El desafío latinoamericano, cohesión social y democracia
“El verdadero motor se encuentra en la sociedad y en la cultura”.
Abril 2009
Este es el título de un esclarecedor libro de los sociólogos Bernardo Sorj y Danilo Martuccelli (Editorial Siglo XXI, 2008), cuya tesis central plantea que los vínculos que unen a las sociedades de América Latina ya no son regidos por los antiguos lazos sociales que se fundamentaban en la jerarquía económica y política, sino en la individuación y la autonomía. La hipótesis de los autores es que si no fuera por esas estrategias los sistemas democráticos ya habrían sido ampliamente desbordados, tomando en cuenta los índices de desigualdad y pobreza en la región, desestimando así la famosa tesis de Huntington quien vaticinó que las democracias en los países en desarrollo serían desbordadas por el exceso de demandas sociales, supuesto que, hoy constatamos, sólo aplica en los casos en que estas demandas encuentran canales político-ideológicos capaces de presionar y colocar en jaque al sistema político, lo cual evidentemente no sucede en estas latitudes. Los autores del libro apoyan su argumento en que debido a la debilidad de los actores colectivos tradicionales, especialmente los sindicatos y los partidos políticos, se han incrementado las iniciativas de los individuos, lo que los hace ser hoy la principal fuerza democratizadora de la sociedad.
Hasta hace poco, las ciencias sociales centraron su análisis en el conflicto como fuente del progreso y del cambio social. Pero hoy se dan cuenta de que la democracia no avanza por saltos, sino por la acumulación de pequeños cambios, siendo tan importantes como el conflicto las normas comunes de convivencia. De manera que la lógica del antagonismo y la lucha de clases sociales han perdido su centralidad en las nuevas formas de conflictividad social, las que se resuelven, como dicho antes, mediante estrategias individuales, originales y horizontales; ya no jerárquicas. Hay, en definitiva, un incremento de demandas de igualdad y de individuación, y es esto lo que construye esa horizontalidad de los lazos sociales.
En el libro se analizan los cambios que se dan del lazo social en la religión, que para el caso guatemalteco ha sufrido profundas transformaciones; en las relaciones interétnicas; en las dinámicas urbanas; en la emigración; en la cultura y el imaginario transmitido por los medios de comunicación. Todos ellos procesos que han sufrido mutaciones importantes.
Me parece muy destacable lo que los autores proponen: “que las sociedades de nuestros países requieren de un sentido colectivo, de un proyecto económico capaz de producir el reparto de los beneficios materiales, pero también, y especialmente, de un sistema de valores y creencias comunes”. La auténtica cohesión social en un régimen democrático exige la articulación de ambas dimensiones.
Lo más novedoso del libro es su planteamiento en cuanto a aseverar que el verdadero motor de este proceso democratizador se encuentra en la sociedad y en la cultura, y no en los sistemas políticos. Por tanto, el futuro de nuestras democracias, la guatemalteca entre ellas, como las del resto de la América Latina, se logrará asociando y desarrollando el círculo virtuoso entre las instituciones y los individuos.
Los autores declaran: “pensar la política es pensar en un proyecto colectivo capaz de producir la sensación de compartir un sistema de valores y creencias comunes, al mismo tiempo que cada individuo persigue sus intereses personales”.
El libro de los Doctores Sorj y Martuccelli, por su atingencia, actualidad y comprensividad, es de lectura obligada para los interesados en la construcción de una democracia con cohesión social.