La paradoja del crecimiento infeliz.

“A mayores beneficios económicos y sociales, mayores insatisfacciones”

Abril 2009

Hace un par de años se publicó en la prensa nacional una noticia que relataba sobre un estudio llevado a cabo en varios países del mundo para determinar el grado de felicidad de las personas, encuesta en la cual los guatemaltecos aparecíamos como una de las sociedades “más felices”. Hubo muchos comentarios alrededor de la noticia, casi todos descalificando el hallazgo. Sin embargo la encuesta fue realizada de manera profesional, y según el inspirador de la misma, Ruut Veenhoven, la felicidad puede definirse como “el grado en el cual el individuo juzga como favorable la calidad de su vida como un todo”. Dicho de otra forma: qué tanto le gusta la vida que lleva; por lo visto, al guatemalteco la vida le parecía, en el momento en que se realizó la encuesta, llevadera en alto grado. De América Latina Costa Rica, Guatemala, México y Venezuela fueron los países que destacaron por sus culturas optimistas; en estos países los pobres manifestaron tener una opinión más positiva que los ricos.

Hoy nos encontramos con una nueva encuesta, similar a la anterior, esta vez promovida por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), bajo la coordinación del Dr. Eduardo Lora, y presentada en la reciente asamblea del banco realizada en Medellín, Colombia. En ella, se determinó que existe una correlación inversa entre el crecimiento económico de las naciones y la satisfacción que perciben los ciudadanos. La explicación dada por los autores de la investigación es que la satisfacción no depende solamente del ingreso, sino también de las expectativas de consumo, de tal manera que el crecimiento aumenta las expectativas y los referentes a partir de los cuales los individuos evalúan su propia satisfacción. Es decir, conforme aumentan los satisfactores, en ésa medida crecen las demandas por mayores beneficios. Y de allí “la paradoja del crecimiento infeliz”. A mayores beneficios, mayor insatisfacción.

Por otra parte, y aquí lo que vale la pena considerar con mayor atención: en aquellos grupos sociales en donde el crecimiento es menor y los satisfactores de necesidades más escasos, la gente manifiesta mayor satisfacción. Ello representa un alto riesgo para los países, pues quita responsabilidad a los formuladores de políticas públicas, bajo la tentación de que la sociedad se adormezca y no se movilice para demandar los servicios que el Estado está obligado a proveer. Otro riesgo es la manipulación que puede hacerse de la población cuando se le hace percibir beneficios inexistentes, o promesas demagógicas, o regalos clientelistas para ganar voluntades. Por supuesto que la opinión de la población es determinante como base para el análisis de las condiciones de una sociedad, pero cuando se constata que esa opinión conlleva altas dosis de conformismo o de manipulación de la información, debiéramos basarnos en datos más confiables sobre realidades objetivas, como los que provee el informe de Naciones Unidas para el Desarrollo en los Índices de Desarrollo Humano (IDH) que elabora anualmente e informan sobre la situación de educación, salud, capacitación, ingresos, etc.

A partir del año 2005 e inspirados en los postulados del Nobel de economía Amrtya Sen, se elabora un nuevo Índice de Desarrollo Humano Subjetivo (IDHS), que informa sobre la percepción de las personas y no sobre datos “duros”. Así, mientras que para Guatemala, el Índice de Desarrollo Humano calculado por el PNUD sobre datos duros fue de 0.69, el Índice de Desarrollo Humano Subjetivo (de percepciones) fue de 0.8, en ambos casos en una escala de 0 a 1.

Es bueno el optimismo y tener esperanza, pero también lo es el realismo y la actitud propositiva y de participación; de otra cuenta, el despertar a la realidad puede ser muy triste.

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