“La tragedia humana implícita en cada historia de vida”
Octubre 2006
El tema de las remesas que nuestros conciudadanos residentes en Estados Unidos envían a sus familiares en nuestro país ha sido profusamente discutido, tanto por los medios de comunicación como en foros montados ex profeso. Esas remesas han alcanzado montos extraordinarios, cercanos a los US$3 millardos anuales(2), lo cual ha provocado que el valor de nuestra moneda con respecto a la moneda norteamericana se sitúe en montos cercanos a Q7.50 por US$1.
Al momento las discusiones se han centrado en cuatro temas. Uno, el relativo a las dificultades que representa para los exportadores un valor tan alto de nuestro quetzal relativo al dólar, situación que más bien está favoreciendo las importaciones. La preocupación estriba en que bajo esta lógica se está debilitando nuestra capacidad exportadora y competitiva.
Un segundo tema se ha orientado a la búsqueda de incentivos para que las remesas recibidas sean invertidas en proyectos productivos o de beneficio en las comunidades. A la fecha se ha visto que una buena parte de esos fondos han sido utilizados para el consumo, o para aspectos de carácter social de la familia del emigrado, lo que sin duda es necesario, pero que no necesariamente contribuye a la generación de rentas sostenibles.
Un tercer aspecto de las discusiones ha sido la preocupación sobre la sostenibilidad de las remesas, y el futuro de la macroeconomía cuando estas eventualmente disminuyan. Y se ha privilegiado la discusión sobre buscar mecanismos políticos para que el gobierno norteamericano no expulse a los inmigrantes, especialmente los indocumentados.
Un tema adicional, que más bien ha sido tratado en sus consecuencias que en sus causales, es el relativo a las maras, las que como sabemos han tenido su origen en la emigración a los EE.UU, movimiento que se propagó en nuestro país por existir las condiciones idóneas: pobreza, violencia y, por sobre todo, falta de autoridad en el hogar. La Mara Salvatrucha, integrada básicamente por salvadoreños, es el ejemplo más conocido de este fenómeno y de sus inicios en la tierra del Tío Sam.
Hasta acá los temas de mayor discusión sobre la emigración. Pero un aspecto fundamental que ha sido poco tratado en las discusiones es el relativo a la tragedia humana que se esconde detrás de cada caso de migrantes, y sobre el fracaso de nuestra sociedad al no lograr generar oportunidades en nuestro país. Esta es una temática que debería estar en el primer plano de discusión, y para evidenciarlo se presentan dos casos paradigmáticos que reflejan un poco esas dificultades humanas.
El primero en la aldea San Felipe Xejuyup, cercana a San Andrés Xecul, de donde un joven decidió tomar la aventura y emigró, dejando en casa de sus padres a su esposa y un pequeño niño. En esa casa vivía también una hermana del emigrado con su esposo e hijos, en esa modalidad de “familia ampliada” que aun funciona en el área rural. Con el tiempo, el cuñado del emigrado empezó a acosar a su concuña, la esposa del joven que se fue a trabajar al norte, y después de una pertinaz insistencia, ella cedió y fue tomada por el concuño. Después, ella se arrepintió profundamente, y en su desesperación optó por suicidarse, ahorcándose en la misma casa de sus suegros, en la que había vivido con su esposo ausente. El concuño, causante de la tragedia huyó para no aparecer más, dejando abandonada a su esposa y a sus tres hijos. Este hecho real sucedió hace ahora cinco años, y dejó marcada para siempre a toda la familia.
Otro caso es el de un salcajeño que emigró hace 20 años dejando a su esposa y tres hijos pequeños, a los que mensualmente enviaba para su sostenimiento. La gran ilusión del emigrado era construir una casa, para lo cual ahorró logrando comprar un terreno en donde la construyó. Cuando satisfizo su aspiración volvió a residir a su pueblo natal, pero la situación había cambiado radicalmente: sus tres hijos habían salido del hogar de mala manera. La esposa, desilusionada, lo abandonó. Tuve la oportunidad de escuchar la historia a este hombre de Salcajá que la relató llorando, arrepentido de haber emigrado, pues la razón de su esfuerzo no había tenido ningún sentido.
Estos casos demuestran el verdadero costo del dólar, costo que debemos ver no solo en el valor de cambio, sino en la tragedia humana que está implícita en cada historia de vida. La emigración es un fenómeno histórico de la humanidad. Siempre las personas han emigrado hacia otros sitios por diversas razones que van desde aspectos culturales, políticos, por conflictos armados, y, en la mayoría de casos, por razones económicas. La diferencia en nuestro caso es que la emigración ha sido no solo masiva, sino que han salido los jefes de hogar y jóvenes más preparados, dejando en abandono y con actitud paternalista al resto de la familia.
El costo que representa el abandono de los hijos, de la familia y del hogar es un drama que siempre conlleva tristeza humana y una pérdida para el país por la alienación cultural que sufren, en todos los casos, los emigrados.
¡Los guatemaltecos tenemos que hacer un redoblado esfuerzo para que nuestros jóvenes no tengan que emigrar!
1. En el momento de edición del presente libro, finales de 2014, las remesas superan los 5 millardos de dólares.