“Error al considerar a la Microempresa como un sector diferente”
Marzo 2000
En Guatemala no se ha reconocido la heterogeneidad del llamado sector privado, y se denomina como tal, y en forma exclusiva, a las empresas ubicadas en el sector más moderno de la economía. Y este no reconocer, forma parte de la cultura de exclusión que ha prevalecido en los diferentes sistemas e instituciones nacionales.
Y debido a esa visión, sesgada y excluyente, se debe, en buena parte, la tradición de que los gobiernos han planteado sus programas de desarrollo económico de manera muy simplista, al concentrar la infraestructura productiva en los centros urbanos más importantes, (básicamente en la ciudad capital y su área de influencia), en donde se ubica la empresa mediana y grande, en detrimento del área rural y las ciudades intermedias, o donde, adentro de ellas, se ubica la microempresa. Debido a ello, el gran empresariado se ha aprovechado de las facilidades que el Gobierno le ofrece, tanto en infraestructura física como financiera, de capacitación, y, especialmente, de representatividad en instancias políticas decisionales, en donde, por ley, participa únicamente el sector privado organizado, lo que deja fuera a los demás componentes o estratos de la producción, especialmente la micro y pequeña empresa.
Y mientras tanto, a las pequeñas unidades productivas que se han desarrollado en el denominado sector informal de la economía, no se las considera como parte del sector privado, privándolas, eso sí, de apoyo para su desarrollo. Y aun cuando su contribución al Producto Interno Bruto (PIB), no se computan en las cuentas nacionales, hay estudios que indican, a partir del análisis del numerario, que contribuyen a la economía en un equivalente del 20 al 35 por ciento del PIB.
Por otra parte, es significativo que estas pequeñas unidades productivas llegaban en el año 1979 a 356 mil 354, sin incluir la microempresa agrícola, que sumaba, entonces, otras 426 mil 662 unidades. En cambio, las unidades medianas y grandes se estimaban en cerca de 50 mil unidades.
El no considerar a la microempresa como parte del sector privado es una importante debilidad, pues no se ha tomado en cuenta la contribución que la microempresa y el sector informal hacen a la economía (creación de riqueza y empleo).
Y hay que mencionar que la contribución a la producción de la microempresa es mayor que el que provee la industria (alrededor de un 15 por ciento), y levemente inferior al de la agricultura (situada cerca de un 24 por ciento). Y en cuanto a ocupación de mano de obra, se estima que el sector informal provee empleo a más de un millón de personas, mientras que la agricultura lo hace a un millón 300 mil.
En un estudio que recientemente llevé a cabo en Totonicapán, demuestro que las microempresas se vinculan con los mercados exteriores, por lo que forman parte del sistema económico nacional.
No es, por tanto, un sector diferente. En los últimos años, especialmente a partir del gobierno del presidente Cerezo (1986-1990), se implementó una estrategia de apoyo a la microempresa, pero con la óptica de considerarla como un tercer sector, (estructuralismo), lo que la hacía objeto de atención especial, pero fuera del apoyo institucional de desarrollo económico tradicional. El programa de apoyo al tercer sector del presidente Cerezo sufrió efectos negativos por la politización a que se vio sujeto.
Por tanto, considero que ha sido un error estratégico el que se ha seguido en Guatemala al considerar el microempresariado, (y la informalidad en general), como un sector diferente, puesto que ello ha inhibido o dificultado que éste se fortalezca dentro de lo que es: un solo sector privado. Y esta separación no es exclusiva en el caso de la microempresa, sino que se da también entre las diferentes dimensiones de empresas: las pequeñas, las medianas y las grandes. Y esta separación ha causado que cada dimensión agrupe a las que se sienten afines cuantitativamente, lo que ha imposibilitado que se integre un sector productivo nacional uniforme y coherente, en el que se faciliten y multipliquen las vinculaciones por razones, no sólo políticas, sino de tecnología, innovación y delegación de tareas y funciones.
Si se lograra una mayor integración se generaría una mejor comprensión de la importancia que tiene al empresa para el desarrollo del país, y se generaría, también, una cultura más empresarial en la sociedad, lo que llevaría, sin duda, a un mayor y mejor esfuerzo general (especialmente educativo), lo que generaría a la postre incrementos en la productividad (que son los que hacen aumentar los ingresos de las personas).
Y es que la importancia de la empresa en una sociedad debe verse desde la óptica múltiple de generador de empleos, productor de satisfactores (bienes o servicios), de aportador de buena parte de los impuestos para el sostenimiento de los servicios del Estado y, algo muy importante, de espacio para el intercambio y encuentro de culturas, lo que, en un país como Guatemala, debe ser fomentado, para el fortalecimiento de la interculturalidad.
Lo anterior lleva a una conclusión: el sector productivo organizado de las grandes empresas ha perdido la oportunidad de integrar la totalidad de éstas, lo que sin duda le daría mayor fortaleza.