Como se sabe, actualmente las instituciones humanas, sean éstas privadas o públicas, lucrativos o no, están operando en función de valores, más que en el de objetivos pragmáticos y programáticos. La razón de ello está en que teniendo los valores como referente, todas las personas que integran una entidad saben cómo deben actuar y pensar para resolver problemas, o para actuar y decidir en cada momento. Y ya hay quienes piensan que en el futuro no habrá falta de tener jefes, pues los valores cumplirán esa función ¡Por supuesto que esto puede ser un extremo!
“Extrapolando“ ésta idea al Estado, se puede colegir que con unos valores “aceptables“ para todos, claros y compartidos se puede lograr la unificación en un pueblo o conglomerado. Y si además de aceptados, ésos valores son motivantes puede lograrse orgullo de luchar por ellos. Y con valores “altos“, elevados, puede lograrse esfuerzo. Y con la suma de todo ello, se puede lograr la identidad.
¿Cuáles podrían ser esos valores para el Estado guatemalteco?. Pues falta identificarlos , pero se puede avanzar con algunas ideas, algunas de ellas derivadas del tronco judeo-cristiano, y otras del maya.
Lo interesante es que hay valores en ambas culturas que son tomados como tales en Guatemala, y algunos que se complementan, la mayoría, diría yo, por lo que se trataría de proponerlos y adoptarlos, de “enforzarlos“.
Entre esos valores se puede citar, de los derivados del tronco maya: el valor del carácter sagrado de la naturaleza y del universo, lo cual es en éstos momentos fundamental, pues la recuperación y conservación del medio ambiente es un imperativo nacional. Otro valor maya, el del “ver“ en el otro a uno mismo, permite que se deriven actitudes que facilitan la convivencia, al incluir el agradecimiento y la gratitud. Otro valor, el de usar el conocimiento científico en beneficio de la comunidad, permite que se derive la práctica de ayuda al prójimo y la comunidad, logrando que se incorpore, de manera rápida, el avance científico en la mejoría de vida de las personas. Otro valor es el del cumplimiento en el trabajo y de los compromisos, el cual se vive en la práctica con la forma en que los descendientes de los mayas respetan los contratos verbales. Un valor adicional, es el del sentido de responsabilidad y de la paz; y el de saber tomar consejo.
Y los valores derivados del tronco judeo-cristiano son, probablemente, más reconocidos, destacando en ellos la caridad, a la que ahora se conoce como “solidaridad“; el respeto a la libertad, que hace que la persona adquiera su verdadera categoría, como ciudadano y “ser“ individual. El valor de la propiedad privada, que está en la tradición más antigua, y sobre cuyo fundamento se construye todo el avance científico y material alcanzado por la civilización occidental. El afán de superación y de mejoría en la vida, que en buena parte se sustenta sobre los valores anteriores, y que hace que las personas “avancen“. El valor fundamental de la familia, como centro y eje de la vida en convivencia es, quizás, el que mayor sentido le da a la vida de las personas, y que permite, a su vez, la “tradición“ y el traspase, de generación en generación, de los valores milenarios.
Y un valor más trascendente, el de la esperanza de una vida después de la muerte, que hace que la persona conduzca sus actos acorde a unos principios estrictos y que hacen ver, en el servicio a los demás, la razón de “salvación“.
Como dicho al inicio, se trata de pensar cuales son nuestros valores. No los temporales o impuestos por la
moda, sino los más profundos, los que la tradición ha hecho que se inculquen en las personas. Y una vez pensados y re-pensados, proponerlos como parte de la “filosofía de vida“ de los ciudadanos del Estado.
¡Los valores pueden ser el factor identitario más importante para la construcción de la guatemalidad!