La población como determinante del crecimiento económico

“Las equivocadas políticas de control de la población”

Octubre 2007

Recientemente la doctora en Economía María Sophia Aguirre, investigadora de la Universidad Católica de Washington, presentó un estudio realizado con rigor científico titulado “Determinantes del crecimiento económico, población y familia, el caso de Guatemala”, el cual demuestra, a partir de datos de los últimos censos y encuestas nacionales, que las causas de la pobreza no están en el crecimiento poblacional, tal como se ha creído. El estudio en mención sugiere que, por tanto, las políticas de control de la población son equivocadas, pues impiden fortalecer los elementos clave de un desarrollo sostenible, que están en el capital humano, el capital social y el capital moral.

El estudio de la doctora Aguirre confirma algo que ya los premios Nobel de Economía Gary Becker y Amartya Sen han demostrado con anterioridad, al plantear que son las familias las que generan esos capitales, fundamento de cualquier crecimiento económico sostenible.

Recomienda también la autora que para que el crecimiento económico sea robusto y de largo plazo es necesario continuar con las políticas de profundización de la liberación económica, procurando eliminar las discontinuidades y fortalecer las instituciones, especialmente la familia, el sistema educativo, el Estado de Derecho, la propiedad y la transparencia.

El estudio de la doctora Aguirre es importantísimo pues aclara, con meridiana claridad, varios conceptos y supuestos, y por tanto servirá de base para que las políticas públicas de largo plazo que busquen el bienestar de la nación no se fundamenten en percepciones, sino en datos científicos debidamente sustentados y culturalmente pertinentes.

Mi experiencia de más de 30 años trabajando en desarrollo en el occidente del país me permite confirmar la certeza de los hallazgos de la doctora Aguirre, pues cuando se trabaja en el desarrollo se comprueba que el crecimiento económico es condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo, y que este debe estar orientado a la persona humana. He comprobado también que es en los hogares de familias integradas en los que la mejoría económica se logra con una adecuada intervención de apoyos.

Pero es precisamente por estar orientado a la persona que la promoción del desarrollo se vuelve compleja, pues debe ser pensada de manera integral por lo que normalmente se privilegia alguna de sus facetas para encontrarle “una puerta de entrada”.

Así, hay quienes apuestan por promover el desarrollo desde lo político–institucional; otros desde la sostenibilidad ambiental; y los hay que lo ven desde lo social, proponiendo mejorar los indicadores de necesidades básicas insatisfechas. Los estructuralistas plantean que el desarrollo se debe abordar desde la vía de lo económico, mejorando el ingreso de las familias para que estas puedan, con decisiones desde su cultura, resolver las necesidades humanas y auto–promoverse.

Y están los que proponen el “cambio cultural”, argumentando que hay culturas más proclives al desarrollo que otras, y lo inducen impulsando acciones que obligan a las sociedades a cambiar tradiciones y costumbres.

Y entre esos cambios “forzados” está el del control de la natalidad impulsado por estos grupos interesados. Hay que hacer la salvedad de que las culturas son fluidas, pero lo que no se vale es que se pretenda forzar el cambio según visiones particulares de desarrollo.

En estos grupos se piensa que la vía más rápida de promover desarrollo es disminuyendo la natalidad, lo que demuestra una visión simplista y descontextualizada no solo de la cultura sino del entendimiento de las bases morales y sociales de un desarrollo congruente.

Para ellos el estudio de la doctora Aguirre demuestra, con base en modelos econométricos, que la natalidad no es causa de pobreza. Y que, como dicho, más bien socava los elementos básicos para pensar en un crecimiento económico sostenible, y en un desarrollo centrado en la persona.

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