“No deben verse ambas propuestas como contradictorias”.
Mayo 2007
Esta es una de las interrogantes que frecuentemente se plantea al abordar la complejidad del subdesarrollo de nuestros países; las opiniones se centran en que: o la pobreza tiene que ver con la debilidad de las instituciones que no dan orientación y certeza; o con la cultura, que se manifiesta en actitudes de dejadez, desorden y falta de iniciativas.
De esa cuenta, los que se inclinan por una explicación a partir de la cultura, los culturalistas, opinan que el subdesarrollo es un estado mental, y que por lo tanto de lo que se trata es de cambiar la actitud de las personas hacia lo que se considera valores más positivos para promover el desarrollo, especialmente aquellos concernientes con el crecimiento de la economía, como el trabajo arduo, el ahorro, la inversión y la competencia. Piensan, también, que debe cambiarse la actitud hacia el trabajo, y verle como el medio de perfeccionamiento humano a la vez que medio de sustento. Llegan incluso a proponer que nuestras democracias no avanzan porque los ciudadanos no están comprometidos con sus valores fundamentales.
Por su parte, los institucionalistas plantean que todos los hombres son iguales, sin importar el lugar en que vivan ni su cultura, y que por tanto actúan de acuerdo con los incentivos que los sistemas les provean, que responden a lo que el ambiente les permita, y que por tanto no se guían necesariamente por valores superiores que los motiven.
La realidad es que no deben verse ambas propuestas como contradictorias, no se trata de cultura o instituciones, sino de una combinación de ambas, pues son realmente complementarias. Podemos constatar que las personas responden y actúan (lo cultural) acorde a los incentivos que un sistema (instituciones) les ofrezca. De esa cuenta se puede inferir que es fundamental contar en el país con sistemas e instituciones que promuevan actitudes y una cultura de superación de las personas, ello sí puede llevar a un desarrollo humano de manera consistente y duradera.
Queda por aclarar que para que se pueda contar con instituciones que modelen una cultura más pro-desarrollo, previamente debe contarse con los liderazgos eficaces que, centrados en los más altos valores, promuevan esos cambios institucionales requeridos. Y ello, para bien o para mal, se juega en el Congreso y con los diputados, de allí la importancia central de una escrupulosa selección de los nominados a las diputaciones.
Pero el tema del subdesarrollo no se queda únicamente en las explicaciones culturalistas o institucionales, sino que se explica por las carencias de otro elemento central, lo relativo a la satisfacción de las necesidades básicas, lo social, entre ellos la salud, la alimentación y la educación, necesidades todas ellas que deben satisfacerse, al menos en sus elementos primarios, para que la persona pueda mejorar su calidad de vida y avanzarse en el desarrollo. Y ello es impostergable, pues no puede esperarse a que la institucionalidad del país se consolide para modelar una mejor cultura para el desarrollo si las personas no están sanas y alimentadas. Por ello se equivocan quienes piensan que únicamente con un cambio cultural se logrará el propósito del desarrollo, o que con únicamente mejorar la institucionalidad es suficiente. Se requiere, sin duda, de proveer a la persona de los satisfactores básicos para que tenga una vida más humana.
Y aquí entra el cuarto elemento básico del desarrollo, el económico, pues sin una economía que dé sustento a las otras vertientes del desarrollo (la cultural, la institucional y la social), difícilmente se pueda lograr resultados. En lo económico es bueno recordar que lo primero es contar con una economía “sostenible”, basada en un sistema macroeconómico predecible. Y esto, felizmente, se ha tenido durante los últimos años, por lo que se cuenta con la base fundamental para construir el resto de procesos del desarrollo.
Hoy, que nos preparamos para un relevo gubernamental, estamos prestos a escuchar de los políticos sus propuestas de la estrategia de desarrollo que seguirán, a sabiendas de que este no llegará con las modalidades seguidas a la fecha, sino que se requerirá de una mayor inteligencia puesta al servicio del mismo. Los aspirantes a liderar el país cuentan con la base macroeconómica para invertir en lo social, para fortalecer las instituciones y con ello modelar la nueva cultura.