La volatilidad de los programas de gobierno y su falta de consistencia
Marzo 2012
Cuando los economistas hacen análisis de aspectos fiscales o monetarios utilizan la expresión “inconsistencia dinámica” para explicar cómo una decisión tomada hoy tendrá efectos en periodos posteriores, a veces bastante lejanos al momento en que se ha tomado la decisión o implementado la normativa que procura el cambio esperado. Tomo prestada la expresión para aplicarla a lo político, y concretamente en relación a las decisiones que normalmente toman los políticos que ostentan el poder, y cuyo efecto esperan de inmediato con los correspondientes réditos, especialmente los que puedan medirse en votos para la siguiente elección, normalmente próxima. Y si la medida a tomar tendrá resultados en el mediano o largo plazo, pues simplemente no les interesa, especialmente si en el corto requiere de medidas de contención del gasto, o de normativas que restrinjan comportamientos u obliguen a ordenar acciones.
El problema con ésta lógica de actuación de los políticos es que los cambios que la sociedad necesita, los verdaderos cambios sociales, requieren de espacios de tiempo que normalmente exceden un periodo de gobierno que en Guatemala es de cuatro años. Un cambio social trascendente en salud, educación, medio ambiente o incluso seguridad requiere de periodos de tiempo mayores a un periodo gubernamental; algunas veces de una generación completa, asunto que normalmente no interesa a los políticos por lo antes mencionado. La experiencia en nuestro país ha comprobado de manera reiterada que los tiempos políticos no coinciden con los tiempos que requieren los programas de desarrollo. El desarrollo requiere de tiempo suficiente para que el calado sea consistente, para que el cambio esperado sea asumido por toda la sociedad y lo incorpore a su cultura; son, lo reitero, asuntos de mediano y largo plazo.
El asunto es, ¿cómo asumir la inconsistencia dinámica en la política?; ¿cómo hacer para que los políticos que ostentan hoy el poder piensen menos en la inmediatez y más en lo de fondo?, especialmente para que las políticas que tomen sean pensadas para el largo plazo, respetando acuerdos anteriores, evitando soluciones que aparenten efecto inmediato, pero que inhiben las de largo plazo por intentar “esconder” el problema que hay que resolver. Esto es, dicho de otra manera, la diferencia entre pensar como “estadistas” en vez de pensar como “gobernantes de turno”.
Los ejemplos sobran, cito dos: los programas contra la desnutrición crónica que desde el gobierno del Presidente Berger han cambiado tres veces, en el del Presidente Colom y ahora con el gobierno del Presidente Pérez Molina; o el programa de Competitividad implementado por PRONACOM, que arrancó durante el gobierno de Portillo para luego suspenderse durante el mismo gobierno por malos manejos financieros; luego fue implementado con vigor durante el gobierno de Berger, para dejarse prácticamente morir durante el gobierno de Colom, y ahora, con el gobierno de Pérez Molina se retoma con entusiasmo. Baste estos dos ejemplos para demostrar lo volátil que son los programas de gobierno, los cuales deben ser tomados como programas de Estado, y para ello ser impulsados y darles seguimiento por grupos elite de universidades, centros de pensamiento, y entidades permanentes del país. Es una buena noticia la propuesta que recién llegó al Congreso para hacer de SEGEPLAN una entidad responsable de la planificación y evaluación de programas de Estado de largo plazo. Esperamos que los Diputados aprueben la iniciativa para que en el diseño e implementación de propuestas se comprenda que la inconsistencia dinámica es parte de la realidad social, razón que obliga a pensar que las soluciones de fondo son de mediano y largo plazo.