“A estos males debemos agregar los derivados de la pobreza e inequidad”
Septiembre 2010
Guatemala, nuestra patria amada, es como un cuerpo orgánico gravemente enfermo. En cualquier parte que levantemos la piel de ese cuerpo encontraremos infección y podredumbre. Duele reconocerlo, especialmente en estas fechas en que celebramos la independencia; pero como debe hacerse ante cualquier asunto importante que deba resolverse, lo primero es reconocer que existe un problema, para luego buscarle solución.
Entre los grandes problemas que nos aquejan el mayor es, sin duda, el de la narcoactividad que ha permeado a varios sectores sociales, y que ha adquirido un poder tal que pone en riesgo la vida misma del Estado. De él se deriva en buena parte el de las maras, ese contingente de jóvenes que pierde la vida entre el consumo y la distribución al por menor de la droga. El narcomenudeo es la prueba contundente de la presencia de las drogas en el país, y la confirmación de que nuestra juventud se está perdiendo; ello obliga aún más a tomar medidas radicales. Ante el problema del narcotráfico, debemos reconocer que estamos en medio de una región productora (Sudamérica), y la consumidora (Estados Unidos de Norteamérica), con un Estado débil y con la presencia de carteles especializados y sanguinarios. Queda, pues, aliarse a otros países que han decidido con valentía y decisión enfrentarlos para disminuir su nociva presencia.
Otro de los graves problemas nacionales es la corrupción que ha infectado, al igual que la narcoactividad, a importantes sectores nacionales convirtiéndose en una práctica común, especialmente notoria en estamentos de Gobierno. La corrupción sólo se evitará en la medida en que se transparenten los procesos en todas las instancias públicas y privadas, incluidas las financieras.
Un tercer problema de gran gravedad que ha venido para quedarse, es el derivado de la vulnerabilidad ambiental, que nos sitúa como uno de los cuatro países del Mundo más vulnerables, y el segundo en Latinoamérica, después de Honduras. Ello debido a estar asentados sobre tres fallas tectónicas, en medio de dos océanos, y con una topografía sumamente quebrada. Ante ello corresponde que, por una parte, toda la infraestructura pública y privada sea diseñada y construida con nuevos estándares que consideren los riesgos; y que la agricultura y la industria adopten medidas cautelares que disminuyan los riesgos.
Y a estos males debemos agregar los derivados de la pobreza e inequidad, especialmente de la pobreza extrema. La pobreza se podría disminuir generando oportunidades, mismas que desafortunadamente no se están dando debido a la baja inversión económica productiva en el país. Y la pobreza extrema, la miseria, sí que debe erradicarse por completo, aunando esfuerzos de toda la sociedad para apoyarles en la salida de sus precariedades, especialmente proveyéndoles salud, alimentación, vestido y educación. Pero todo ello focalizado y de manera que pueda evaluarse y medir la eficacia en la entrega de esos servicios.
Los cuatro males antes mencionados generan como efecto un clima de inseguridad, inestabilidad y malestar social, que no encuentran salida a la debacle. Y aun cuando se reconoce que el camino más adecuado es el político, los partidos no cumplen esa misión central. Queda, entonces, ensayar otros medios para lograr un consenso mínimo en la sociedad para encontrar solución a los problemas. Caso contrario estaremos condenando a las futuras generaciones a un mundo invivible en esta nuestra patria.
No se pretende dar soluciones en este apretado resumen a lo que considero los cuatro grandes problemas de la Guatemala de hoy, pero sí evidenciar que la preocupación es profunda y generalizada en la sociedad; corresponde entonces llamar a las élites de los diversos sectores nacionales para abordar con patriotismo, profesionalismo y con sentido de urgencia éstas problemáticas; antes que los males nos arrastren.