Recientemente tuve oportunidad de escuchar a un selecto grupo de líderes de diversos “orígenes e ideologías” discutir sobre las experiencias que en nuestro país ha habido en busca de consensos para una estrategia que permita un desarrollo integral; esto es un desarrollo que incluya lo económico, social, político, ambiental y como consecuencia, lo cultural. Un desarrollo, en síntesis, que sepa combinar inteligentemente mercado y Estado.
Según los participantes, en los últimos veinte años han existido más de diez experiencias reconocidas como esfuerzos verdaderamente serios, en cuanto a una participación multidisciplinaria y propositiva. Pero es evidente que no se ha logrado una propuesta que convoque a toda la sociedad en la búsqueda de su felicidad. Ni siquiera se ha logrado una estrategia para fortalecer ciudadanía y garantizar oportunidades a los guatemaltecos. Probablemente, y eso lo compartió la mayor parte de los participantes, los Acuerdos de Paz han sido los que verdaderamente trazaron un camino a seguir, así como unas estrategias para “andar” ese camino; pero obviamente no ha sido suficiente ni consistente en el tiempo, por lo que los avances van retrasados en relación a los cronogramas imaginados en su inicio; y lo peor, la situación nacional se ha complicado mucho más en temas variados, entre ellos las maras, narcotráfico, corrupción, la falta de oportunidades de trabajo y lo que mas preocupa a la población, la inseguridad, consecuencia de todo lo anterior. Vale recordar que los Acuerdos de Paz quedaron “huérfanos” de un respaldo institucional más consistente al no haber sido aprobados en las reformas constitucionales últimas; y vale también recordar que ello se debió a que se quiso aprovechar la ocasión para una serie confusa, por variada, de cambios constitucionales que generaron temor en la ciudadanía por lo que esta no los validó.
A mi entender algo de lo que ha sucedido en las experiencias anteriores, y que probablemente por ello los esfuerzos no han avanzado, es que en esos ejercicios las conclusiones han quedado en un grupo de líderes (elites) que no han sabido o podido comunicar adecuadamente a la sociedad sus propuestas. O quizá haya sido que por no conocer en profundidad las diversas expectativas de una sociedad “multicultural y multiétnica”, no se ha logrado recoger las aspiraciones de todos los territorios de la República, que dicho sea, son diferenciados. O que no se ha logrado una razonable representación de elites en la discusión. Este, por supuesto, no es el caso de los Acuerdos de Paz, para los que hubo un esfuerzo de varios años de participación de diversos sectores en las propuestas que se acordaron.
El título de este artículo plantea la cuestión ¿pacto de elites o movimiento social?, encabezado que únicamente busca llamar la atención, pues en realidad no es lo uno o lo otro, sino las dos cosas. Me explico. Cuando en una sociedad compleja como la nuestra se desea encontrar propuestas estratégicas, lo primero es la convocatoria a las elites nacionales. Acá debo aclara que la denominación de elite se puede tomar en su faceta peyorativa, pero todo lo contrario: una elite, como lo plantea el sociólogo Wilfredo Pareto, “está compuesta por todos aquellos que manifiestan unas cualidades excepcionales o dan pruebas de aptitudes eminentes en su dominio propio; son aquellos que por su trabajo conocen un éxito superior al término medio de los demás hombres”. Claro, lo importante es que estén representadas la mayoría de sectores en esas elites.
Una vez conformada la entidad que congrega a las elites representativas, se pasa a proponer al conjunto de la sociedad sus propuestas, hasta convertirlas en un verdadero movimiento social. El también sociólogo Guy Rocher plantea que para ser un movimiento social se deben cumplir tres funciones: la de clarificación de la conciencia colectiva, para ello esclarecer sus intereses o lo que juzgan como tal; la de mediación, que permite la vinculación entre personas y las estructuras sociales; y la de presión, por la acción que ejercen y su influencia sobre el desarrollo histórico de las sociedades en que actúan. Se trata, por tanto, de identificar el problema; identificar una propuesta de solución; y provocar la adhesión voluntaria y masiva a la misma. No se trata pues de escoger entre pacto de elites o movimiento social; se trata de recorrer el camino de integración de élites a movimiento social de la mejor forma.