“O la sola opción economicista, o se promueve la equidad y movilidad social!“
Agosto 1995
Después de concluida la Segunda Guerra Mundial se empezó a hablar de países desarrollados y países subdesarrollados, atribuyéndole a los subdesarrollados el ser pobres, dependientes y atrasados con relación a los países ricos, independientes y cooperadores, según la descripción que hacía de los desarrollados (Escuela Económica Austriaca, 1947).
Esta definición de desarrollo y subdesarrollo excluía la posibilidad de que los países categorizados como subdesarrollados son diferentes en cualidades y potencialidades, y obligaban, más bien, a la imitación de los considerados desarrollados, siguiendo, sin quererlo quizás, los postulados del evolucionismo del siglo XIX, que inspirado por los positivistas, proponía la unilinearidad del desarrollo; es decir, el plantear que todas las culturas debían pasar, obligadamente, por las mismas experiencias vividas por los países avanzados (los europeos de aquel entonces).
Y fue en 1948 cuando la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), un organismo de las Naciones Unidas, propuso el primer modelo de desarrollo, basado en las teorías económicas del norteamericano John M. Keynes, y en la experiencia del avance de algunos países capitalistas. Pero en el fondo no era sólo la intención de apoyar a los países monoproductores y periféricos, sino se trataba, también, de contrarrestar el atractivo que en ese entonces presentaba el comunismo teórico.
La propuesta de CEPAL planteaba la diversificación de la producción, sustituyendo importaciones; proponía una mayor intervención del Estado, y la integración regional. Sin embargo, el modelo propuesto fracasó, fundamentalmente, por no haber definido que se entendía por desarrollo. Y también, porque se confió en que se darían algunos implícitos, que no sucedieron, como el que habría una mejor redistribución del ingreso, y que los países desarrollados colaborarían, así como que se lograría un compromiso nacional, cosas estas últimas que no se dieron.
Hoy por hoy, sólo quedan dos opciones para promover el desarrollo y romper el ciclo de reproducción social de la pobreza: Por un lado, el desacoplamiento del sistema mundial, con el entendido de que si lo que provoca el subdesarrollo es la dependencia, lo lógico es salirse del sistema. Pero las experiencias que ha habido de desacoplarse han sido tristes, pues han generado mayor pobreza y frustración, y han demostrado su inviabilidad a mediano plazo. Y los países que lo han intentado han tenido que volver a integrarse al sistema mundial, de manera directa o indirecta.
Y la otra opción tiene dos posibilidades, ambas sustentadas en la denominada economía neoliberal. O toma la bifurcación puramente economicista (bajo la estricta orientación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), que propone una orientación a la economía de mercado, un aumento de la productividad y el recorte del gasto público con una reforma profunda del Estado. O toma la nueva propuesta de la CEPAL, que se fundamenta en los conceptos economicistas antes mencionados, agregándoles el concepto de equidad y proponiendo la movilización masiva de la sociedad civil.
Esta segunda alternativa es la que juzgo factible para la Guatemala de hoy, pues incluye, además de la búsqueda de una macropolítica económica consistente y confiable, la toma en cuenta de la actividad de los grupos sociales, permitiéndoles participación y flexibilidad, así como el darle cabida prioritaria a la conservación y mejora del medio ambiente. Ya no es, pues, únicamente el crecimiento económico lo que debe importar sino, fundamentalmente, el mejoramiento de la calidad de vida, con la suficiente libertad para que cada grupo humano (los pueblos) decida cómo desea vivir, sin afectar a los demás grupos, y todos respetando un gran marco legal que provee la Constitución Política de la República. Se trata, pues, de un proceso nuevo, más integral y coherente, que permita que las áreas rurales, por ejemplo, se revaloricen culturalmente, procediendo a potenciar la sinergia colectiva, y la implementación de estrategias adecuadas a los fines de su desarrollo. Este estilo es lo que algunos teóricos denominan el etnodesarrollo.