“Propuesta para resolver los males de las desigualdades”
Febrero 2009
Con este título el sociólogo alemán, nacionalizado mexicano, Heinz Dieterich Steffan publicó en 1996 un libro que ha sido la guía ideológica del presidente Hugo Chávez y de algunos otros líderes políticos latinoamericanos. La propuesta medular del libro es la sustitución de la sociedad capitalista por lo que él llama una “democracia participativa”, en la que, a diferencia de la idea de Marx y Engels de “liberación” por la clase obrera, el autor la aplica hoy a otros sujetos que considera de liberación, entre ellos los indígenas, las mujeres, los afroamericanos, los homosexuales, todos ellos luchando por sus derechos, en lo que denomina como el “nuevo proyecto histórico”.
Steffan toma en cuenta a Marx, pero también los acontecimientos históricos y políticos sucedidos desde entonces, conservando la visión marxista de la lucha pero con estos nuevos grupos, ya no únicamente las clases tradicionalmente concebidas. Steffan plantea un nuevo modelo económico que no se basa en el individualismo y la propiedad privada, fundamentos de la teoría económica clásica, sino en un muy elaborado sistema de cálculo basado en el valor del trabajo incorporado en los productos o servicios; realmente un sistema casi imposible de cuantificar, en ello estriba la mayor dificultad de la propuesta de Steffan.
Como se sabe, el socialismo en sus inicios históricos proponía una serie de teorías que describían los males derivados de las desigualdades que producía la sociedad capitalista de la Revolución Industrial, señalando de manera abstracta los posibles remedios e intentando con ello crear la más grande utopía de la historia. Así surgieron las propuestas de Owen, de Fourier y Saint-Simon quienes sugerían formas asociativas y cooperativas entre el capital y el trabajo, derivando sus propuestas de las ideas del igualitarismo presentes en la Revolución Francesa. A esta época del socialismo se le conoce como “utópica”.
Más tarde Karl Marx desarrolló su teoría del socialismo sobre bases científicas, a través del estudio de las contradicciones internas del capitalismo y utilizando como estrategia la organización del proletariado. Es en este momento en que aparece la distinción entre socialismo utópico y socialismo científico. La diferencia entre uno y otro estriba en que el socialismo utópico propone un modelo de sociedad sin utilizar los instrumentos políticos necesarios para edificarla. El científico, por su parte, abandona las dimensiones morales, humanísticas y utópicas de las formulaciones precedentes para desarrollar una fuerte crítica de la sociedad capitalista. El pensamiento de Marx divide el socialismo en dos períodos: el del socialismo utópico hasta la revolución europea de 1848, y luego el socialismo científico.
Con la caída del socialismo real a partir de 1989, el socialismo “científico” igualmente demostró su inoperancia y fracasó. Y a partir de ello, algunos de sus ideólogos sostienen la necesidad de reconstruirlo, eliminando en su propuesta algunos elementos que le fueron centrales, como la planificación centralizada, y evitando otros temas como la abolición del mercado y de la propiedad privada, elementos fundamentales del capitalismo. El nuevo socialismo también reconoce que no puede estar representado por la colectivización y la supresión de las libertades individuales; tampoco pretende, como lo hizo antes, una explicación totalizante del hombre y de la sociedad. Este es el nuevo socialismo de los países europeos y alguno sudamericano. No así el de otros líderes latinos, como el presidente Chávez, o el presidente Ortega, que se aferran al poder utilizando los métodos de la democracia para luego sustituirla por una dictadura.
El nuevo experimento socialista del presidente Chávez probablemente llegará tan lejos como los precios del petróleo lo permitan; pero seguramente será inviable su estrategia en cuanto sean otras las fuentes de energía para el mundo. Ha sido reiteradamente demostrado en la historia que un régimen político basado en la limitación de las libertades y que promueve la transformación social basándose en ideologías autorreferenciales fracasa. Aunque sobrepasen los 50 años.