¿Privilegio a los pobres?

Enero 2008

El presidente de la República, Álvaro Colom, anunció que durante los próximos cuatro años el Gobierno privilegiará a los pobres, intención que en definitiva es atinada y que, además, puede ser una causa común que nos convoque a todos los guatemaltecos. Lo importante es que el esfuerzo se haga de manera racional y no solo política, y que se dejen trazadas líneas consensuadas para continuar en el futuro, a sabiendas que la reducción de la pobreza es tarea de largo plazo; basta ver que en los últimos cuatro años, y a pesar de los esfuerzos, la pobreza se ha reducido relativamente poco, de un 56 por ciento a un 51 por ciento; y la pobreza extrema ha bajado de un 21 por ciento a un 15 por ciento. La propuesta que ha hecho Colom en campaña fue que se reducirá la pobreza en 10 puntos (el doble que en los últimos cuatro años). Y queda la tarea de reducir a la mitad la pobreza extrema, compromiso adquirido por el Estado de Guatemala en las metas del milenio, que deberán alcanzarse en 2015.

No cabe duda que es el Gobierno quien debe hacer el llamado, pues la causa principal de la lentitud para salir de la pobreza ha sido lo político, que no ha sabido invertir bien y suficiente para reducir las causas que producen y reproducen la pobreza, como la falta de una educación con calidad, la débil inversión en salud preventiva, la escasa construcción de infraestructura para la producción, la poco enfocada capacitación para el trabajo, y la discontinúa promoción de inversiones que generen empleo.

Se dice que “la mejor política social es un buen empleo”, y esta es una aseveración que tiene mucho de cierta, pero para lograr crear empleos se requiere de una estrategia, concreta y de largo plazo.

Tampoco cabe duda que es la educación el medio más eficaz para combatir la pobreza, como lo comprueban los países más desarrollados. Pero para que la educación sea eficaz debe incluirse a la familia como bastión fundamental del proceso educativo, pues es allí, en el grupo familiar, en donde se aprenden las virtudes humanas básicas, como la honestidad, el orden, el espíritu de servicio, el cumplimiento de la palabra. Por lo tanto, un buen sistema educativo debe incluir a los padres de familia, tal como lo planteaba el sistema de Coeducas de PRONADE (Programa Nacional de Autogestion para el Desarrollo Educativo, eliminado durante el gobierno del Presidente Alvaro Colom).

Y en este sentido ha sido una incongruencia que se elimine ese programa si se está planteando la reducción de la pobreza como una estrategia de Estado.

En el plan de Gobierno de Colom se propone la reducción de la pobreza mediante la implementación de dos programas concretos: estimular el desarrollo rural mediante los encadenamientos para el fomento de exportaciones, la agroindustria y la maquila rural; y otro programa diseñado para las zonas urbano–marginales, consistente en estimular las pequeñas empresas con financiamiento y mejora de la infraestructura física para hacer esos sitios “turísticamente atractivos”.

Hace diez años escribí un libro titulado Para eliminar la pobreza en Guatemala, y en el planteaba como causales de la pobreza la baja inversión en capital humano, especialmente en educación y salud, la baja inversión productiva generadora de empleo, y la inestabilidad y discontinuidad de las políticas públicas; y tal parece que esas causales siguen siendo las mismas. En dicho libro se propuso construir una gran alianza en la que cada sector asumiera su responsabilidad, así: – el Gobierno tomando el liderazgo, pero de manera subsidiaria, y fortaleciendo la institucionalidad e invirtiendo los recursos con responsabilidad y transparencia; – el sector privado invirtiendo en la producción, generando oportunidades de empleo, y tributando debidamente; – las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) actuando profesionalmente y facilitando la participación de las personas; – las instituciones de investigación proponiendo estrategias viables y midiendo el impacto de los programas que se implementen; y la cooperación internacional apoyando económicamente, pero respetando las aspiraciones culturales de las comunidades, sin imponer sus soluciones.

Sin duda esta propuesta sigue siendo válida. ¡Y definitivamente es impostergable privilegiar a los pobres!

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