El bosque es, sin lugar a dudas, el recurso natural renovable más importante para el hombre. Las razones son varias. Desde el punto de vista ecológico, se puede mencionar sus funciones de purificador de la atmósfera (vía la absorción del bióxido de carbono), y de filtración del agua; su gran capacidad de producir oxígeno; su función para la conservación, protección y formación de los suelos, y su servicio de “habitat“ para la fauna y flora silvestres. Y por otro lado, tiene una importancia vital desde el punto de vista económico, pues, además de ser la principal fuente de combustible del hombre, le produce también madera, resinas y celulosa. Y por si no fuera suficiente, le da al paisaje una belleza incomparable.
Pero en Guatemala estamos acabando con los bosques ¡A pesar de sus grandes bondades! ¿Qué es lo que sucede realmente?
De acuerdo con estudios sobre el “uso potencial de la tierra en Guatemala“, se establece que 47 mil kilómetros cuadrados, o sea el 43.5% del territorio nacional, son tierras “eminentemente forestales“. Si a ellos agregamos que se estima 11 mil kilómetros cuadrados de área para “manejo ambiental“, estaríamos hablando de 58 mil kilómetros cuadrados que deberían estar dedicados, en forma exclusiva, a bosques, llegando a casi un 54% de territorio, Pero aún hay 30 mil kilómetros cuadrados más, los Cuchumatanes entre ellos, que técnicamente, deberían dedicarse a actividades forestales de “uso múltiple“, entre las que se conceptualiza el manejo silvo-pastoril, o la agroforestería. De manera que si sumamos el área total que debería dedicarse a la forestería, estamos hablando de 88 mil kilómetros cuadrados, que representan el 81% del área total de Guatemala. Y según los expertos, únicamente 18 mil kilómetros cuadrados, o sea menos del 17% del territorio nacional, son tierras de “vocación agrícola“. La pregunta obligada es, entonces, ¿por qué en mayo de 1944 el Gobierno de Guatemala informó a las Comisiones de Fomento Interamericano que “Guatemala… es un país predominantemente agrícola debido a las condiciones que le imponen su destino geográfico y la idiosincrasia de sus habitantes“? Creo que desde ahí se inicia una concepción errada del desarrollo de nuestro país, al no reconocerse que Guatemala es un país forestal, y no agrícola.
Pero la realidad es otra. Y nos encontramos con que de aquel 81% del territorio nacional que idealmente debería ser bosques, hoy contamos con menos del 30% del territorio con masa boscosa. Y cada año, destruimos el 1.14% de esa masa. Y la reforestación anual, sumando todos los esfuerzos privados y públicos, no cubre ni siquiera el 5% de lo que destruimos. O, dicho de otro manera, necesitamos 20 años de reforestación para neutralizar la tala de un solo año. Veamos las razones de esas deforestación.
En primer lugar, hay una razón cultural, que viene desde hace unos 3 mil años, y que tiene que ver con la agricultura del maíz, mediante la cual se estima que cada hombre depreda una hectárea anual para su siembre, con lo que va creciendo la “frontera agrícola“.
Pero hay otra razón más grave, y es la del consumo de madera como fuente energética.
Para medir la energía que se consume en un país, no importando si ésta es hidroeléctrica, de derivados de petróleo, de carbón o de madera, se suele usar el término BEP (Barriles Equivalente de Petróleo). En Guatemala el consumo anual de energía es de 30 millones de BEP por año, uno de los consumos más bajos de Latinoamérica cuando se mide por habitante, (3.3 BEP, per cápita), superando únicamente a El Salvador, Honduras, Nicaragua, Perú, Bolivia y Haití. Y del consumo total de energía del país, un 62% proviene de los bosques, como leña, estimándose que más de 7 mil toneladas al año “se hacen humo“.
Pero además de las razones mencionadas por las que se deforesta (la “cultural“, por cultivo de maíz, y la del consumo de leña), está también la tala para extracción de maderas de construcción y maderas finas para la exportación. Algunas áreas de bosques se pierden también por los incendios forestales, que normalmente no se combaten de manera eficiente. Ante este desalentador panorama, vemos que las autoridades responsables del bosque en Guatemala, el INAFOR antes y hoy DIGEBOS no han tenido la capacidad de resolver este agudo problema. Y hoy, en el Congreso de la República se vuelve a discutir el tema, y hay una corriente, bastante fuerte, que propone la veda como medida definitiva. ¿Será esta la solución? La realidad nos dice que no. En primer lugar, porque no existe una fuente energética que sustituya a la leña, especialmente en el área rural, en donde vive el 61% de los guatemaltecos. En segundo lugar, porque las industrias de la construcción y de muebles requieren de madera para su desarrollo. De manera que la solución definitiva al problema no vendrá con la veda. Al contrario, la experiencia de otros países nos enseña el fracaso cuando se ha querido implementar una medida similar. Concretamente, no hay sistema legal que evite a las personas usar la madera como fuente de energía o de producción.
La propuesta más lógica, aceptable y “sostenible“, debería, a mi criterio, reunir cuatro condiciones.
1. Que los propietarios de bosques, bajo cualquier régimen de propiedad, sean éstos privados, comunitarios o municipales, valorizan la riqueza que puede generar un bosque. Es válido tener presente que los “intermediarios madereros“ sí conocen el valor de la madera. Y muchos países, Chile el más reciente, han explotado la riqueza forestal de manera racional y permanente.
2. Demostrar, y publicitar adecuadamente, que siempre habrá suficiente leña para los guatemaltecos, si se aprende a manejar los bosques para que la producción sea, por lo menos, similar a la tala.
3. Diseñar un sistema en el que las comunidades rurales sean las que ejerzan un adecuado control sobre los bosques. Esta tarea no puede seguir cumpliéndola la autoridad “oficial“. Debe buscarse la forma en que el principio de “subsidiariedad“ se haga efectivo, en asuntos como éste, que de hecho preocupan a todos los ciudadanos.
4. Implementar, de manera real y decidida, el concepto del “Manejo forestal“, en el cual se logra que el bosque está para servir al hombre, pero de manera sostenible, indefinidamente. Lo que debe buscarse es, pues, un sistema en el que se reconozca que el bosque es una fuente de riqueza, como lo es para muchos otros países. Y que se reconozca, también, que el manejo forestal, teóricamente diseñado y ejecutado es la mejor forma de poner el bosque al servicio del hombre. Y, lo más importante, que es un sistema que hace compatible la conservación con el aprovechamiento.