A continuación se incluye algunos poemas que diversos poetas han escrito sobre Quetzaltenango. La poesía permite, a quien tiene la capacidad de hacerlo, resumir en bellas expresiones el amor y admiración hacia un tema; en éste caso, la Ciudad de Quetzaltenango.

HIMNO CÍVICO A QUETZALTENANGO

Autor: Alfonso Audaz Sierra Acté

Quetzaltenango, solar bendecido, de la patria precioso jirón; entre valles y cumbres dormido, un milagro, semejas, a Dios.

Quetzaltenango, crisol de civismo, de trabajo, cultura y honor; de tu sangre, con fe y heroísmo, se ha teñido tu sacro pendón.

Dios bendiga tus campos floridos, tus rebaños, tu mies, tu maíz; Él permita que libres y unidos, puedan siempre tus hijos vivir.

Que tu ave sagrada, en su vuelo -esplendente el bello quetzal- libre surque el azul de tu cielo; como símbolo hermoso de paz.

LA CIUDAD DE LA ESTRELLA

Autor: Porfirio Barba-Jacob

(Poeta colombiano)

I

A un numen fuerte, un fúlgido milagro:

Del domo de los cielos se desprendió una estrella,

Y su visión fue trazo de la belleza suma:

¡con inflamados besos dio un iris a la bruma

E iluminó las almas la mística centella!

¿Y a dónde caería? Los bardos de aquel tiempo

cantaban en sus rimas la ciudad memorada,

donde se vio el prodigio arder, fluir, caer.

Era un monte. Subiendo ese espacioso monte,

Un limo que sería la pulpa en la granada.

Cimera aún, la roca silenciosa y nevada.,

Y después horizonte... horizonte... horizonte...

¿A dónde caería

la gema azul, rodando desde el collar del día?

¡oh, quién mirar pudiese la sombra iluminada

y como abierta en lampos de una aurora sagrada!

II

Ciudad feliz, aroádica de honrado amor se engríe

porque la blonda tránsfuga de nívea luz la baña;

en su ilusión de estrella sus nácares deslíe;

los hombres que la vieron los nutre su montaña...

Sus albas aún evocan auri-azulina huella;

quiere la ciudad clara el sueño blando,

la Musa libre, el alma señora en su querella

y labora cantando y esperando...

Aún piensa ver la sombra iluminada,

cual si se abriera en lampos de una aurora sagrada...

Y persiguiendo el brillo de la fugaz estela,

el éter vacuo, inmenso, contempla de hito en hito...

Un pueblo, cómo mira los ámbitos y anhela

No sabe qué... -¡Belleza del lúgubre infinito!

¡Qué noche, noche ustoria que conmovió la vida

y enardeció las almas y depuró el dolor.

cuando cruzaba el cielo la lágrima encendida!

¡Qué fulgido milagro, qué lírico estupor!

A quien miró la estrella con mirar arrobado,

Hasta el pensar la lumbre le tiene diademado

Y un brillo de la lumbre lleva en la mente opreso:

El beso de la luz casi ni oprime,

Con ser un tibio y tremulante beso...

Tú por la estrella errante de un sueño embelesado:

¡vivir es una experiencia sublime!,

¡vivir es un ejercicio sagrado!

III

Abejas zumbadoras. Maíz que está granando,

canciones a la tarde, cuando se sueña y cuando

el polvo de los astros fulgura en lo vacío...

Ha de brillar de nuevo la mística centella,

Rielando entre las aguas del nemoroso río...

¡Sé tú, Quetzaltenango, la Ciudad de la Estrella!

-La Nueva Tribuna, Quetzaltenango,

30 de marzo de 1930.

A LA VIRGEN DEL ROSARIO

Autor: Doctor Alberto Fuentes Castillo

(ex Alcalde de Quetzaltenango)

Virgencita del pueblo tan milagrosa y buena,

en años infantiles con mirada serena,

cuando el rezo de la madre para nos florecía,

arrullaste los sueños y nos diste alegría...

En nuestras mocedades los más puros amores

protección te pedían y las más blancas flores

perfumaban las almas de las novias felices,

hermanas de las rosas, hermanas de los lises...

