“Esta métrica ha servido de indicador a la teoría del goteo”.
Septiembre 2013
Por años el desarrollo de los países se midió exclusivamente por su crecimiento económico mediante el PIB, acrónimo de Producto Interno Bruto, el que con unos guarismos refleja el valor de la suma agregada de la producción del país en un año. Y cuando ese dato se divide entre el número de ciudadanos, se deduce que el indicador ilustra lo que se ha denominado como PIB per cápita. Este modo de medir el desarrollo tiene ventajas como su facilidad de cálculo, el ser relativamente transparente por ser de difícil manipulación, y el permitir comparaciones de un año con otro, e incluso con otros países. Esta métrica ha servido como indicador a la teoría del goteo (trickle-down), que propone que el solo crecimiento económico es suficiente para derramar beneficios a toda la sociedad.
Hoy está demostrado que el aumento del crecimiento económico, aun cuando fundamental, no es suficiente para mejorar automáticamente la calidad de vida, al igual que se ha comprobado que el PIB puede asignar a un país datos elevados, aun con desigualdades alarmantes en diversos sectores de la sociedad y en diferentes regiones. Por lo que prestar atención solo al crecimiento económico, medido mediante el PIB, puede conducir a un serio error si no se incluyen otros medidores del nivel de vida de los habitantes, especialmente de los más pobres en temas tan significados como la salud y la educación, mediciones que pueden realizarse con metodologías como las que provee el “Índice de Desarrollo Humano”, del Programa de Naciones Unidas (PNUD).
Debemos, por tanto, ser más cuidadosos y no deslumbrarnos con posibilidades económicas que solo incrementen el PIB, pues vivimos una época en que nos domina el afán de lucro y de logros económicos, asuntos que deben verse como instrumentales para el fin último, que debe ser la mejora de calidad de vida de la gente. De tal cuenta, pensar que el país, en su integralidad, mejorará exclusivamente con inversiones intensivas en capital es una utopía, o cuando más una opción que quizás mejore la captación fiscal, cuyo uso final tampoco garantiza mejoras para las personas. Pero si el desarrollo económico se acompaña de una estrategia de fortalecimiento en que las personas, todas, puedan disfrutar de una vida prolongada, creativa y saludable, mejorando para ello sus capacidades, entonces iremos por la vía correcta. Cabe entonces preguntarse: ¿cuáles son esas capacidades mínimas, de desarrollo humano, para alcanzar más altas cotas que permitan una vida más digna? La respuesta es que hay un umbral de capacidades humanas centrales por mejorar, y que se mencionan a continuación:
– Salud física, que va desde la posibilidad de una alimentación adecuada, pasando por mantener una buena salud y poder disponer de un lugar apropiado para vivir con los servicios básicos de agua potable, drenajes sanitarios y energía eléctrica. Y por supuesto, garantía de vida en cuanto a seguridad para vivirla en una duración normal.
– Educación integral y adecuada, que incluye el desarrollo de capacidades de pensamiento, de imaginación y de aprestamiento para el trabajo.
– Libertad, especialmente de desplazamiento, de pensamiento, de propiedad y de participación política y religiosa.
– Solidaridad y afiliación, para vivir con los demás de forma “civilizada”; y dentro de ello, con los animales y el medio ambiente.
– Poder vivir el ocio, con espacios adecuados para el disfrute de actividades recreativas y formativas.
Lo anterior, pensado como la oportunidad para cada persona, para todas, de estar en posibilidades de realizar su proyecto de vida, en lo espiritual, en lo intelectual y en lo físico.
El asunto central es que lo que debe medirse es ya no solo el PIB, sino el rendimiento y el éxito en función de las oportunidades que se abren a cada persona, lo que se logra mejor con el enfoque de “desarrollo humano” o de las “capacidades”.
Clarificado lo anterior, queda por definirse otro asunto trascendente, esto es la disyuntiva de: o se procura el desarrollo humano por la vía de facilitación en la elección acorde a las aspiraciones de las personas, esto es libremente; o por la vía de la propuesta centrada en una elección desde el Gobierno central.
En la primera se respeta la decisión de acuerdo al estilo de vida y de la cultura; en la segunda, que es la que tradicionalmente se ha promovido, se hace con la propuesta desde la autoridad.
Queda, pues, planteada para el debate y la reflexión la siguiente preocupación: ¿hasta dónde solo cuenta el PIB?; y ¿cómo mejorar las capacidades de los guatemaltecos?