El desarrollo económico como razón para la creación del Estado de Los Altos

El desarrollo económico se veía restringido a causa del Consulado de Comercio.

Fecha de publicación: 23-09-21

Por: Roberto Gutiérrez Martínez

En el siglo XIX la industria textil de Quetzaltenango era muy importante. La lana de oveja se lavaba (con raíces naturales), batanaba (en agua tibia para compactarla), se cardaba (con cardos naturales), se hilaba (en ruecas manuales), y el hilo era teñido con tintes naturales (de raíces y cortezas de árboles). Con ello se producían diversos textiles, entre ellos los conocidos en su tiempo como “ropa de la tierra”, para diferenciarla de los textiles ingleses que de contrabando llegaban a Guatemala. También producían textiles con algodón que traían de la costa. Algunos productos —como los aún hoy famosos ponchos de Momostenango— tenían demanda en los mercados del país. Y así como la industria textil, había otras de relevancia económica, como la curtición de pieles para la fabricación de zurrones (en los que se exportaba el añil), la producción de frutas deciduas y hortalizas.

Pero el desarrollo económico se veía restringido a causa del Consulado de Comercio, entidad esta que imponía altas cargas impositivas a los productores y comerciantes, quienes además padecían del abandono de las autoridades, que no se preocupaban por mejorar las vías de comunicación, las que, ayer como hoy, son vitales para el comercio y movilización de las personas.

Es por ello que, como indicaba el periódico El Ciudadano del 21 de mayo de 1836, un grupo de quetzaltecos se quejaba de lo que llamaban la “marginación comercial”, informando que el camino de Quetzaltenango a Suchitepéquez (distancia corta, pero de gran importancia) era “pésimo”, y que en muchas de sus partes ese camino “anunciaba la muerte por los precipicios que había que utilizar”. Por tanto, decía el periódico: “… una compañía de vecinos de esta Ciudad, de Totonicapán y Suchitepéquez, intentó componerlo, y que pasasen atajos que ahora no transitan; pero el Gobierno hizo reparos y adiciones a las bases y la compañía se resfrió (sic) y tuvo que abandonar, con bastante sentimiento, su proyecto útil”. Y continúa el artículo del mencionado periódico: “Si esta clase de empresas se dejasen a la especulación de los particulares, sin que el Gobierno tuviese otra intervención que la de proteger a los empresarios y a los contribuyentes, sería lo mejor. En los Estados Unidos así se observa; por eso hay caminos de rueda, hierro, vapor…”.

En esa época el presidente de Guatemala, licenciado Mariano Gálvez, se había comprometido a construir y mejorar caminos entre la costa sur y el altiplano, lo que incluía la construcción de un puente sobre el río Salamá, y la habilitación del puerto de Ocós, obras que serían asumidas por la compañía quetzalteca; se elaboraron los reglamentos, planificación, acuerdos, etc., pero —como suele suceder— las obras no se ejecutaron por negligencia gubernamental, lo cual fue una de las razones argüidas por el nuevo gobierno de Los Altos, el que, en cuanto asumió el poder en 1838, avanzó con los proyectos que durante el gobierno de Mariano Gálvez no se cumplieron. Se dio prioridad a los arreglos del camino a Suchitepéquez y la construcción del puente sobre el río Salamá. Se obtuvo en esta ocasión el apoyo del Gobierno Federal, presidido por el liberal Francisco Morazán, el que envió al general Isidoro Saget a recorrer la costa para identificar el mejor lugar para construir el puerto, habiéndose escogido como el más adecuado Champerico, en donde finalmente se realizó el proyecto.

Especial importancia económica tenía en aquella época la construcción de un puerto para la exportación del trigo y harinas que se producían en la región occidental, así como de productos de la costa, y aunque Mariano Gálvez había ofrecido su apoyo desde que fuera Ministro de Hacienda, nunca honró su palabra bajo el argumento “liberal” de proteger el libre comercio, aun a costa de sacrificar la producción regional.

Adicionalmente, y para complicar aún más la economía de la región, bajo el argumento de la crisis fiscal que se vivía en la época, se establecieron gravámenes considerados excesivos para la producción e intercambios entre las provincias que para entonces conformaban la Federación de Repúblicas de Centroamérica, con lo que se castigaba la producción nacional (y por tanto de la región occidental), y se favoreció indirectamente el contrabando y el comercio de productos ingleses y norteamericanos que para entonces ingresaban al país por rutas marítimas de cabotaje.

Esa desatención a los auténticos y reiterados esfuerzos que desde 1812 hasta 1837 se hacían por el desarrollo económico del territorio occidental fue el causal más importante para la formación del Sexto Estado, tal como en su declaración indica el “considerando No. 7”: “Haber sido constantemente oprimidos y vejados con providencias violentas y con cargas y contribuciones exorbitantes por parte de la ciudad de Guatemala para mantener fuerzas numerosas que sostengan las miras hostiles del que manda…”. Ello, sumado a lo antes indicado; esto es, el incumplimiento de la “compostura de caminos”, de la construcción “del puente sobre el río Salamá”, sobre la “habilitación del puerto de Ocós”, a pesar, como indica el periódico El Ciudadano, que había “empresarios que los harían a su costa…”.

Mariano Gálvez fue también rechazado por líderes del oriente del país por medidas tomadas en su gobierno, como la obligatoriedad de usar los Códigos de Livingston, y la lucha ideológica entre liberales y conservadores. Todo ello dio pie al descontento generalizado que Carrera capitalizó, obligando a Mariano Gálvez a abandonar la jefatura del Estado, quien la entregó al doctor Pedro Valenzuela a inicios de enero de 1838.

Mariano Gálvez, aunque compartía ideología política liberal con varios líderes quetzaltecos, nunca apoyó la iniciativa del Sexto Estado, el que dos años más tarde, en 1840, el brigadier Rafael Carrera y Turcios canceló por la fuerza.

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