el segundo viaje a América en el año 1493. El mismo Bartolomé viajó con su padre a la isla La Española en 1502, participando, siendo muy joven, en acciones bélicas contra los caribeños.

De carácter vehemente, Bartolomé presumía de sus capacidades de persuasión y dotes dialécticas, por lo que no tuvo recato en exagerar el -ya de por sí- desmán de algunos españoles en la conquista de América. Aun así, y reconociéndole sus hiperbólicas acusaciones contra todo aquel que no fuera miembro de la iglesia, en la monarquía le atendieron y apoyaron en sus reclamaciones, las que redundaron en leyes nuevas y mandatos que cambiaron para mejor el tratamiento a los indígenas.

Como indicado en artículo anterior, Bartolomé de las Casas quedó muy impresionado al escuchar el sermón de Navidad dictado por el fraile Montesinos en 1511, embarcándose de inmediato hacia España acompañado de memoriales e informes para presentarlos al rey Fernando el Católico, quien por enfermedad no pudo atenderle. Pasado un tiempo, Bartolomé de las Casas se dirigió al rey Carlos I, quien nombró al Cardenal Cisneros, en su momento regente, para que le atendiera, quien le nombró consejero y defensor de “todos los indios de las Indias”.

Como consecuencia de las gestiones de Bartolomé de las Casas y otros religiosos, el rey Carlos I autorizó la evangelización “pacífica” de los dominicos en la Provincia de Tuzutlán (hoy Verapaces, Guatemala), territorio conocido como “tierra de guerra”. El gobernador de Guatemala Alonso de Maldonado instruyó para que esos territorios no fueran destinados a encomiendas. Para esa evangelización, de las Casas se hizo acompañar por otros religiosos, entre ellos Luis Cáncer, quien dominaba la lengua de los indígenas del territorio; así como de Pedro de Angulo y Rodrigo de Andrada.

Los datos numéricos sobre las víctimas que aporta Bartolomé de las Casas no son realistas, son “inverosímiles” nos dice Claudia López Lameli en su tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid. Fueron aumentadas para influir en el rey, con lo que logró que se suprimiera el sistema de encomiendas. Para Bartolomé de las Casas, según Ramón Menéndez Pidal, filósofo, filólogo e historiador, el “fin justificaba los medios”, y sugiere que amerita que se sicoanalice en mayor profundidad la personalidad del fraile.

La influencia de Bartolomé de las Casas hizo que se ignorara la obra de opositores suyos, como Motolinia, nombre en lengua náhuatl del cura que evangelizó buena parte de Guatemala (fue el primero que llegó a Quetzaltenango); igual se ha ignorado la obra “Apología y discurso de las conquistas occidentales” de Bernardo de Vargas. Es tan exagerado Bartolomé de las Casas, que habla de millones de muertos, de “hasta quince o veinte millones”, cifra que, incluso algunos de sus seguidores dicen que “Nadie defendería las cifras dadas por de las Casas”. Evidentemente el dar esa magnitud era para impresionar al receptor de la información.

Con su proverbial elocuencia y desaforada defensa, Bartolomé de las Casas llegó al punto de considerar a los indígenas como “seres angelicales”, con lo que logró fomentar, por un buen tiempo, el mito del “buen salvaje”, mito que se ha demostrado totalmente fuera de la realidad, como se comprueba con las sangrientas y despiadadas guerras que entre las diferentes etnias indígenas se suscitaron antes y después de la conquista y colonización de América.

Pero hay que decir que la respuesta al alegato de Bartolomé de las Casas y otros frailes, con el apoyo de la iglesia a los indígenas, fue exitosa. Sirvió para conformar un sistema de gobierno que se fundamentó en principios humanistas funcionales durante trecientos años, gracias, sin duda, al aporte que desde la Escuela de Salamanca propiciaron Francisco de Vitoria, Cano, Suarez y Soto. Como sabemos, la escuela de Salamanca es el precedente de los derechos humanos por cuanto defienda la dignidad de la persona “por el simple hecho de serlo”.

En síntesis, Fray Bartolomé de las Casas fue un auténtico defensor de los derechos de los indígenas, aunque para lograr su cometido haya recurrido a la exageración, la manipulación de información y, sobre todo, a sus dotes dialécticas y de convicción. Son varios sus apologistas; pero pocos han investigado la otra faceta de éste insigne fraile. Incluso se le acusa de haber favorecido la introducción en estos países de esclavos negros para “liberar a los indígenas” de las pesadas cargas de trabajo; acusación ésta no totalmente demostrada, aunque varios documentos así lo evidencien.

Estamos, pues, ante un personaje político que, como tal, supo encauzar su protesta en defensa de los derechos de los indígenas; aunque para ello hubo de usar los instrumentos que muchos políticos utilizan, esto es, la exageración, la manipulación de cifras y la falacia Ad Misericordiam.

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