Como sabemos, la reserva moral está en sus instituciones, sean estas individuales o jurídicas.
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
La noción “reserva moral” ha tomado muy variados caminos en su interpretación; así, algunos grupos le han dado un giro político según su adscripción ideológica. Constatamos que para algunos argentinos la reserva moral de aquel país está en el peronismo; algunos venezolanos la buscan en el bolivarismo; algunos mejicanos en los zapatistas. Visiones éstas que no se corresponden con lo que representa el real y verdadero sentido valorativo de reserva moral. Ello ha provocado que la noción pierda su auténtico significado el que, dicho sea, es de fundamental importancia cuando se necesita recuperar el comportamiento moral de una nación y a partir de ello alcanzar un mínimo de cohesión social que permita vislumbrar mejores futuribles.
¿Cuál es, entonces, el sentido clásico y original de la reserva moral?
Este debemos buscarlo en los anales de la filosofía, en donde vemos que la noción viene de los valores fundamentales sobre los que se han construido las sociedades, la vida en común, la prosperidad de las personas y del conjunto de ellas. En esos valores encontramos su verdadero significado. De tal cuenta, si queremos identificar cuáles son esos valores morales para Guatemala, para saber ¿a dónde recurrir?, ¿en dónde está el reducto que los conserva?, debemos hacer un esfuerzo de reflexión y volver a ver hacia los fundamentos de la nación. Entonces encontramos que los centrales son: la preeminencia del ser humano, la solidaridad, la familia como fundamento de la sociedad, el respeto a los mayores, la preservación del medio ambiente, la propiedad privada, el respeto a la multiculturalidad y la comprensión de la historia.
Como sabemos, la reserva moral de una sociedad está en sus instituciones, sean éstas individuales o jurídicas. Esas instituciones o entes que sustentan los valores pueden ser de orden religioso, académico, económico, de servicio. Así como pueden ser personas individuales o grupos de personas que por sus cualidades y demostrado comportamiento son reconocidas como fuente de inspiración moral.
Pero lo importante es que esos reservorios de ética actúen, especialmente en momentos de crisis, como el que ahora se vive. Caso contrario, al no actuar, la sociedad les desconoce y demerita; y camina sin rumbo, perdiéndose en las tinieblas de la iniquidad, el irrespeto y la destrucción.
Un caso a recurrir para constatar lo que sucede cuando esa reserva moral no actúa nos lo enseña la historia de Erasmo de Rotterdam (1467-1536), quien fue un convencido de que todos los conflictos entre humanos podrían resolverse pacíficamente a partir de la mutua condescendencia; y su único enemigo fue el fanatismo. Para ello Erasmo luchó mediante sus escritos a favor de la paz, visionando la idea supranacional de una Europa unida. Y con su influencia intelectual reclamó a los líderes de su época por una unión espiritual y pacífica de los pueblos.
Pero para desgracia de muchos europeos surgieron las pasiones nacional-religiosas atizadas por Martin Lutero quien con sus 92 tesis clavadas el 31 de octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia de la Universidad de Wittenberg, dio a alemanes y otros europeos que no querían a Roma una oportunidad política de quitar poder a la iglesia católica apoyando al protestante Lutero, y a partir de aquello, dividir Europa. El caso es que Erasmo de Rotterdam pudo ser el único que frenara el avance del protestantismo, pero debido a su talante poco decisivo tardó demasiado en opinar y plantarse al agresivo y rudo Lutero; y cuando lo hizo, tardíamente, el mismo Lutero reconoció la gran debilidad del protestantismo, esto es: el libre albedrio. Pero el protestantismo había permeado entre el pueblo alemán y nórdico; y más tarde Enrique VIII, en Julio de 1535, exigió legitimar su divorcio de Catalina de Aragón, y al no obtener la anuencia del Vaticano separó también a Inglaterra del Catolicismo, con lo que Europa quedó espiritual y políticamente dividida por siglos; y con ellos, los continentes en que incidían.
Vemos, en este breve relato, que esa “reserva moral” debe actuar con decisión y precisión, sin altanerías ni falsas superioridades, pero sí con la fuerza y contundencia que dan la verdad bien dicha, sólidamente fundamentada, y expuesta de manera oportuna.
Hoy, cuando no se perciben prospectivas por un mejor futuro, se busca con ahínco a esa reserva moral, de la que se espera una guía orientadora. Pero es necesario que esa reserva pierda el miedo a manifestarse, a opinar, a actuar. De lo contrario hay que recordar lo que advirtió Dante Alighieri en la Divina Comedia: “El mas oscuro rincón del infierno está reservado para aquellos que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral”.