La urgente modernización e innovación del área rural
“Los habitantes del área rural guatemalteca no son campesinos”
Noviembre 2007
El tema de la ruralidad guatemalteca cobrará gran importancia con el Gobierno de Álvaro Colom, debido a que en su propuesta de Gobierno lo sitúa como central. Y esa relevancia se sustenta en la indiscutible realidad de que más de la mitad de la población vive en esos territorios, dispersos en cerca de 25 mil comunidades, con el agravante que es allí donde se concentra la pobreza (cerca del 60 por ciento de sus habitantes lo son), siendo mayoritariamente indígenas.
En todo caso, un primer elemento a tomar en cuenta para las acciones que se avecinan es tener claro que los habitantes del área rural guatemalteca no son “campesinos”, como normalmente son referidos, por cuanto ese término se aplica a las personas que viven en autarquía, aislados del resto de la sociedad englobante, lo cual no es el caso nuestro. Y aunque vivan en el campo, tampoco son todos agricultores, pues las actividades productivas en las áreas rurales son, además de lo agrícola y pecuario, las de comercio, de servicios, de pequeñas industrias; y en los últimos años el área rural se está convirtiendo en un lugar privilegiado para el reposo y el ocio de los ciudadanos urbanos.
Hoy, en muchos países cercanos al nuestro, el empleo rural no agrícola constituye más de un tercio del empleo en los hogares rurales y aporta más del 40 por ciento de su ingreso total. Y en Guatemala un ejemplo de ello se da en el departamento de Totonicapán, en donde los pobladores viven, en su mayoría, de la artesanía, de micro y pequeñas industrias, del comercio y de otros servicios; y se estima que menos del 10 por ciento viven de la agricultura.
Sobre la actividad agrícola hay que recordar que en Europa la población activa agraria ha caído de un 30 por ciento de la población total en 1950, a un 6 por ciento en 1995; y con ese bajo porcentaje ha alcanzado un incremento en su productividad de un 750 por ciento. Y esa es la tendencia en prácticamente todo el mundo. Aunque la agricultura sigue siendo vital para nuestro país, (cerca del 25 por ciento del PIB), la producción agrícola no absorbe la oferta laboral excesiva del área rural.
El área rural debe ser reconocida por ser el espacio de amortiguamiento y de regeneración de insumos urbanos, como el agua, el aire y otros bienes indispensables para el equilibrio ecológico, asuntos fundamentales pero poco valorados.
Hay que considerar también que el impostergable desarrollo del área rural no puede ser solo endógeno, sino que debe ser complementado con el apoyo exógeno. En otras palabras: es necesario que los recursos y los actores externos al medio rural participen e intervengan aportándole tecnologías, capacitación y recursos financieros para promoverlo, en el sentido de abrir oportunidades a sus residentes y con ello apoyarles para salir de las condiciones tan deprimidas en que actualmente se encuentran en su mayoría.
Un elemento adicional a considerar es lo que se entiende por área rural. Y para definirlo algunos utilizan el criterio de población (para la Unión Europea, por ejemplo, es rural el lugar que contiene un máximo de 100 habitantes por kilómetro cuadrado); otros utilizan el criterio de aglomeración (cuando el número de viviendas es menor de 100 en un territorio dado). Se usa también el criterio legal (como en nuestro caso guatemalteco); o el criterio administrativo (si está fuera de la cabecera municipal). No existe, por tanto, un criterio univoco de ruralidad, existen más bien “ruralidades”.
Algunos analistas definen la ruralidad como el lugar donde las actividades tienen altos costes de transacción, existe una baja inversión social, pobres infraestructuras y lejanía de las ciudades.
En lo personal me parece esta última como la mejor manera de entender la ruralidad, pues bajo esta concepción se puede diseñar e implementar estrategias más adecuadas, como por ejemplo, la política pública de desarrollo rural impulsada por el Plan Visión de País y avalada por todos los partidos políticos con representación en el Legislativo.
La realidad rural guatemalteca debe cambiar, y en este cambio debe pensarse “como un nuevo contrato”, el cual debe ser abordado de manera diferenciada por territorios y tomar en cuenta la multiplicidad de actividades productivas.
La modernización e innovación del área rural trasciende lo agrícola y requiere pensarse de cara a los cambios necesarios para que pueda generar nuevas opciones y oportunidades de desarrollo a sus habitantes, lo cual pasa por la satisfacción de necesidades básicas, por la inversión en infraestructura, y la apertura de más y mejores fuentes de trabajo.