De Almolonga o Zunil no emigra casi nadie. Del Oriente sí
Marzo 2011
Se ha llegado a creer como inapelable que ser indígena es igual a ser pobre, estigmatizando con ello lo étnico, como si fuese la cultura la culpable de la pobreza. Esto lo escuchamos y leemos en informes muy variados, desde los elaborados por organismos internacionales, pasando por artículos de prensa y comentarios “sueltos”. Se dice comúnmente que la pobreza tiene rostro indígena y rural. El mensaje que queda normalmente hace pensar que ser indígena obliga a pobreza.
Lo de rural sí es causal de pobreza, como se puede fácilmente comprobar al constatar que los indígenas que viven en la capital o en cabeceras departamentales no son todos pobres; como tampoco los que desde los Estados Unidos envían remesas a sus familiares locales. Vemos, como ejemplo, que en la Capital solo hay un 16 por ciento de pobres, y en ese por ciento hay por igual ladinos e indígenas. Y entre los no pobres de la ciudad, encontramos indígenas y ladinos, sin que nuevamente sea lo étnico lo que define el nivel de ingresos de la familia. Igual podemos decir de la Ciudad de Quetzaltenango y otras ciudades del interior. Es muy revelador en este sentido casos como Almolonga o Zunil, cuyas familias han logrado niveles de ingresos económicos importantes, tanto así, que de esos municipios prácticamente nadie ha tenido que emigrar en busca de oportunidades fuera de su comunidad. Por otra parte, hay municipios “muy ladinos” y a la vez muy pobres, como los del oriente del país, e incluso algunos del occidente.
Como sabemos, la mayoría de indígenas vive en el área rural, y está comprobado que la ruralidad sí es sinónimo de abandono y pobreza. Nuestro país es aún muy ruralizado, y la realidad en prácticamente el resto del mundo indica que la urbanización ha sido el instrumento para facilitar creación de riqueza y oportunidades. En el área rural de Guatemala hay más de 20 mil asentamientos humanos, entre parajes, caseríos y aldeas; y esto hace sumamente difícil en términos de logística y recursos proveer a esos asentamientos con los servicios básicos que coadyuven a sacar de la pobreza a las familias, entre ellos, la educación, salud, capacitación, infraestructura y sobre todo, inversiones productivas generadoras de empleos o facilitadoras de autoempleos. La salida que en otros países han encontrado a este intríngulis es fortalecer ciudades intermedias para que “absorban” de manera humana y con oportunidades de inserción a los habitantes de las áreas rurales. En Guatemala no se ha promovido el desarrollo de ciudades intermedias, lo que debería hacerse mediante un plan de ordenamiento del territorio nacional, el desarrollo de infraestructura de comunicaciones, y la promoción de inversiones productivas.
Volviendo al tema central, aceptar que indígena es equivalente a pobre, desvaloriza la etnia y la cultura indígena, asumiéndola como la causal de la pobreza; y es todo lo contrario, pues el indígena es trabajador, inteligente y esforzado, y Guatemala cuenta con miles de indígenas con recursos y con educación de nivel superior. Quetzaltenango es nuevamente un ejemplo, en donde hoy la mayoría de profesionales universitarios ejerciendo prácticamente en todas las carreras son personas pertenecientes a la etnia indígena k’iche’.
Valdría la pena hacer un estudio sobre la situación de pobreza de los indígenas que viven en la ciudad capital y en las cabeceras departamentales para esclarecer mejor el asunto que en este artículo se comenta.