El nuevo cambio sociopolítico generado por el combustible
Agosto 2008
Guatemala, al igual que otros países latinoamericanos, se endeudó mas allá de lo prudente en la década de los setenta como resultado de la abundante disponibilidad de recursos financieros de la banca internacional derivados de las excesivas ganancias obtenidas por el incremento de los precios del petróleo que se dio a principios de esa década. Después de sostener por casi un siglo los precios del barril en cerca de veinte dólares norteamericanos, se dio la guerra de Yom Kippur y el embargo petrolero (1973), disminuyendo la OPEP su producción, trayendo como consecuencia que el costo del barril de petróleo se duplico, pasando de los veinte a cuarenta dólares el barril, precio que se sostuvo con moderadas oscilaciones durante varios años hasta que en el 2003 empezó a subir hasta llegar a los valores actuales, arriba de los cien dólares el barril, alza debida nuevamente a la inestabilidad política y militar en la región, especialmente por la guerra en Irak.
Los beneficios que las petroleras obtuvieron en los años setenta, conocidos como “wind profits” (o ganancias que trajo el viento), llegaron a la banca internacional, la que se vio compelida a invertirlos en grandes proyectos de infraestructura, como hidroeléctricas, hospitales, carreteras, etc. en países del denominado tercer mundo, en proyectos que aun cuando respondían a necesidades reales fueron contratados de manera espuria por gobiernos corruptos. Estos préstamos fáciles, y la incapacidad de esos gobiernos de ejecutar obra de manera transparente, produjo un endeudamiento que más tarde condicionó a los países de manera tal que se vieron obligados a reducir inversiones en asuntos prioritarios, por cuanto debían honrar la deuda contraída con la banca internacional.
En esa época y por esos financiamientos fue que en Guatemala se construyeron varios hospitales e hidroeléctricas, los cuales tuvieron unos costos muy por arriba del valor real, debido a que el dinero era fácil de obtener para el gobierno. Y esas obras fueron sobredimensionadas y algunas de ellas mal construidas.
Lo anterior, y la nueva realidad geopolítica posterior a la caída del muro de Berlín en 1989, fueron las causas por las que el grupo de los países más poderosos del mundo estableciera lo que se conoce como el “Consenso de Washington”, el que obligó a mecanismos para reducir la participación de los gobiernos en algunas funciones, generándose un vacío institucional, vacío que fue de alguna manera cubierto por las organizaciones no gubernamentales, ONGs, que en campos muy variados vinieron a implementar proyectos.
Hoy nos encontramos nuevamente bajo la incertidumbre de los efectos que traerá el nuevo cambio sociopolítico y económico generado por el petróleo, pues las decisiones que se tomen pueden afectar el futuro de manera aun imprevisible. Si nos adherimos a la iniciativa de Petrocaribe indudablemente estaremos comprometiendo el futuro por varias razones, siendo una de carácter estratégico la duda en cuanto al cumplimiento por parte del proveedor, Venezuela; otra no menos importante es el endeudamiento de largo plazo que se generará; y quizás más preocupante aun los cuestionamientos que plantea la forma en que se administraran los recursos, específicamente sobre quien decidirá su utilización y en que se invertirán los recursos derivados de la venta del producto en el presente, y su cancelación en el futuro. Se habla de hasta cinco mil millones de quetzales anuales, y por la ineficiencia comprobada en el uso de los recursos públicos y el latrocinio en los tres poderes del Estado sería una barbaridad el facilitarles más recursos.
En todo caso, la experiencia anterior de los años 70 con el petróleo no fue nada positiva, y la nueva propuesta igualmente aparenta no serlo, por lo que lo más prudente es no comprometer el futuro del país en una aventura riesgosa. Adicionalmente las pretensiones del gobierno venezolano de incorporar a su “movimiento bolivariano” a los países de América latina no se perfila positivo, por el afán imperialista de su líder. Además hay que tomar en cuenta que su actual poderío económico es insostenible en el tiempo en virtud que se sustenta en un recurso no renovable como el petróleo.
Estamos ante la segunda posibilidad de caer en la tentación de utilizar recursos “fáciles” derivados del combustible; ojala se tenga la sabiduría y se tome la mejor decisión, que en mi opinión es no comprometer el futuro, por los riesgos evidentes.