Patrona de mi pueblo, dulce Madre de Cristo

en ti las pobres madres el consuelo han visto,

tú has dado a los hijos la salud que perdieron.

Y el valor a los padres que de hinojos lloraron.

Por eso, virgencita, es que vengo a pedirte,

en esta hora loca, en esta hora triste,

para los pobres hombres un poco de luz

que tuvo en la palabra el Divino Jesús ...

Toda la tierra tiembla, se matan los hermanos,

se queman los trigales, se escupe a los ancianos,

los templos son mercados y establos los altares

y se arrojan al lado los puros azahares...

Por los niños sin padre que te rezan llorando.

por los pobres cautivos que allá están penando,

por los hijos queridos, por las pobres mujeres,

por las patrias perdidas que escarnece la guerra,

por los que están dando su vida por la humanidad,

por todos los mártires que ha hecho la crueldad,

te pido virgencita un poco de piedad

y que muy pronto venga tu Hijo Divino

a purificarnos con su Pan y con su Vino...

-Proa. Quetzaltenango, 2 de octubre de 1943

LUNA DE XELAJU

Autor: Francisco Pérez

(Paco Pérez)

1

Luna gardenia de plata

que en mi serenata

te vuelves canción.

Tú que me viste cantando

me ves hoy llorando

mi desilusión.

2

Calles bañadas de luna

que fueron la cuna

de mi juventud,

vengo a cantarle a mi amada:

la luna plateada

de mi Xelajú...

3

Luna de Xelajú

que supiste alumbrar

en mis noches de pena

por una morena

de dulce mirar...

4

Luna de Xelajú

me diste inspiración,

la canción que hoy te canto.

Regada con llanto

De mi corazón.

5

En mi vida no habrá

más cariño que tú, mi amor

porque no eres ingrata.

mi luna de plata,

luna de Xelajú.

6

Luna que me alumbró

en mis noches de amor,

hoy consuelas la pena

por una morena

que me abandonó...

A XELAHUM-KIEH

Autor: Rudy Solares Gálvez

I

Señora de las llanuras

escenario de leyendas,

que en tus entrañas engendras

la belleza que estructuras.

Madona de dos culturas,

de dos razas confundidas

que en tus montañas anidas

el polen de las alturas.

Cuna de real vasallaje

de raza indiana y bravía

que escuda con su hidalguía

el bronce de su linaje.

Abolengo en tu plumaje

de nobleza cincelada,

tu estirpe quedó callada

en el blasón del paisaje.

II

Sutil y reincidente

tu tradición se engalana,

septiembre de hoy y mañana,

ritual y fosforescente.

Tu luna en cuarto creciente

almidona tus montañas

y le pinta telarañas

a tu noche transparente.

Ausencias de jacarandas

lloran tus calles de día,

en tardes tibias y blandas

añoradas de alegría;

y cuando declina el día

sobre un lecho de amapolas,

tu siesta duermes a solas

beodo de melancolía...

III

Perlado en mi fantasía

con tus campanas despierto

y en octosílabo abierto

cantando voy tu alegría,

con trinos de chirimía

amanece tu mañana

con fustán de tarlatana

y enaguas de fantasía.

Sobre el barro emparedado

de los tejados se acuesta

un arco iris de fiesta

por un sol atravesado.

Papel de china rayado

cuelga en cohetes de varita

y entre el jolgorio se agita

el pueblo emperifollado.

Folklore de ritos y gamas

donde un cierzo inadvertido

el amor engendra un nido

bajo toldos de chinamas.

Olor a tierra mojada,

olor a “membrillo” verde,

tras la tarde que se pierde

por anemia desahuciada:

Surge una noche embriagada

en tinajas de curtiembre.

¡Tierra de fiesta y septiembre

en mi verso desmayada!

ROMANCE DE LA MEJOR CALLE DEL PUEBLO

Autor: Víctor Villagrán Amaya

Resbala de La Pedrera

en manantial de alegría.

Es una calle de estampa,

como mi pueblo sencilla.

Un camino la atraviesa

Con alarde de osadía

y torcida se prolonga,

porque recta no sería

la mejor calle del pueblo

rebelde a la simetría.

