“Resolvió erradicar la pobreza, democratizar y conservar el medio ambiente”.
Diciembre 1994
La resolución tomada en la Cumbre de Mandatarios del Hemisferio, con relación a la Integración Económica y el Libre Comercio a partir del 2005, y sus componentes: erradicación de la pobreza, democratización y conservación del medio ambientes, ha provocado en los guatemaltecos apatía, preocupación o entusiasmo. Esto último, el entusiasmo, se produce en un pequeño grupo de guatemaltecos que se sienten preparados para abordar el desafío, y, entre ellos, algunos políticos, el gobierno actual, y unos cuantos académicos y empresarios. La preocupación se da, yo el primero, entre un gran grueso de la población, que creemos que las aspiraciones de la Integración Económica sólo nos apoyará en la medida en que se den previamente unos cambios profundos en el país. Y la apatía, en un número de guatemaltecos que prefieren conservarse radicalizados, en un extremo o el otro, los típicos ojalateros (sin h), que argumentan: ojalá no tuviéramos indígenas, ojalá no hubieran impuestos, ojalá no hubiera Gobierno, ojalá viviéramos como los Estados Unidos…
Para empezar, creo conveniente que recordemos que el tema no es novedoso. Ya en 1956 el presidente Dwight Eisenhower, en una reunión hemisférica similar a la que se dio recientemente en Miami, planteó la conveniencia de una Cooperación Regional para solucionar los problemas económicos de los países. Más tarde, en 1967, el presidente Lyndon Johnson reunió a los líderes del continente, en Punta del Este, Uruguay, y propuso una nueva relación con todos los países de América, basada en una mayor cooperación económica. Y, a pesar de que han transcurrido casi 40 años desde la primera vez que se planteó el tema, es muy poco lo que ha sucedido. ¿Por qué?
Una explicación puede encontrarse en la inconsistencia de los Estados Unidos en su trato comercial y de relaciones con los países del continente, y otra, quizás más objetiva, en la incongruencia de nuestros países, los latinos, al no saber administrar una economía competitiva y eficiente que beneficie a todos. En buena parte debido a las zigzagueantes políticas que han recorrido, en prácticamente toda la América Latina, los extremos de políticas populistas, socialistas, militaristas, etc., que han inhabilitado las posibilidades de un desarrollo económico sólido y consistente, que provea oportunidades.
Un ejemplo (no por trillado inatingente), lo encontramos con los países asiáticos, que han sabido administrar una economía más productiva, y el resultado es que, como ejemplo, mientras el volumen de comercio que maneja la América Latina con Estados Unidos es de unos 156 billones de dólares, para los países del Asia es de 343 billones, más del doble. Y, como resultado, ese más grande movimiento comercial ha generado un mejor nivel de vida para los asiáticos.
La nueva propuesta, la de la reciente Cumbre de Miami, puede ser para Guatemala, o una oportunidad, o un nuevo fracaso. Todo depende. Si por ejemplo, llegáramos al 2005 con los niveles de miseria, educación, tecnología, inversión e inestabilidad que podemos extrapolar con las tendencias actuales, es imposible pensar que habrá competitividad. Pero si hacemos unos cambios verdaderamente profundos, revolucionarios y no excluyentes, podríamos estar preparados, no sólo a participar del suceso económico americano, sino, y más importante, a la consolidación de la nación.
¿Cuáles son esos cambios? Yo me permito sugerirlos en dos grandes tramos, cada uno, espacialmente, a construirse en los próximos lustros.
El primero, de 1995-2000 le denominaría el de modernización de la nación; y el segundo tramo, del 2000-2005, el de la competitividad.
En el primer tramo, se debería resolver, de una vez por todas, los problemas que nos mantienen en estado subdesarrollado, esto es, los problemas de la extrema pobreza (mayoritaria en el país), los problemas de relaciones interétnicas, los problemas económicos (macro y micro), y los de la modernización del Estado. Todos estos temas están siendo tratados actualmente por los grupos que negocian la paz. Pero preocupa que se están tratando con una secretividad y elitismo que no sabemos si los planteamientos que se discuten son, además de viables, consistentes y aceptables por todos los guatemaltecos. De manera que lo que corresponde es una discusión muy amplia sobre los temas, y una incorporación de todos en la búsqueda de soluciones, sin olvidar que el plazo, casi perentorio, para lograr esta modernidad fundamental, son los próximos cinco años.
En el segundo tramo se plantearía un esfuerzo superior en el tema de la competitividad, esto es, en dar los instrumentos técnicos y formativos a las personas para que, con una adecuada inversión económica, pueda generarse oportunidades de empleo mejor remunerado, y así, proveerse a las personas de los recursos para tener la capacidad de consumir los productos y servicios que estarán disponibles si existe la capacidad de compra. Todo ello, para dar acceso a las personas a una mejor calidad de vida.
Es necesario dejar claro que en ambos tramos debe hacerse un gran esfuerzo por invertir en las personas, lo que quiere decir facilitar educación a todos los niveles, como la prioridad estratégica para que todo los demás funcione. De manera que lo que correspondería después sería el potenciar la base que se ha preparado.
Ojalá que todos los guatemaltecos exijamos el cumplimiento de los acuerdos a que se llegó en la Cumbre, y que nos esforcemos por hacerlos realidad, para que este nuevo compromiso y oportunidad no se queden en una gran utopía.