¿El fin del capitalismo?

Por supuesto que tiene debilidades pero también sustenta la prosperidad

Marzo 2009

El capitalismo ha acompañado a la humanidad durante más de mil años. Fue durante la Edad Media cuando, con motivo de la producción excedentaria de los gremios y ya no solo de autoconsumo, que se iniciaron los procesos de intercambio, procesos que fueron llevando con el tiempo hasta lo que hoy conocemos como el mercado regido por los precios.

Por su parte, la crítica al capitalismo ha sido también de larga historia. Sismondi, (1773-1842), fue uno de los primeros pensadores que se pronunció contra la economía capitalista, basándose en que en la industria causaba el pauperismo debido a que las jornadas de trabajo eran de hasta catorce horas diarias, y los salarios no alcanzaban para cubrir las necesidades vitales de las grandes familias de entonces. Más tarde Engels, en su obra “La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra”, hace una terrible acusación del capitalismo de la época, que luego es tomada por Marx, quien no hace más que relacionar lo que habían dicho varios de los pensadores “pre científicos” para intentar demostrar que el capitalismo tenía como secuela necesaria el empobrecimiento progresivo del proletariado, supuesto que sustentaba en que la tecnificación de la economía dejaría sin trabajo a cada vez mayor número de trabajadores.

Lo que no conocieron éstos primeros críticos del capitalismo, es que en Inglaterra y Alemania, de dónde provenía la mayoría de las criticas anteriores, en el periodo que va de 1800 hasta la primera guerra mundial la población se quintuplicó, la renta total se duplicó y los precios se redujeron a la mitad, con lo que la renta media por persona se cuadriplicó, habiéndose reducido a mitad de tiempo la jornada diaria de trabajo, y suprimiéndose el justamente criticado trabajo infantil.

Después de la primera guerra mundial algunos economistas hablaron del fin del capitalismo, pero éste no solo permitió mejorar el nivel de vida de la mayoría de ciudadanos, sino que soportó la debacle de la gran depresión hasta llegar a la segunda guerra mundial. Luego de ésta, Estados Unidos, con solo el 7% de la población mundial producía el 40% de la riqueza mundial, aportando al resto del mundo ayuda económica por 43 mil millones de dólares. Y aun así, en aquellos momentos se dejaron oír voces que afirmaban la llegada del fin del “homo oeconomicus”.

Hoy nuevamente se plantea por algunos que, debido a la crisis actual, el capitalismo llegó a su fin. Lo que no toman en cuenta estos críticos es la capacidad de transformación del sistema capitalista, tal como se ha constatado en diversas crisis anteriores, como la que se dio inmediatamente después de la segunda guerra mundial, cuando se implementó una política social que aportó regulaciones jurídicas a los deberes sociales de la propiedad y del trabajo; cuando se conoció un fortalecimiento de los sindicatos que velan por los intereses del trabajador; cuando como consecuencia del cooperativismo los consumidores se han convertido en una importante fuerza económica y social.

¡Por supuesto que el capitalismo tiene debilidades! Una muy importante es el que subordina a las fuerzas del interés y el poder la justicia social, como cuando toma al trabajador asalariado para su propia conveniencia, sin consideración al bien común; o cuando se forman monopolios que generan trabas a la libre concurrencia. El capitalismo se fundamenta en elementos connaturales al hombre como la libertad, la propiedad, la competencia; y en esos tres elementos es que se ha sustentado la prosperidad que de manera permanente la humanidad ha ido conociendo.

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