Dedicado a los compañeros del colegio Liceo Guatemala de Quetzaltenango, en nuestro 60 aniversario de graduados como bachilleres. En especial para con quienes iniciamos la vida estudiantil hace ahora 72 años: Jorge Lavarreda Grotewold, Fernando Fuentes Mohr, Jorge Luis Huertas Recinos y quien éste artículo suscribe.
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Por: Roberto Gutiérrez Martínez
Cicerón, el filósofo, escritor, político y jurista romano (años 106 a 43 a.c.), hizo una brillante y elocuente descripción sobre cómo la segunda mitad de la vida puede ser la mejor parte de todas. Lo que a continuación anoto, tomado de escritos de Cicerón, nos demuestra que las observaciones del sabio romano son atemporales, además de certeras, y hacen reflexionar sobre el error que a veces se comete en ese afán de una obsesionada búsqueda de la “eterna juventud”, ciertamente vana, pero por muchos buscada. Anotaré también pensamientos de Séneca (el cordobés de similares credenciales, mas joven que Cicerón, 4 a.c-65 d.c.), quien nos legó su pensamiento sobre “la brevedad de la vida”, en lúcidos escritos, en los que recomienda vivir la vida con “sosiego y sabiduría”, con lo que se logra vivirla de forma intensa y hermosa, aunque sea breve.
La primera recomendación que hace Cicerón reza: “Una buena vejez comienza en la juventud”, y lo subraya al explicar en detalle cómo la moderación, la sabiduría-esa claridad de pensamiento-, y el sano disfrute de la vida, son hábitos que debemos cultivar desde jóvenes. Son valores fundamentales, básicos y permanentes. Y sentencia Cicerón: “los años no vuelven felices a los jóvenes desgraciados…”. Nos dice Cicerón que la vejez puede ser una etapa maravillosa de la vida, aunque algunos mayores sean infelices, pero no es culpa de la edad, sino resultado de la falta de carácter, al no haber sabido conducirse en su juventud y madurez con la moderación y la inteligencia antes indicadas. Sentencia Cicerón algo irrefutable: “cuando pasan los años y se aproxima el fin, la virtud, la conciencia de una vida honrada y el recuerdo de las buenas obras continúan dándonos frutos maravillosos y numerosas satisfacciones”.
Y nos recuerda que la vida es una sucesión de etapas, tal como la naturaleza lo ha dispuesto; por lo que de nada sirve aferrarse a los placeres de la juventud, cuando el momento ha pasado. ¡El que lucha contra la naturaleza será vencido¡. Y aunque la vejez pone ciertas limitaciones, ello no implica necesariamente una vida sedentaria; son muchas las actividades que no requieren de fuerza, entre esas: el estudio, la escritura, y algo que puede resultar muy gratificante: aportar consejo y sabiduría a la comunidad.
Y es que la mente es un músculo, nos dice Cicerón, que hay que ejercitar, por tanto, recomienda leer, escuchar música, dialogar e incluso hacer un meticuloso examen de conciencia antes de irse a dormir.
Nos recuerda Cicerón que la edad aplaca “los placeres físicos y la ardiente pasión”, pero ello no disminuye el disfrute de otros aspectos de la vida mas satisfactorios y duraderos, como los indicados. Y sobre todo, no temer a la muerte, porque “un buen actor sabe cuándo abandonar la escena”.
Desde mi punto de vista, explica Cicerón, hay cuatro razones por las que la gente considera que la vejez es una desgracia: la primera, porque nos aparta de la vida activa; la segunda, porque debilita el cuerpo; la tercera, porque nos priva de los placeres sensuales; la cuarta, porque no está lejos de la muerte. Y a continuación desvanece cada una de las razones, proponiendo el lado positivo, con lo que finalmente resultan ser mas halagüeñas. Así, sobre la pérdida de vida activa nos recuerda que las mayores hazañas no se logran con fuerza, rapidez o agilidad física, sino con sabiduría, carácter y buen juicio. Sobre la segunda, la debilidad del cuerpo, nos aconseja que usemos nuestras fuerzas en proporción a nuestra edad. En cuanto a los placeres sensuales, Cicerón recomienda que “no hay lugar para la moderación donde domina la lujuria, ni para la virtud donde impera el vicio”; asegurando que “el placer intelectual es el mayor de los placeres”. Y sobre el temor a la muerte, recuerda que ésta solo puede hacer dos cosas: extinguir el espíritu humano por completo, en cuyo caso lo mejor es no preocuparse, o conducirlo a la vida eterna, en cuyo caso es incluso deseable…”.
Séneca, el otro filósofo, de forma lacónica advierte lo siguiente: “…has de pensar que alguien porque tiene canas y arrugas, ha vivido mucho tiempo, lo cual no necesariamente es así, pues, aunque ha estado mucho tiempo en este mundo, no por ello ha vivido mucho”. Y coincide con Cicerón en que es la sabiduría la que hace llevar “una vida con sentido”. Para ello utilizar el tiempo con cuidadosa diligencia, haciendo de cada momento algo memorable, por útil y digno, conscientes de su finitud.
Según Séneca, “el espacio de tiempo que se nos concede discurre tan veloz y rápidamente que, con la excepción de muy pocos, a los demás se les acaba la vida en medio de las prevenciones para vivirla”.
La vejez, aun cuando nos acerca al final de la vida terrenal, puede ser la de mayor disfrute si sabemos llevarla con la dignidad, satisfacción y simpleza, acompañada de familiares y amigos.