Los peripatéticos en la Biósfera Maya del Petén (segunda entrega)
Peripatético, de “peripatein” (en griego), significa pasear, método utilizado por Aristóteles para enseñar en su Liceo. Por ello le llamamos “peripatéticos” a un grupo de aficionados a la arqueología que realiza expediciones a sitios de la antigua cultura maya.
Fecha de publicación: 17-06-21
Por: Roberto Gutiérrez Martínez
En anterior entrega (fechada 3 de junio) se hizo referencia a la visita recientemente realizada a 15 sitios arqueológicos del noreste petenero, “ruinas” poco visitadas y conocidas a pesar de su extraordinaria importancia para la comprensión de la cultura maya mediante la arqueología, ciencia que permite saber de las formas de vida antiguas en sociedades ágrafas.
En esta ocasión, la expedición partió de la cabecera municipal de Melchor de Mencos, conduciéndose por carretera de terracería hasta el ingreso a la Reserva de la Biósfera Maya, situada a unos 13 kilómetros del punto de salida. Para ingresar a la Reserva de la Biósfera Maya se requiere permiso previo de las autoridades que la administran: Conap (Consejo Nacional de Áreas Protegidas), los Concesionarios (asociaciones autorizadas para la explotación racional del bosque: maderas, xate, etc.), el IDAEH (Instituto de Antropología e Historia) y el Ejército Nacional.
La Reserva de la Biósfera Maya es el mayor bosque tropical protegido de Centro y Norteamérica, con una extensión superficial de 21 mil 602 kilómetros cuadrados, esto es 4.3 millones de acres –prácticamente la mitad del departamento del Petén– en una franja que abarca desde la frontera con México –el río Usumacinta– hasta la frontera con Belice. En su territorio se han identificado cerca de 200 sitios arqueológicos, de los más de 2 mil que se sabe hay en Guatemala.
La Reserva de la Biósfera Maya se creó legalmente en 1990 como un patrimonio natural y cultural para la conservación y uso de los recursos, buscando un equilibrio entre las actividades humanas, naturales y de la biósfera (esa “capa” constituida por la Tierra, desde el fondo del océano, hasta 10 kilómetros de atmósfera, conformándose en un ecosistema). La Reserva incluye parques nacionales, como el Mirador-Río Azul, varios biotopos, los 200 sitios arqueológicos y concesiones. Las mayores amenazas que sufre la Reserva son: la tala ilegal, la caza furtiva, el saqueo arqueológico y, especialmente en los últimos años, el tráfico de drogas. A pesar de la “protección”, se ha perdido más de un 10 por ciento de la masa forestal en los últimos 30 años, sobre todo en los parques nacionales Laguna del Tigre y la Sierra Lacandona.
En la visita-expedición realizada se transitó por bosques espectaculares, llegando a “El Pilar”, primer sitio visitado, relativamente pequeño, aún oculto en la selva, y que corresponde al período Preclásico (800 a. C. al 250 d. C.). La época se define por la cerámica descubierta por Abanella Forest. Sus habitantes pertenecieron a la dinastía Kaamul, aliados-vasallos de las dinastías de Calakmul. Cultivaban y comerciaban cacao, lo que les daba poder y relacionamientos.
Se sabe que Calakmul, uno de los sitios más grandes del territorio, llegó a tener hasta 80 “ciudades” aliadas, muchas veces en luchas contra los habitantes de Tikal, en cuyo lugar vivieron –al menos en su última época– personas llegadas desde Teotihuacán.
Luego de un recorrido de 47 kilómetros por brechas de difícil tránsito se llega al campamento “La Lagunita”, en donde se puede pernoctar. Este campamento pertenece a concesionarios que explotan racionalmente el bosque.
Muy cerca se visita el sitio arqueológico “La Honradez”, también del período Preclásico, compuesto por amplias pirámides (en triadas), con cresterías de estuco coloreadas, que aún conservan la pintura original de gran belleza y contenido. En este sitio se puede apreciar los dinteles originales de chicozapote que definen los ingresos a los espacios interiores de las pirámides, que fueron utilizados como habitaciones. Se puede apreciar también una estela muy vistosa. Este sitio, conocido como “La Honradez”, junto al de Holmul y Cibal, son los más grandes y espectaculares del territorio.
Dos asuntos llaman la atención del visitante: los Xultún (pozos u oquedades naturales) que los habitantes de estos sitios utilizaban para almacenamiento de alimentos; y los agujeros perforados por los saqueadores de dichos centros, a quienes llaman “huecheros”, palabra con que se conoce en lengua náhuatl al animal armadillo. Realmente es penoso constatar el saqueo del que han sido objeto todos los centros arqueológicos. Las piezas fueron extraídas por varios años, especialmente en las décadas 70 y 80 del siglo recién pasado, ante el descuido de las autoridades; esas extracciones, realizadas por “huecheros”, tuvieron el apoyo de conocedores y, seguramente, de maquinaria “pesada”, como retroexcavadoras, etc. (Continuará.)