Nuevamente y como cada cuatro años debemos pasar por la experiencia -poco alentadora- de escuchar las promesas políticas de los contendientes a puestos públicos.
Conviene -por cuanto escucharemos discursos políticos variados- recordar la historia mitológica de Pandora, la enviada por Zeus para vengar a Prometeo (quien había robado el fuego -símbolo de sabiduría- y traerlo a los humanos). Pandora recibió como regalo de boda un pithos, una tinaja ovalada, con instrucción de no abrirla. Sin embargo, Pandora, curiosa que era, decidió abrirla y de su interior salió Ápate y con ella todos los males del mundo. Cuando logró cerrarla solo quedó dentro la esperanza; por ello hasta hoy decimos: “la esperanza es lo último que se pierde”. Al abrir Pandora la caja, Ápate quedó libre llenando el mundo de imposturas, embustes y falacias. Ápate personifica el dolo, el fraude y el engaño. Representa el triunfo de la mentira en la vida en sociedad, en la política.
El dolo y el engaño han sido fenómenos políticos de siempre. La historia humana ha sido un pozo inagotable de mentiras para obtener beneficios, especialmente en las agendas políticas; la mayoría de los líderes políticos han recurrido a la mentira como un medio para sus fines, para alcanzar el poder por cualquier medio. ¡Y para retenerlo!
Políticos de izquierda y de derecha acusan a sus adversarios de difundir información falsa y las fabrican ellos mismos; vivimos en una especie de devaluación de la verdad y los ciudadanos sufrimos en esas procelosas aguas de las noticias falsas, las “fake news”. Y ha surgido la posverdad como si fuese una tendencia filosófica aceptable, termino ambiguo para justificar cualquier mensaje o contexto. La diosa del engaño, Ápate, se regodea entre nosotros.
Siempre ha habido mentira en la política; recordamos el famoso caso Dreyfus. Mas recientemente hemos escuchado la miríada de mentiras del expresidente Trump. O la que armaron varios presidentes de países “desarrollados” para justificar la invasión a Irak, aduciendo la existencia en ese país de armas atómicas (que sabían no había…). O la caída del expresidente Nixon en el caso Watergate. Y no se diga en nuestros países -Guatemala uno de ellos- en donde se ha ofrecido de todo; hasta limpiar el lago de Amatitlán con un “agüita mágica”.
¿Cómo podemos los ciudadanos protegernos contra la desinformación y la difusión de falsedades que circulan en la internet? ¿Cuál la responsabilidad de los medios? Y algo mas profundo: ¿cómo va a activar la inteligencia artificial la fabricación de comunicados falsos a toda la sociedad en ésta y las próximas contiendas políticas? Tenemos ante nosotros elementos de reflexión muy importantes…a sabiendas que las noticias corren como la pólvora; y si son maliciosas con mas velocidad. Nos enfrentamos a la relativización de la verdad.
Un importante valor de la sociedad actual es la tolerancia y el respeto a la persona sin importar su pensamiento y origen; pero el riesgo es cuando esa tolerancia se lleva al extremo de socavar los principios y valores fundamentales. Y cuando son los líderes políticos quienes falsean con propuestas inviables el daño es mayúsculo. ¡Claro! Dirá mas de uno, la utopía es la que mueve el destino, y así es. Pero la utopía debe ser enmarcada dentro de una visión global de futuro lejano, con los valores que la sociedad sustenta; no la oferta engañosa de cuatro años en que todos seremos “felices”.
Hoy los candidatos ofrecen desde regalar cinco mil quetzales a cada mujer, pasando por un “bono de semana Santa” hasta sacar de la pobreza a los guatemaltecos. Puro populismo embustero de personajes que ofrecen lo imposible, engañando a incautos y haciéndoles creer en las perspectivas de una solución a sus dificultades de vida, apelando a emociones viscerales con sus discursos.
Estamos, por tanto, ante una realidad inmediata en la que debemos saber discernir sobre la veracidad y posibilidad de ofertas políticas. Esa veracidad parte de la autenticidad del candidato, asunto que se conoce por su historial de vida, sus realizaciones y actitud ante las diversas situaciones que ha vivido. Aporta a ello la experiencia –incluso empresarial- que haya tenido; su vida familiar y conocimiento de la cultura e historia del país.
Un auténtico líder político una vez en el poder, compromete a toda la sociedad. Por ello debemos sentirnos representados por una persona íntegra por capaz, veraz y comprometida con la sociedad que gobierna.
¡Pilas!, como decimos. A escoger con responsabilidad y conocimiento.