Para mejor comprender las realidades actuales, conviene conocer los movimientos sociales del siglo XIX
De cómo acontecimientos ocurridos en el siglo XIX son claves para comprender el siglo XXI.
Fecha de publicación: 04-11-21
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
Efectivamente conviene volver la vista al siglo XIX, pues fue en ese siglo cuando se produjeron grandes cambios en la vida de la humanidad, los que han incidido en la sociedad actual. Tomemos como primer ejemplo la filosofía —lugar del pensamiento—, de donde han surgido las corrientes contemporáneas como el nacionalismo que hoy merodea en diversos territorios como Cataluña en España o el Brexit en Gran Bretaña; el materialismo dialéctico que, aunque reducido a pocos países y liderazgos, aún pervive; el nihilismo, esa manera de pensar pesimista que genera el resentimiento y la pérdida de sentido de la vida. Pero también surgió en aquel siglo, y como contraparte, el idealismo en oposición al materialismo y el nihilismo.
En el siglo XIX inició el movimiento obrero y el cooperativismo; igualmente y como consecuencia de la industrialización apareció en la vida laboral el sindicalismo, buscando proteccionismo y tutelaje. Fue también cuando la sociología da sus primeros pasos como ciencia con Augusto Comte, precursora de la noción del progreso como algo “lineal e irreductible”, idea que animó y orientó a los líderes de la época. Entre otros cambios sociales se dio un proceso de urbanización, y derivado de ello las viviendas en las ciudades, ya no en la ruralidad, especialmente en Europa.
Se produjo la Revolución Industrial en Inglaterra, país que importaba algodón de la India (colonia inglesa), con lo que se fabricaron textiles que mejoraron la salud de las personas por cuanto la ropa de ese material es más higiénica por ser más fácil de lavar, a diferencia de la ropa de lana. Todo ello acompañado de menos trabajo en el campo por la mecanización; y más rendimiento de la tierra a partir del uso de los abonos químicos.
En lo político, y por la influencia de la filosofía, surgió la Ilustración, la que derivó en el liberalismo, siendo los fundadores de esta escuela de pensamiento John Locke, Adam Smith, David Ricardo. A partir de ellos, y más tardíamente con Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, avanzó el capitalismo que ya había iniciado su camino desde finales del siglo XV, alcanzando cierta madurez en el siglo XIX.
Hacia finales del siglo XIX, y como respuesta al marxismo, fue promulgada la “doctrina social” de la Iglesia católica, superando con ello el mal trato de los trabajadores en la incipiente industrialización de los países, especialmente en Inglaterra. Es de recordar que los principios de la doctrina social de la Iglesia permanecen incidiendo en la cultura actual, especialmente los de respeto a la dignidad de la persona, el de subsidiariedad y el de solidaridad. En lo político también se dio inició al sufragio universal, incluyendo el voto femenino.
Pero quizá los cambios más radicales que hoy disfrutamos se dieron en la tecnología y la innovación. Por una parte, con el invento de la máquina de vapor (por James Watt en 1769), del ferrocarril (por Stephenson en 1827) y del tractor (por John Froelich en 1892). Y especialmente los cambios en la forma de hacer la agricultura con la formulación de abonos químicos (experimentando por primera vez, por Justus von Liebig en 1840), acorde a las necesidades de la tierra y las plantas, con lo que se incrementó exponencialmente la producción de alimentos.
Durante el siglo XIX varios países europeos perdieron su hegemonía; entre ellos y en especial España; también la perdió Francia, con lo que Inglaterra aumentó su potencial económico y bélico. Aparecen en el mapa mundial y con fuerza los EE. UU. de América y Japón, ambos aprovechando la fuerza del capitalismo. En el caso de Japón, y por no contar con recursos naturales (hierro y suficiente tierra principalmente), adoptó un modelo de fuerte promoción de su economía desde el gobierno.
En ese siglo se dio el fortalecimiento del Imperialismo. Es de resaltar, como ejemplo, la Conferencia de Berlín (1884-1885), en la que Francia, Gran Bretaña, Alemania, Portugal, España, Italia y Bélgica se “repartieron” África, creando colonias que fueron explotadas hasta mediados del siglo XX.
Y en nuestro país, Guatemala, se firmó el Acta de Independencia, la que se aduce fue un producto de la Ilustración, de la independencia de los Estados Unidos de Inglaterra y de la Revolución francesa, todo ello acontecido pocos años antes de ese siglo XIX. España, por su parte, había perdido su fuerza naval (en la batalla de Trafalgar de 1805), que era, en aquella época, la más importante arma con que contaban los países. Fue también el siglo en que Napoleón llegó a dominar Europa, hasta que fue derrotado en Waterloo en 1815.
Vemos pues cómo el siglo XIX fue uno de cambios profundos en la historia humana que han incidido en los siglos posteriores, y cuyos efectos vivimos aún hoy día. Vale, por tanto, estudiarlo y comprender mejor esos movimientos sociales, filosóficos, económicos y políticos que se vivieron hace dos siglos.