En la ciudadanía se percibe desencanto e inseguridad.
Julio 2009
Un Estado incluye un territorio, una población (gobernantes y gobernados) y unas normas y leyes de convivencia que permitan, de manera sostenible, la seguridad de todos sus ciudadanos y el cumplimiento de sus derechos, así como de los diferentes elementos que conforman ese Estado. Cuando algunos de estos elementos no dan garantía de funcionar adecuadamente, o están en riesgo por su fragilidad, se corre el peligro de que el Estado en su conjunto se considere como “fallido”.
En los últimos tiempos se ha mencionado la vulnerabilidad de la democracia guatemalteca especialmente por los altos índices de violencia y corrupción, así como por la pobreza extrema que azota a un importante porcentaje de nuestra población; ello nos pone ante la duda: ¿estamos en riesgo de convertirnos en un Estado fallido?. Un Estado fallido es aquel cuyo Gobierno es incapaz de atender las demandas de su sociedad en aspectos de seguridad y justicia, en servicios sociales y facilitación de oportunidades económicas. La falta de transparencia en el manejo de los recursos del Estado es otro elemento que abona a la duda y, por tanto, una falencia más.
La importancia que tiene el conocer la debilidad del Estado es fundamental, pues a partir de ello los ciudadanos pronostican su futuro personal y familiar, y con ello determinan los esfuerzos y sacrificios para avanzar en el mismo. En estos momentos, en la ciudadanía guatemalteca se percibe desencanto e inseguridad, lo cual a su vez abona a un debilitamiento del Estado. Pero, ¿cómo saber si estamos realmente ante el riesgo de que nuestro Estado “falle”?.
Para ello se cuenta con un indicador que anualmente elabora la organización independiente “Fondo para la paz” (www.fundforpeace.org), radicada en los Estados Unidos de Norteamérica, la que monitorea 177 países mediante informaciones de prensa, entrevistas y encuestas sobre los acontecimientos que pueden aportar a la construcción de un indicador que se integra con 12 variables de carácter social, económico y político, entre ellas aspectos de demografía, migraciones, desigualdad económica, deterioro de los servicios públicos, violación de los derechos humanos, aparatos ilegales de seguridad, entre otros. Por ser estos indicadores medidos a partir de percepciones, su resultado es subjetivo, por lo que se recomienda analizar los indicadores en términos relativos de un año a otro, es decir, evaluar si ha habido cambios relativos en ese periodo.
El índice de Estado fallido clasifica a los países en cuatro grandes categorías que van desde el nivel de “alerta”, el de mayor riesgo; el de “advertencia”; el de situación “moderada”; y el de “Estado sostenible” (el mejor). El estado de “advertencia”, en el que actualmente se sitúa a Guatemala, es el que está más cercano a ubicarse en el nivel de alerta, que queda a un paso del Estado fallido.
Cuando se analiza la situación de Guatemala en las 12 variables que integran el índice, encontramos que el mayor riesgo se ubica en la variables correspondientes a: desarrollo económico desigual, inseguridad y “deslegitimación del Estado”; por tanto, son estos los temas que deben mejorarse pues coinciden con las demandas que la población manifiesta por diversas vías.
Guatemala ocupa la posición 75 entre 177 países del Mundo, habiendo mejorado en el último año al pasar de la posición 66 a la 75, pero aun nos ubicamos en la categoría de “advertencia”, es decir, de precaución. Nos encontramos en la misma categoría de Venezuela y Cuba, pero mejor que Colombia, Bolivia, Nicaragua y otros países de América Latina. Haití es el único país de América que se ubica en la categoría de “alerta”, categoría en la que se encuentra la mayoría de países del África central. El país mejor calificado es Noruega, con el rango 177.
En definitiva Guatemala no es un Estado fallido, pero es urgente corregir el rumbo, especialmente en aspectos de seguridad, transparencia, calidad de los servicios públicos y reducción de la pobreza y desigualdad.