Ante la desconfianza

“Confianza es la esperanza firme que se tiene en una persona”.

Junio 2009

Una de las grandes debilidades del Estado guatemalteco es la cultura de desconfianza generalizada, que incluye a todos los estamentos de la sociedad. Hay desconfianza de los gobiernos hacia los ciudadanos, de los ciudadanos hacia el gobierno, y de los ciudadanos entre sí. El gobierno nacional no confía en los ciudadanos ni en las instituciones de la sociedad, como lo demuestra el centralismo y presidencialismos prevalecientes, (contrarios a la subsidiariedad que ordena la Constitución política de la República). A diferencia de los Estados sajones, en donde el gobierno asume que los ciudadanos actúan correctamente y dicen la verdad, en nuestro caso el gobierno desconfía a priori del ciudadano, y le obliga a “documentar” su ciudadanía en cualquier trámite, y a demostrar su inocencia en cualquier sindicación, sea ésta fiscal, civil o penal. De igual manera los gobiernos locales desconfían de la sociedad civil, ese conjunto de instituciones intermedias que incluye a las empresas, las asociaciones voluntarias, las instituciones educativas, los sindicatos, los medios de difusión, las entidades caritativas e iglesias. Y los ciudadanos desconfían unos de otros, reduciendo con ello las posibilidades de fortalecer el capital social, elemento central para construir un desarrollo democrático sostenible.

Confianza es la esperanza firme que se tiene en que una persona va a actuar como debe, y su importancia fundamental radica en el hecho de que el bienestar de la Nación se halla condicionado al nivel de confianza prevaleciente en la sociedad, lo que permite que se viva la solidaridad, la cooperación, la seguridad, la asociatividad, todo ello dependiente del grado en que los integrantes de esa comunidad compartan normas y valores, así como de la facilidad con que están dispuestos a subordinar los intereses individuales a los más amplios del grupo. Es a partir de esos valores compartidos que nace la confianza.

En la ética confucionista, que por cierto hoy procura fortalecer el gobierno de la China, se postulan los imperativos morales como obligaciones, en lugar de derechos; el individuo llega a este mundo con una serie de obligaciones para con otras personas: sus padres, sus hermanos, las leyes, el gobierno. El confucionismo no fundamenta sus principios éticos en instituciones superiores, religiosas, sino en las instituciones societarias como la familia, el linaje, etc. En el judaísmo y en el cristianismo, imperantes en el pensamiento occidental, la ley de Dios impone obligaciones; pero debido a la influencia de la tradición filosófica liberal, profundamente arraigada en el occidente del mundo a partir de la corriente filosófica encabezada por Thomas Hobbes, se asume que el ser humano no nace con obligaciones, sino solo con derechos, siendo para él el más importante el de la preservación de su propia vida. Y las obligaciones las adquiere como consecuencia de su ingreso voluntario en la sociedad civil. En la cultura Maya, como en la asiática y la judeo-cristiana, la persona se obliga a responder primero a las obligaciones, por lo que el servicio es el medio de subir en la escala social, tal como se vive en las Cofradías, cuya lógica de funcionalidad es anterior a la Colonia.

Una de las formas de desarrollar un país es fortaleciendo su capital social, para el que la confianza es el pivote fundamental, confianza que, siendo una característica cultural, puede ser moldeada a partir de las instituciones con que el Estado cuenta, es decir, la familia, la educación y el trabajo, instituciones que son la fuente de vitalidad social. Y al gobierno, representante político del Estado, le corresponde actuar con la verdad, transparencia y respeto a la ley para sentar el ejemplo que la sociedad debe seguir.

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