"Ninguna democracia puede ser estable si no cuenta con ciudadanos educados para ese fin".
Junio 2014
Cada día estoy más convencido que la gran debilidad de nuestros tiempos es la falta de ciudadanía entre nuestros coterráneos, lo cual puede deberse a desconocimiento, o porque no se decide el asumirla. El no saberse o sentirse ciudadano guatemalteco repercute en que cada quien gestiona su vida con una total miopía, en la que el interés egoísta prevalece sobre el bien común, sobre la magnanimidad y sobre cualquier atisbo de solidaridad. Es entonces que se explica por qué los políticos que acceden al poder llegan, en su gran mayoría, a expoliar y destruir instituciones; y explica también por qué la sociedad en su conjunto "acepta" esta situación, renovándola cada cuatro años en un ejercicio electorero sin mayor sentido. ¿Qué es lo que ha fallado para llegar al extremo actual?.
Obviamente el fallo está en un sistema educativo que no ha sabido cumplir con uno de sus objetivos centrales, esto es, preparar a los jóvenes a ser ciudadanos. Como sabemos, el sistema educativo debe cumplir otras funciones, entre ellas el apoyar a los jóvenes a darle sentido a sus vidas y, como no, a prepararles para el trabajo. Y aunque soy un convencido de que la escuela no sustituye a la familia en la educación, creo que los aspectos centrales de ciudadanía deben ser aportados por la escuela, en donde el niño y el joven aprenden a socializar y a desarrollar un pensamiento crítico. Sabemos también que la educación no debe ser un medio de asimilación pasivo de contenidos y datos, (de llenar la cabeza), sino de plantearse desafíos para facilitar que la inteligencia se vuelva competente (ordenar la cabeza). Esto refuerza la tesis de la conveniencia de formar mentes analíticas y críticas. Todos los grandes pedagogos, menciono a Pestalozzi, Montesorri, Dewey, Froebel, Rosseau, han insistido en la importancia de la participación activa de los alumnos mediante la investigación, la indagación y las preguntas. Rosseau advirtió el peligro de fomentar la pasividad en el alumno, al presentar el aprendizaje de manera puramente abstracta, sin conexión con sus usos prácticos.
Se trata, entonces, para el propósito de formar en ciudadanía, de promover en el alumno el pensamiento crítico y, adicionalmente, la habilidad y el coraje de expresarlo. Ya desde la Grecia de los grandes filósofos, especialmente los socráticos, insistían en que la educación se reducía a la capacidad dialéctica de sus alumnos, una dialéctica que va alcanzando niveles superiores de inteligencia en una espiral de aportes y contra aportes de los dialogantes. Obviamente para ello se requiere del maestro un gran conocimiento de los problemas sociales de cada lugar y de sus recursos, y de los métodos pedagógicos para analizarlos. No solo importa la argumentación, sino el saber buscar los momentos de intersección para alcanzar puntos en común, a partir de una discusión inteligente. Con esta experiencia se logra fomentar en el niño y joven la responsabilidad individual, se le hace responsable de sus actos, actuales y futuros. Se le forma en ciudadanía, el gran propósito pendiente en nuestra tierra.
¿Qué puede, entonces, hacer la escuela para promover ciudadanía?. Un punto de arranque es desarrollar en el alumno la capacidad de ver el mundo (el cercano y el no tan cercano) desde la perspectiva del otro, desarrollándoles la capacidad de sentir un interés genuino por los demás y haciéndoles a su vez conscientes que necesitar a los demás no es indigno del hombre.
¿Cuáles podrían ser las aptitudes fundamentales para fomentar ciudadanía?. La primera, sin duda, es la de interesarse por el otro y sus realidades, reconocerle con los mismos derechos sin distinción de etnia, género o religión. Otra aptitud central es la de aprender a reflexionar sobre los asuntos políticos que afectan a la nación, incluyendo en ello un juicio crítico sobre los dirigentes políticos. Hay que generar en el alumno la aptitud necesaria para pensar en el bien de todos y de todo el país, y reconocer que este es parte de un orden mundial muy complejo. El mundo actual nos relaciona a todos con la economía, el medio ambiente, la energía, la emigración; por tanto, las entidades educativas deben inculcar en los alumnos la capacidad de concebirse como integrantes de una nación heterogénea y de un mundo también heterogéneo, para lo que es central el estudio de la historia, las culturas y características de los grupos étnicos que habitan nuestra tierra y el resto del mundo. Para todo ello es importante considerar estrategias de análisis, argumentación y debate; ¡ recordemos nuevamente a Sócrates !.