Los primeros cafetos fueron traídos a Guatemala por los jesuitas
Agosto 2010
El origen del café lo sitúan los historiadores en Etiopía, de donde a finales del siglo XVI fue llevado a Europa por el viajero alemán Leonardo Rauwolf; pero fue en París en donde se abrió la primer cafetería, el “Procope” en 1686, que hasta el día de hoy funciona como un café literario, y que ha sido modelo para muchos millones de cafeterías que en todo el mundo han facilitado la tertulia y los conversatorios entre diferentes personas, coadyuvando con ello al entendimiento y al diálogo. Esta función de los cafés ha sido, sin duda, un facilitador en la construcción de capital social, al facilitar uno de sus elementos, como lo es la confianza que deviene del conocimiento mutuo, lo que se logra cuando las personas se comunican. Por ello las cafeterías, como lugar de encuentro, juegan un importante papel en la sociabilización de las comunidades humanas.
Los primeros árboles de cafeto fueron traídos a Guatemala de Mokka, Yemen, por los jesuitas, y propagado desde La Antigua al resto del país por la Sociedad Económica de Amigos del País y el Consulado de Comercio. Cuando la explotación de la cochinilla, principal producto de exportación de Guatemala en buena parte de la época colonial decayó debido a la competencia originada en Sudamérica y a las intensas lluvias que arruinaron las nopaleras, el café pasó a ocupar su lugar, para lo cual el presidente Rafael Carrera, ya en la época independiente, favoreció la producción y exportación del grano. Pero no fue sino a partir de la revolución liberal que la producción de café fue técnica y financieramente promovida. Como sabemos, durante los dos primeros años de la denominada “revolución liberal”, de 1871 a 1873, el poder lo ejerció el general García Granados, quien proponía un liberalismo positivista, en el que los individuos prosperaran a partir de su autonomía y capacidades. Pero luego asumió el poder el también general Justo Rufino Barrios, quien implementó un liberalismo “chapinizado”, de carácter autoritario y protegiendo a sus allegados, a quienes favoreció con recursos del Estado, promoviendo fuertemente la producción y exportación del grano, mediante la construcción de infraestructura, especialmente carreteras y puertos; mediante el financiamiento bancario, y mediante la cesión de tierras y la facilitación de las mismas a propios y extranjeros que, atraídos por los altos precios del producto, se aventuraron a iniciar grandes plantaciones. Pero a partir de 1897 los precios del café cayeron bruscamente, dejando en la quiebra a varios productores que tuvieron que ceder sus fincas a las empresas importadoras de café, especialmente alemanas, las que mejoraron sensiblemente su competitividad y aprovecharon le recuperación del precio internacional, hasta que con motivo de la Segunda Guerra Mundial perdieron sus fincas al ser expropiadas por el Estado, el que finalmente cedió la mayoría de ellas a campesinos organizados en cooperativas, algunas de las cuales han sobrevivido hasta la fecha.
Hoy, Guatemala es el quinto exportador mundial de café, con cuatro y medio millones de quintales al año aportando cerca de US$600 millones anuales, cantidad que varía dependiendo de los precios siempre variables a nivel mundial. Hay que destacar que después de petróleo, el café es el segundo producto más comercializado en el mundo.
En 1922 había en el país 1,400 propietarios de fincas de café; hoy son más de 90 mil los propietarios-productores del grano, la mayoría de ellos asociados en cooperativas y asociaciones. La actividad cafetalera genera en Guatemala empleo a cerca de medio millón de personas, un 7 por ciento de la población económicamente activa, y, lo más importante, el café guatemalteco es reconocido como uno de los mejores. Recientemente, con motivo de la celebración del 50 aniversario de Anacafé, la Asociación Nacional del Café, la entidad premió a un barista y un catador que fueron catalogados como los mejores del mundo.
¡La historia moderna de Guatemala tiene aroma de café!