Toda la luz se le unta

sobre su lomo en el día.

y hubo de nacer angosta,

porque ancha no sería

la mejor calle del pueblo,

ni manantial de alegría.

Un paisaje entero es esta

calle corta, callecilla

que cabe toda en los ojos,

que al no caber, no sería

la mejor calle del pueblo

con cerros de orilla a orilla.

Calle por donde pasé

con morena compañía;

soñando por ti pasamos

calleja de maravilla,

por ti pasamos amando

bajo la luna que ardía,

pintando blanco mi pueblo,

con cal de su fantasía.

Y porque el alma la tienes

como mi pueblo, sencilla

te me has metido en el alma.

donde solo ella cabía.

-Romances de las Tierras Altas.

Quetzaltenango, 1937.

LA CIUDAD DE LAS CUMBRES

Autor: Carlos Wyld Ospina

(Quetzaltenango, antigua Xelahún Kie)

Ciudad de las historias romancescas

que un encanto pretérito acrisola;

Toledo de callejas pintorescas,

con algo de india y mucho de española...

Sugestión secular, anacronismo

de esta vieja ciudad, que en el incierto

trajín del siglo ofrece el hibridismo

del tiempo vivo junto al tiempo muerto.

Prefiero al mármol y a la fina piedra

con que el moderno gusto te atavía,

en muro coronado por la yedra,

la reja antigua y la tortuosa vía:

cuanto en ti evoca la altivez bravía

con la que tus autóctonos guerreros

tornaron rojo al Xequijel un día,

entre el flamear de los plumajes fieros;

cuanto invita a soñar glorias remotas,

resonar de epopeyas olvidadas;

silbantes flechas, aceradas cotas,

nombres sonoros, ínclitas espadas;

cuanto llenó los ámbitos oscuros

cuanto llenó los ámbitos oscuros

del tiempo con fulgor de tempestades,

y detuvo, en las lindes de tus muros,

los años, convertidos en edades...

Amo yo las historias y consejos

de un pasado que vive todavía...

Romanticismo de las cosas viejas,

romanticismo que es melancolía...

Amo la noche en que el vivir se quieta

y en la ciudad todo rumor se apaga,

y hay en la sombra una ansiedad secreta

y en el silencio una dulzura vaga;

y entre el crespón de la viajera nube

la errante luna de palor se nimba,

y de la noche en paz, trémulo, sube

el lamento ancestral de la marimba,

mientras bajo el embozo, la figura

gallarda de don Juan ronda el poblado:

truhanesco paladín de la aventura

en las encrucijadas del pecado ...

Amo la majestad de tus montañas;

tus picachos de cólera crispados;

el claro río en que tus faldas bañas;

la mansa grey pastando en los collados;

el volcán que de nieve se corona.

La canción de los trigos candeales;

y el valle que se cubre de trigales

cuando jocunda primavera entona

el bíblico verdor de las praderas;

los casales al pie de las colinas,

cuando las suaves brisas mañaneras

barren con el cendal de las neblinas

y cruzan traqueteando por las eras,

las pesadas carretas campesinas...

¡Oh, el frío aliento de tus rudas cumbres

y el amplio trazo de tus serranías

donde el sol quiebra tus primeras lumbres

y abate el huracán sus osadías!

¡Oh, tu cielo de diáfanos cristales

y tus místicos bosques centenarios

semejantes a vastas catedrales

que perfuman a perpetuos incensarios!

Yo he amado, ¡oh, ciudad!, la soledosa

paz de tu alma mística y roqueña:

y siento en mi quietud algo que sueña

y en mi sueño un impulso que reposa:

afán de alas, voluntad de vuelo;

idea que al surgir será aletazo:

estrofa que recoge un mudo anhelo;

verso que brota en interior chispazo.

Han crecido mis sueños en tu seno

más altos que el destino y que la muerte:

como tus cielos me volví sereno.

Como tus cumbres, me he tornado fuerte.

Y un día al emprender de nuevo el viaje

llevaré en mis alforjas de romero

el ritmo y el color de tu paisaje

y un puñado de arenas del sendero.

-El Observador, Quetzaltenango

7 de septiembre de 1963.

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