Necesitamos un Estado fuerte en los temas centrales para el desarrollo.
“Con recursos para inversión social”
Junio 2006
Hay épocas, como la que hoy vivimos, en las que se piensa que Guatemala no tiene salida. Nos deprime profundamente el tener que reconocer que el crimen destruye miles de vidas; que la juventud se está perdiendo entre maras y drogas; que la impunidad supera a la ley; que la corrupción nos corroe el Estado; que la falta de oportunidades de trabajo ofusca a todos; que las reclamaciones de diversos grupos sociales se agravan; que la circulación de vehículos en todo el país se hace inviable, que la naturaleza se cobra nuestra imprevisión, que los líderes políticos nos defraudan. En fin, nos sentimos agobiados por la situación, sin ver en el horizonte cambios que nos permitan visualizar un futuro más próspero. En el interior del país la situación no es mejor; los jóvenes siguen emigrando al norte, arriesgando la vida y dejando sus hogares y cultura, con todo lo que ello implica; la prestación de los servicios públicos es no solo precaria sino de muy baja calidad, y la infraestructura vial está colapsando.
Sin duda estamos en un momento crítico de nuestra historia, un punto de inflexión del que podemos optar por la búsqueda de alternativas que resuelvan las problemáticas, o continuar hundiéndonos en situaciones cada vez más complejas.
Lo anterior nos debe obligar a una reflexión profunda, que nos permita reconocer las fallas en nuestro sistema de vida, y especialmente intentar encontrar las salidas posibles para implementarlas. Estas salidas, que por supuesto requerirán el concurso de todos, son las que nos pueden llevar por el camino del desarrollo nacional, desarrollo que debe entenderse en sus componentes social, político, ambiental y económico.
Pero habida cuenta de esa complejidad, debemos partir de una propuesta medular, que sirva como eje para otras que se vayan derivando en el tiempo, por cuanto no podemos abordar todos las soluciones en conjunto, debido a las muy profundas y variadas debilidades del Estado.
Siendo el tema económico-fiscal el más crítico, pues sin recursos no se pueden financiar los cambios necesarios, debiera plantearse una salida viable y partir de este “eje”. Como sabemos, el gobierno recibe un 10 por ciento como tributo de la producción nacional, es decir, cerca de Q23 mil millones, para un presupuesto anual de cerca de Q35 mil millones, cantidad que se complementa con préstamos y “otros ingresos”. Este presupuesto de todas maneras es insuficiente, y lo seguirá siendo debido a las grandes y crecientes demandas de la sociedad.
Es decir que aun cuando se aumentara la producción nacional el aporte fiscal igual seguiría siendo insuficiente. Y hemos visto en este decenio (1996-2006) que la propuesta de llevar el crecimiento de la producción a un 6 por ciento anual no ha sido posible, alcanzando apenas un 2.5 por ciento en promedio.
Por tanto lo que corresponde es buscar mecanismos que permitan utilizar los recursos que percibe el gobierno de manera prioritaria en la inversión social: educación, salud, vivienda y seguridad y permitir que la inversión en infraestructura la asuma la iniciativa privada, especialmente la correspondiente a carreteras, puertos, aeropuertos y centros de acopio, entre otras. Algo se ha avanzado en esta línea, especialmente en telefonía y generación eléctrica, y hemos visto el cambio radical que ello ha producido, especialmente en telefonía. ¡Más de tres millones de teléfonos móviles!, cuando hace pocos años había que hacer colas para obtener un teléfono en la tristemente célebre Guatel.
La estrategia consiste en autorizar las obras a la iniciativa privada, y el Estado le paga a largo plazo ese costo más el financiamiento. Es la única manera de avanzar.
Si no encontramos mecanismos como el anterior, difícilmente saldremos de la problemática que nos tiene atados. Hay que procurar que el gobierno actúe en los temas sociales con suficientes recursos para invertirlos adecuadamente; y que deje los otros temas de desarrollo en los ciudadanos, haciendo acopio del mandato constitucional de subsidiariedad. Actualmente el Estado ocupa la mitad de sus ingresos para la inversión social, más o menos un 5.6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y los resultados son poco halagüeños.
¡Necesitamos un Estado fuerte en los temas centrales para el desarrollo, especialmente los que garanticen el desarrollo humano, a partir de lo cual se derivarán los otros elementos para construir un país como el que anhelamos!