Países que han colocado el turismo como centro de su desarrollo logran visitas anuales que duplican y triplican su población.
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
Todos los países, por su ubicación geográfica, clima, topografía, y por la cultura de sus ciudadanos, adquieren unas cualidades que les da una especie de “marca” diferenciadora entre unos y otros. Así, nuestros vecinos más cercanos: México con su riqueza folclórica y bien desarrolladas facilidades en playas; Honduras con sus extensos bosques y praderas; y El Salvador con su animado y trabajador pueblo, tienen diferencias con Guatemala, lo que hace a cada uno de esos países “único”, por sus características.
Esos marcadores, cuando han sabido aprovechar sus cualidades se convierten en un potencial cuando de atraer turismo se trata, pues lo que busca el turista al visitar un país es precisamente experimentar lo que le hace diferente al suyo, sus atractivos y, cuando el turista es más acucioso, investigar cómo han desarrollado la vocación natural del país visitado.
En este orden de ideas, una de las cualidades más importantes de Guatemala y por lo cual recibe turistas (aún pocos para su potencial), es su cultura, la que se ha conformado –durante siglos– con la suma e interrelación de la cultura ancestral Maya, de la incidencia de la cultura “occidental” española/europea, y del producto simbiótico que la modernidad ha producido. A ello se debe agregar lo que ha traído la comunicación digital. Un segundo elemento de atracción turística de nuestro país es la riqueza natural de sus paisajes, bosques, fauna, flora, clima y topografía variada, en un territorio relativamente pequeño (108 mil kilómetros cuadrados).
Estas cualidades del país se convierten en ventajas comparativas de primer orden para el turismo. Y, lo que considero más importante, son base para plantearnos el turismo como el “gran objetivo” de desarrollo nacional, puesto que ello implicaría –y obliga– a mejorar, con profesionalismo y objetividad, asuntos estratégicos como lo son la seguridad, la infraestructura, la protección del medio ambiente, la educación y la salud de las personas, la capacitación para la hospitalidad, además del fortalecimiento del conocimiento de la historia y cultura nacionales, por su interesantísima evolución en el tiempo.
La propuesta debe ser procurar colocar el turismo como “visión común” de desarrollo del país, para que a partir de esa motivación se ordenen los esfuerzos que permitan cumplir con cada uno de los elementos antes indicados, todo ello bajo un signo y significación. Así, sabremos que la seguridad se debe hacer real en todos los rincones del territorio nacional, pero ¡ojo!, una seguridad fundamentada en el respeto a la persona, y en la convicción de que la misma trasciende el únicamente saberse “seguros” y protegidos. El segundo tema de la propuesta –la infraestructura– es más que obvio que se requiere para una movilidad viable, y, en este caso, a todos los rincones del país, pues en muchos de ellos se encuentran interesantes sitios para desarrollar turísticamente. La protección, y recuperación, del medio ambiente es una obligación, un “must”, para el turismo; el saber que es uno de los elementos estratégicos para esa visión de país que nos obliga a la recuperación de lagos (Atitlán y de otros bienes hídricos) y bosques del país, así como a la variada fauna, algo a lo que actualmente no se presta la atención que merecen.
La salud y educación de la población, de por sí exigencias de primer orden, se vuelven más relevante cuando el país, mediante el turismo, obliga a una mayor interrelación humana. Y dentro de este ámbito de la educación, un asunto de importancia es la preparación para la denominada “industria de la hospitalidad”, que es fundamento del turismo, y para la cual debe prepararse más y mejor a todos aquellos que atienden a los visitantes; ello incluye salubridad, conocimiento de idiomas, etcétera.
Y por último en este breve listado, pero no por ello menos importante: el estudio, reconocimiento y apoyo a todo lo que la cultura significa, en términos de conocimiento de la historia, de las diversas culturas nacionales, así como de los monumentos (antiguos y modernos), que hacen recordar personajes y hazañas históricas.
Si logramos hacer del turismo el centro de una –ya postergada– “visión” de país estaremos contribuyendo a la generación de empleos y autoempleos pues, como sabemos, esta llamada “industria sin chimeneas” es una de las que más oportunidades genera, y de una manera en que los beneficios mejor se distribuyen entre los ciudadanos.
Ojalá el nuevo gobierno asuma esta estrategia, transformando los instrumentos y las instituciones encargadas del asunto, proponiéndolas como de la mayor importancia.
Países que han colocado el turismo como centro de su desarrollo logran visitas anuales que duplican y triplican su población. De manera que Guatemala podría ser visitada por diez veces más visitantes que los que actualmente recibe. ¡Es solo tomar la decisión acertada!