Las ventajas del Poder Local son variadas, siendo a mi criterio la más importante la apertura que brinda para la participación ciudadana, medio eficaz para resolver la variada problemática que se vive en los territorios del interior del país, pues está visto que desde el gobierno central la respuesta a las demandas reales de las comunidades además de tardías son muchas veces diferentes a las deseadas y adecuadas. Sin embargo hay quienes ven un riesgo en el fortalecimiento del Poder Local, asumiendo que éste puede ser cooptado por grupos mafiosos, lo cual es una posibilidad; pero la realidad es que éste riesgo se cierne sobre la totalidad de instituciones del Estado guatemalteco.
Históricamente el Poder en Guatemala ha sido centralizado, absolutista y patrimonialista, siguiendo la tradición colonial.
Pero hay que tomar en cuenta que así como se tuvo a un Pedro de Alvarado, representante del Poder de la fuerza, se tuvo a un Bartolomé de las Casas, representante de un concepto de Poder que nace en el iusnaturalismo grecolatino. Derivado de esta yuxtaposición, y de las luchas entre conservadores y liberales en el siglo XIX, se fue definiendo un estilo de Poder “a la guatemalteca” en el que el presidencialismo ha sido la tónica, y que por causa de desmanes en el pasado reciente (especialmente durante el enfrentamiento armado, 1963-1996), se tradujo en una cooptación del Poder del Estado por parte de fuerzas ajenas al sistema político-Constitucional, propiciando el oportunismo y un mercantilismo en el que los grupos que ejercen más presión obtienen los mayores beneficios, dificultando por tanto la gobernabilidad; éste sí que es un peligro real y permanente sobre el Estado, mucho mayor que lo que podría suceder con los procesos actuales de fortalecimiento del Poder Local y la descentralización. Más bien el reducir el Poder centralizado puede ayudar a evitar un colapso mayor, fundamentados en que la gobernabilidad es más factible en el Municipio por la cercanía entre los ciudadanos y sus autoridades; mientras que con el Gobierno central no hay vínculos, debido a la poca legitimidad de los representantes del gobierno nacional en los departamentos, es decir, de los Gobernadores.
Paralelamente a ésta estructura política tradicional, y debido a su debilitamiento e ineficacia, se ha venido desarrollando la conciencia del “Poder local”, acompañando a los procesos de descentralización del Estado, mediante los cuales la ciudadanía se apropia de su propio destino, lo cual en la práctica representa una redistribución del Poder. Esta modalidad de Poder local está induciendo una participación de la sociedad en busca de satisfactores a sus necesidades de desarrollo desde una perspectiva integral que contempla crecimiento económico, social, cultural y político de toda la sociedad, tomando en cuenta las características de cada comunidad. De esta manera se está creando un nuevo paradigma de gobernabilidad que fortalece la democracia y promueve el desarrollo. Ello encamina a la descentralización efectiva del Estado y a la reforma del mismo, en el sentido de compartir el Poder de manera más democrática en todo el territorio nacional.
No debe, pues, verse esta realidad como un riesgo para la consolidación del Estado, sino más bien como un medio eficaz para su logro.