Guatemala tiene dos opciones por delante: una, la de seguir atascados en los problemas de siempre; y otra, la de pavimentar el camino para poder avanzar. La primera a la que se le aducen causas ¨estructurales¨, es la que procura ahondar en las diferencias ideológicas, étnicas o económicas, la que provoca la desconfianza y la división. Es, en definitiva, la que nos está induciendo a una especia de primitivismo, en el que se plantean oposiciones sistemáticas al desarrollo. Pongo como ejemplo la oposición a la generación de energías (hidroeléctricas), o al aprovechamiento de los recursos de la naturaleza aduciendo razones medioambientales, desconfiando, por ignorancia vamos a suponer, que existen tecnologías y medios para reducir los efectos nocivos, y soslayando la única razón valedera, esto es, la de otorgar mayores beneficios a las comunidades. La manipulación que los líderes negativos hacen del pueblo quedó manifestada con el informe que hizo la comisión adhoc del Congreso de la República sobre la supuesta contaminación que produciría la instalación de la cementera de San Juan Sacatepéquez. Estas obstrucciones al desarrollo facilitan el caer en extremismos que aprovechan los populistas, modalidad que ha copado gobiernos en varios países de América Latina, y que están conformando Estados totalitarios, con ¨habitantes¨ sin derechos de ciudadanía y esclavizados por unas elites que aspiran a detentar el poder indefinidamente. Baste ver casos como los de Chávez en Venezuela u Ortega en Nicaragua.
El segundo camino, el pavimentado, se construye al abrirse a la discusión, una discusión que se sustente sobre criterios técnicos y no ideológicos, y en la que los contendientes cedan parte de su verdad e intereses y discutan sosegada e inteligentemente para encontrar, por consensos, salidas a los problemas pendientes. Es lo que hicieron algunos países que han logrado sociedades con mejor nivel de vida, como España y Chile.
¿Cómo lograron ellos los acuerdos básicos para ¨pavimentar el camino¨? Con una nueva mentalidad basándose en propósitos de largo plazo y, por supuesto, con mucho esfuerzo, profesionalismo, valentía, y sacrificios. Para cambiar Guatemala se requiere optimismo, ánimo de conciliación, ser creativos, controlar las emociones, prudencia, e informarse mejor y adoptar los acuerdos y cumplirlos, aunque parezca dificultoso.
Algo que considero vale tomar en cuenta es que una estrategia como esta deviera partir desde lo local, desde el municipio, lugar en el que con mayor facilidad la identidad vincula, en que cada uno hace más esfuerzo por cuanto hay mayores niveles de confianza, y en el que las diferencias urbano-rurales se minimizan.
Recientemente, con motivo del XXX aniversario de fundación de ASIES (Asociacion de Investigaciones Economico-sociales), el doctor Josef Thesing, promotor de la ciencia política en Guatemala, proponía varios puntos a considerar en este espíritu de ¨pavimentar¨el camino. Una de sus recomendaciones es la necesidad de ¨fortalecer la capacidad de consensos y compromisos¨. Recomendó también, entre otros temas, ¨identificar y aprovechar los nichos económicos del país ante lo global¨ y ¨fortalecer nuestro sistema tributario¨; en esto último, mi opinión es que debe retomarse el pacto fiscal en su conjunto, y no únicamente medidas de urgencia, que no resuelven las dos caras que lo fiscal implica: el ingreso y el gasto.
Hace unos días, discutiendo estos asuntos con un grupo de líderes, uno de ellos buen amigo mío, me tildó de idealista, y quizá tenga razón. Pero igualmente él se autocalificó de cínico, y el cinismo, como el pesismismo, son actitudes que nos anclan en el camino que nos atasca, sin esforzarnos en trasladarnos al ¨pavimentado¨.
¡Superemos esas actitudes, y atrevámonos a caminar en la búsqueda de un mejor destino, lo merece Guatemala!