La madurez de una sociedad se mide por su capacidad de discernir.
Diciembre 2012
Los medios de comunicación son las entidades de difusión que mediante varios mecanismos transmiten y propagan mensajes a públicos cada vez más amplios, acercándoles noticias, opiniones y publicidad. Llevan también distracción y notas lúdicas con las que distraen y entretienen. Los medios más conocidos, en el orden en que han aparecido en la historia moderna, son la prensa escrita, la radio y la televisión. Y en las últimas décadas, la Internet, el Twitter y Facebook. En Guatemala el primer medio fue la Gazeta de Guatemala, periódico impreso que surgió en 1729.
La importancia de los medios de comunicación reside en varios aspectos, siendo uno la incidencia que hacen en la sociedad, en la política y, en general, en la cultura. Esa incidencia puede ser una que manipule la conciencia del público, distrayéndolo con informaciones vagas y lejanas a asuntos de trascendencia social, o provocando por insistencia mayor conflictividad de la prudente, siempre según intereses de quien controla los head lines. El filósofo español José Ortega y Gasset advirtió sobre lo que llamó la “disfunción narcótica”, esa especie de adormecimiento que causa en la sociedad una anomia, al atiborrar con insistencia a los recipiendarios de la información sobre un mismo asunto, distrayéndoles de analizar causas más profundas, o poniéndole en peligros, como el que anunció hace unos años la Sociedad Americana de Medicina en relación a que un joven norteamericano a los 18 años de edad ha visto en los medios cerca de 200 mil actos de violencia, incluyendo 16 mil asesinatos; la Sociedad aclara que no hay pruebas de que esto provoque más violencia, aunque sí se identificó que “cataliza” comportamientos impulsivos.
Pero a su vez, los medios son condicionados y afectados por la sociedad, por la cultura, y especialmente por la política, la que puede reducir su independencia, limitando la libertad de expresión de forma forzada, sea mediante legislación amañada o controlando sus insumos, como el papel periódico, asuntos que suceden actualmente en países sudamericanos como Argentina, Venezuela y Ecuador. El filósofo alemán Herbert Marcuse identificó a los contenidos ideológicos de los medios como “industrias culturales” cuando responden a un aparato del Estado para legitimar un sistema, sea este capitalista o socialista. La caída del muro de Berlín se debió, en buena parte, a que los alemanes del Este veían en televisión las libertades y nivel de comodidades de sus pares de Occidente.
Pero también los propietarios de los medios pueden condicionar la “libertad” de los medios por razones económicas, culturales, o por asuntos religiosos como sucede hoy en nuestro país, especialmente en la radio y televisión. Es, a fin de cuentas, una guerra de fuerzas políticas, financieras, ideológicas o religiosas.
En definitiva siempre existirá un control de los contenidos en los medios, por interés de los propietarios o por otras causas como las expuestas antes, pero este control es preferible se dé desde la autorregulación, conformando al efecto un comité dentro del medio que vigile por el profesionalismo de los redactores y periodistas, y especialmente que remarque lo ético, para que lo que se transmita sea la verdad, y no acuse o descalifique personas obnubilando así el sistema judicial del país. El autocontrol es la opción más adecuada, pues cuando son los gobiernos quienes controlan un medio, aun cuando basados en ley, se cometen mayores desmanes que aquellos que la libertad puede permitirse.
En todo caso es bueno recordar que la madurez de una sociedad se mide por su capacidad de discernir entre unos medios y otros.