La causa principal para pasar de la pobreza a la extrema pobreza, son los desastres naturales
Julio 2010
Es asunto de sensatez aprender de los infortunios y las desgracias como las que recientemente se sufrieran por causa de las tormentas Agatha y Alex, y las erupciones de los volcanes Pacaya y Santiaguito. Debemos, por tanto, tomar conciencia que los fenómenos naturales como los recientemente sucedidos, se repetirán a causa de nuestra ubicación geográfica y de la poca previsión e irresponsabilidad con que se ha manejado en Guatemala los recursos y la naturaleza. Especialmente se debe tomar en cuenta que la principal causa por la que los pobres caen en estados de pobreza extrema son los desastres de la naturaleza, que hacen que los pobres pierdan lo poco que poseen. Como resultado de las últimas lluvias torrenciales muchos ciudadanos, pobres y no pobres sufrimos importantes pérdidas a causa de la poca previsión que los gobiernos, sus instituciones y la sociedad en general han tenido para evitar los daños que normalmente provocan las sequías, los terremotos o las inundaciones. Es reconocido que si en el país contáramos con cuencas reforestadas; con sistemas permanentes de dragado y limpieza de ríos, con suficientes colectores y drenajes; con funcionales pozos de absorción en las ciudades y adecuada recolección y manejo de basuras sólidas; con normas constructivas exigentes a nivel municipal, y con planes eficaces de ordenamiento territorial, los fenómenos naturales no harían tanto daño a la población y sus bienes.
Los desastres naturales, como el que ahora sufre Guatemala, deberían servir de estímulo para reflexionar y tomar medidas preventivas desde el Estado, que promuevan una mayor solidaridad en la sociedad, que generen conciencia sobre la importancia de preservar el medio ambiente, y especialmente para educar en el manejo de los riesgos derivados de los llamados “fenómenos naturales”. Es este el mecanismo más eficaz y humano para la mitigación y prevención de futuras desgracias.
Vale la pena retomar la experiencia que se dio posterior al terremoto del 4 de febrero de 1976, cuando bajo el liderazgo del entonces presidente, general Kjell Laugerud, se motivó la participación masiva de la sociedad en auxilio de los damnificados, creándose como ente coordinador y facilitador, promoviendo la inclusión de toda la ciudadanía, un “Comité de Reconstrucción Nacional” que realizó importantes inversiones en infraestructura física en el interior, así como provisión de alimentos y cobijas a los damnificados, especialmente en la región afectada por el fenómeno telúrico. Este comité de reconstrucción desarrolló algunos métodos de trabajo que dieron pie a procesos posteriores, como el implementado por las “Coordinadoras interinstitucionales”, organizadas durante el enfrentamiento armado, que procuraron apoyar a las comunidades en sus proyectos de infraestructura. Estas coordinadoras fueron base experimental para más tarde crear los Consejos de Desarrollo, entidades que han venido funcionando desde que se promulgó la Constitución de la República de Guatemala en 1985 y que han permitido un sistema de inversión descentralizada del Estado en todos los Municipios del país. Esto es, sin duda, un claro ejemplo de cómo, a partir de una desgracia, se logra generar acciones positivas en beneficio de la comunidad.
Los desastres naturales pueden ser, como sucedió a partir de 1976, una oportunidad para promover la solidaridad y la cohesión social, si el liderazgo político asume la responsabilidad con madurez, humildad y convocando a la sociedad a participar. O en su defecto, puede disociar y perderse la oportunidad para que los necesitados reciban apoyo de sus conciudadanos más favorecidos.